Resulta común escuchar que la maternidad es de lo más maravilloso que le puede pasar a una mujer. Todas hemos crecido con frases que han hecho que tengamos una concepción de la maternidad idílica. Ahora bien, aunque es cierto que este nuevo rol trae consigo aspectos sumamente positivos, no podemos olvidarnos que dos de cada diez mujeres presentan problemas de salud mental desde que deciden ser madres, durante el embarazo o en el primer año de vida del bebé.
Muy pocas personas hablan sobre el tsunami de emociones, experiencias y vivencias nuevas que, inevitablemente, ocurren cuando una mujer decide dar este gran paso en su vida. De repente, se ven envueltas en un chute de hormonas revolucionadas, un bebé que demanda mucha atención, la familia de origen, la pareja, recuperación posparto, mucho sueño, y sentimientos de culpabilidad que inundan la mente y aparecen con más fuerza tras la maternidad.
Si estás experimentando tristeza, ansiedad o simplemente, te sientes abrumada desde que nació tu hijo, es importante aclarar que no estás sola. De hecho, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el problema de salud más incapacitante durante el periodo perinatal es la depresión. Más concretamente, se estima que en los países industrializados se desarrolla entre un 10% y un 13% de las madres y el doble en los países en vías de desarrollo. No obstante, impacta que alrededor del 75% de no se diagnostica ni tampoco reciben el tratamiento adecuado. Debido a la importancia del tema en cuestión, en el artículo de hoy, analizaremos si la maternidad puede producir depresión.
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Baby blues vs. depresión post parto
Que abrumen sentimientos de tristeza y ansiedad las primeras semanas tras el nacimiento de un hijo es completamente normal. A fin de cuentas, debemos entender y respetar que no somos máquinas programadas para ser madres y al querer dar lo mejor de nosotras, pero a la vez, no tener un manual de instrucciones para hacerlo adecuadamente, nos genera sentimientos perjudiciales. Ahora bien, resulta importante conocer y diferenciar los términos baby blues y depresión post parto, para así poder tener una visión más óptima de la situación.
Por un lado, el síndrome del baby blues es una alteración emocional que conlleva sentimientos de tristeza, irritabilidad, frecuentes ganas de llorar, angustia y cambios de humor. Aparece en la primera semana del parto y puede durar alrededor de 15 días hasta desaparecer. Coincidiendo más o menos cuando la madre logra asimilar su nuevo estado vital y establecer una nueva rutina con el bebé recién nacido.
Por otro lado, la depresión posparto, es una enfermedad más grave que deriva en ansiedad, alteración del apetito e incluso sentimiento de rechazo hacia el bebé, algo que puede llegar a ser hasta peligroso, por lo que requiere de tratamiento especializado para curarse.
A este respecto, es crucial saber diferenciarlos bien para así poder actuar de una forma u otra. Para ello, a continuación, exponemos las principales distinciones:
La gravedad
La depresión postparto es un trastorno grave del estado de ánimo, mientras que el baby blues es una alteración leve. Se puede afirmar que la intensidad de los síntomas en mayor en la depresión post parte y añade el tema de la ansiedad, las alteraciones del apetito y los sentimientos negativos hacia el bebé, que conlleva la incapacidad de cuidar de sí misma o del bebé.
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La duración
Por un lado, el baby blues aparece durante la primera semana tras el parto y no se prolonga durante más de 15 días. Por otra parte, la depresión posparto puede surgir en cualquier momento de la maternidad a lo largo del primer año y extenderse hasta otro año más en el tiempo.
El comportamiento varía. Es decir, si una madre siente tristeza o debilidad pero es funcional, es decir, puede realizar las tareas del día a día, hablamos sobre baby blues. No obstante, si los síntomas que presenta la inmovilizan o bloquean a la hora de seguir con su día a día estaríamos hablando de un inicio de depresión posparto.
Factores que influyen a la hora de desarrollar una depresión en la maternidad
El embarazo y, sobre todo, el post parto son periodos de extrema vulnerabilidad para la mujer en el que se da por supuesto que debe estar bien porque debe ser feliz. En muchos casos, esto no se siente así, y la mujer al no sentirse comprendida no es capaz de verbalizar que no se encuentra bien. Ahora bien, ¿qué factores influyen en que se desarrolle una depresión en la maternidad? Diversos factores pueden contribuir a esto.
Para empezar, las hormonas juegan un papel importante. Hay que tener en cuenta que en el periodo de gestación, los niveles de progesterona y estrógenos son muy elevados y, tras el parto, en 24 horas descienden significativamente, lo que repercute en los niveles de neurotransmisores cerebrales y puede originar un trastorno. Es cierto que las investigaciones apuntan que no ocurre esto en todas las mujeres, ya que la genética de cada una tiene un gran peso a la hora de sufrir una depresión.
A esto, se le suman los factores sociales. Si la madre está sola, si su pareja le ayuda o no, si su familia de origen le apoya, si sufren de problemas económicos, emocionales, la ansiedad, el estrés y las expectativas acerca de la maternidad. A fin de cuentas, como comentábamos al principio, nuestra sociedad ve la maternidad en color de rosa. Pareciera que todo gira en torno a qué ropa comprarle al bebé, comentarios acerca de que el recién nacido duerme toda la noche, que la relación de pareja se debe mantener igual y que por lo general, la vida no cambia tanto.
Prioriza la salud mental
En primer lugar, es de suma importancia priorizar la salud mental. Al fin y al cabo, la salud mental es fundamental para el crecimiento y desarrollo de una misma y por supuesto, la del bebé. Hay que tener en cuenta que una madre acabe generando un trastorno afectivo le causa mucho sufrimiento a ella e incluso puede poner en riesgo su entorno y su vida. Una madre con depresión no logrará establecer un vínculo afectivo adecuado con la criatura y según los expertos en psicología, establecer una relación afectiva entre madre e hijo es crucial para el correcto neurodesarrollo del recién nacido y posteriores relaciones interpersonales en la vida adulta.
Finalmente, queremos cerrar el artículo subrayando la importancia de pedir ayuda profesional si te has sentido identificada a lo largo del presente escrito. Se debe tener claro que la crianza y la maternidad son complejas, pero, no se trata de enterrar sus necesidades mientras satisface las necesidades de los demás. Es un constante flujo de dar y recibir. Por tanto, si siente que es un tema que supera su alcance, queremos recalcar que necesitar ayuda no la hace una persona débil, más bien, todo lo contrario. Es un profundo acto de fortaleza y amor propio.