La elaboración del duelo ante una determinada pérdida deviene un acontecimiento muy complejo para el individuo, tanto desde el punto de vista emocional, cognitivo como conductual.
Parece obvia la diferenciación sobre la dificultad que entraña este proceso atendiendo a las circunstancias externas que rodean a dicha pérdida, como por ejemplo las particularidades en que ha tenido lugar (si ha sido abrupta o gradual), el tipo de vínculo entre el objeto de duelo y la persona superviviente o las habilidades de que dispone tal individuo para gestionar este tipo de situaciones, etc.
En este artículo nos centraremos en el Modelo del Proceso Dual del Duelo y sus implicaciones.
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Los primeros enfoques: las etapas en la elaboración del duelo
De forma más tradicional se ha establecido, por una parte, cierto consenso entre diversos autores expertos en el área un conjunto de etapas por las que las personas deben transitar a lo largo de la elaboración psicológica del proceso de duelo. Aun así, también se acepta como considerablemente validada la idea de que no todos los individuos siguen un mismo patrón en la vivencia de dichas fases.
Por ejemplo, el reconocido Modelo de Elisabeth Kübler-Ross (1969) asume las siguientes cinco etapas: negación, ira, negociación, depresión y aceptación; mientras que Robert A. Neimeyer (2000) se refiere al «ciclo de duelo» como un proceso sumamente variable y particular donde se producen ajustes vitales permanentes durante la evitación (ausencia de conciencia de la pérdida), la asimilación (asunción de la pérdida con predominio de sentimientos de tristeza y soledad y aislamiento del entorno social) y la acomodación (adaptación a la nueva situación en ausencia del objeto de duelo).
Pese a tales discrepancias en cuanto al número de etapas o la etiqueta conceptual que se les otorga parece como un fenómeno nuclear entender el duelo como un periodo de transición que va de la no-aceptación a la asimilación, donde se van conjugando los sentimientos de tristeza, añoranza, rabia, apatía, soledad, culpa, etc. con un retorno progresivo a las obligaciones, a las responsabilidades y a los proyectos vitales personales.
En un primer momento presenta un peso mayor el primer conjunto de reacciones emocionales, pero poco a poco el segundo elemento relativo a la activación conductual va tomando más relevancia, hasta llegar a equilibrarse respecto de aquellas. Ello permite a la persona evaluar dicha pérdida desde una perspectiva más global, puesto que el hecho de retomar la rutina posibilita que la persona conecte de forma más realista con el mundo que le rodea y aleje en cierta manera su foco de atención, trasladándolo desde el objeto de la pérdida hasta la re-adaptación vital de las distintas áreas personales.
El modelo del proceso dual del duelo
Esta idea es la que defiende Margaret Stroebe en su Modelo de «Proceso Dual del Duelo» (1999), donde la investigadora explica que la asunción del duelo implica a la persona moverse de forma continua entre los terrenos de un “funcionamiento orientado a la pérdida” y un “funcionamiento orientado a la reconstruccción”.
El funcionamiento orientado a la pérdida
En este primer proceso la persona centra su carga emocional en experimentar, explorar y expresar de distintas formas (verbal o conductualmente) a fin de entender el sentido que la pérdida comporta en su propia vida.
Así, el superviviente se encuentra en un periodo de introspección, el cual podría entenderse metafóricamente como un proceso de “ahorro de energía conductual” a fin de consolidar este objetivo primario. Las manifestaciones más características en este primer ciclo pasan por: estar en contacto con la pérdida, concentrarse en su propio dolor, llorar, hablar de ello, mantener un comportamiento pasivo, presentar sentimientos de abatimiento, aislamiento, tener la necesidad de descargarse emocionalmente, promover el recuerdo o finalmente, negar la posibilidad de recuperación.
El funcionamiento orientado a la reconstrucción
En esta etapa van apareciendo pequeños episodios en el individuo de un “funcionamiento orientado a la reconstrucción”, los cuales van aumentando en frecuencia y duración con el paso del tiempo. Así, se observa en la persona como invierte su esfuerzo y su concentración en los ajustes que ha de realizar en las diferentes áreas vitales: familiar, laboral, social. Ello presenta la finalidad de poder canalizar hacia el exterior la afectación experimentada en la etapa de duelo más agudo.
Este funcionamiento se fundamenta en acciones como: desconectar de la pérdida, tender a la negación de la situación, distraerse, minimizar la afectación, racionalizar la experiencia, evitar el llanto o el hecho de hablar de la pérdida, centrarse en reconducir las áreas vitales, adoptar una actitud más activa o centrarse en fomentar las relaciones interpersonales.
La negación de la pérdida como elemento central del modelo
En este modelo se plantea, como puede observarse en el párrafo anterior, que la negación de la pérdida tiene lugar durante todo el proceso de elaboración del duelo, estando presente en ambos tipos de funcionamiento, y no hallándose exclusivamente en las fases iniciales, tal como planteaban otros modelos teóricos más tradicionales.
Dicha negación, se entiende como una respuesta adaptativa que permite al individuo no centrarse constantemente en la realidad de la pérdida, sino que va habituándose a ella de forma más paulatina. Esta gradación evita la vivencia de un dolor demasiado intenso (e inasumible) que implicaría el hecho de confrontar de entrada y de manera abrupta la asunción de la pérdida.
Entre muchos otros, algunos expertos como Shear et al. (2005) han diseñado un programa de intervención psicológica de acuerdo a los postulados de Stroebe. Estos estudios se han centrado en trabajar con los pacientes el indicado componente de la negación ansiosa (o funcionamiento orientado a la pérdida) y la negación depresiva (o funcionamiento orientado a la reconstrucción) de la pérdida. Los elementos centrales de este tipo de terapia han incluido componentes de exposición conductual gradual y personalizada y de reestructuración cognitiva.
Shear y su equipo obtuvieron resultados muy prometedores en cuanto a la eficacia de las intervenciones llevadas a cabo, a la vez que contaron con un nivel suficiente de rigurosidad científica a la hora de diseñar y controlar las distintas situaciones experimentales. En suma, parece haberse observado que los enfoques cognitivo-conductuales aportan un nivel adecuado de eficacia en este tipo de pacientes.
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Conclusión
El modelo expuesto en el presente texto pretende ofrecer una conceptualización del duelo centrado en el proceso y pretende alejarse de una perspectiva más “de fases” como defendían propuestas anteriores. Sí parece contrastado el bajo nivel de uniformidad en la experiencia del duelo personal, asumiendo la particularidad con la que este fenómeno opera en cada individuo.
Ello se explica por las diferencias en las habilidades de afrontamiento y de recursos psicológicos o emocionales de que dispone cada individuo. Así, aunque la eficacia general de las intervenciones psicológicas ligadas a este objetivo ha ido creciendo en las ultimas décadas, aún cuentan con un limitado y mejorable índice de efectividad, el cual debe ir vinculado a la continuación de la investigación en este área de conocimiento.
Referencias bibliográficas:
- Neimeyer, R. A., & Ramírez, Y. G. (2007). Aprender de la pérdida: una guía para afrontar el duelo. Paidós.
- Shear, K., Frank,E., Houck, P., & Reynolds, C. (2005). Treatment of complicated grief: A randomized controlled trial. JAMA, 293,2601–2608.
- Stroebe M., Schut H. & Boerner K. (2017) Modelos de afrontamiento en duelo: un resumen actualizado. Estudios de Psicología, 38:3, 582-607.
- Stroebe, M. S., & Schut, H. A. W. (1999). The dual process model of coping with bereavement: Rationale and description. Death Studies, 23,197–224.