¿Qué pasa en nuestra mente cuando desarrollamos una adicción no química?

Así es como las adicciones no químicas van tomando el control de la vida de quienes las sufren.

¿Qué pasa en nuestra mente cuando desarrollamos una adicción no química?

El concepto de “adicción” suele ir de la mano del de “droga”, pero a la práctica, esto no ocurre así. Existen adicciones en las que no hay involucrado el consumo de ninguna sustancia adictiva, y de hecho, no son casos estadísticamente raros.

La gran cantidad de personas que se han vuelto adictas a los juegos de azar y pasan muchas horas de la semana apostando su dinero e incluso endeudándose para seguir probando suerte es, por ejemplo, una muestra de que este tipo de trastornos no dependen de que nuestro cerebro entre en contacto con determinadas moléculas provenientes del exterior.

En este artículo exploraremos el tema de las adicciones no químicas, viendo lo que ocurre en el cuerpo y la mente del ser humano cuando estas toman el control de la persona.

¿Qué es una adicción no química?

Tal y como hemos adelantado, una adicción no química es aquella que no está basada en la dependencia del consumo de determinada sustancia psicoactiva con potencial adictivo. Esto significa que si bien puede darse junto con el consumo de drogas que pueden generar la adicción, la adicción que se está sufriendo no surge a partir de la dependencia de estas, sino de un patrón de conductas y de interacción con el entorno aprendido de manera consciente o inconsciente.

Pensemos, por ejemplo, en la persona que va al casino cada semana a apostar buena parte de su dinero ahorrado y que una vez allí se toma unas copas: la adicción tiene que ver con el hábito de participar en juegos de azar y de exponerse a un ambiente que facilita ese tipo de comportamientos, no en el consumo de alcohol en sí. Por otro lado, las adicciones no químicas pueden llegar a generar el mismo grado de dependencia que encontramos en la adicción a drogas, aunque el evento desencadenante es otro y resulta un poco menos dañino para el cuerpo a corto plazo, porque no hay ninguna molécula que interactúe de manera anómala con las neuronas de nuestro sistema nervioso. Sin embargo, a medio y largo plazo, las adicciones no químicas tienen un nivel de peligrosidad comparable a la adicción a las drogas.

Además, como su aparición no va de la mano de la acción de consumir productos considerados ya de por sí peligrosos o con riesgos, para muchas personas las adicciones no químicas pueden parecer inofensivas, dado que resulta poco intuitiva la idea de que se pueda desarrollar una adicción sin introducir una sustancia en el cuerpo. Esto hace que resulte más complicado tomar consciencia de que se tiene un problema.

¿Cómo se desencadenan las adicciones sin sustancia?

Estos son los elementos que participan en la aparición de una adicción no química.

1. Un sistema de incentivos inmediatos

Las adicciones no químicas siempre se basan en la promesa de sensaciones agradables que podrían darse en cuestión de segundos o de pocos minutos. De esta manera se mantiene a la persona “enganchada” a la actividad de la que va dependiendo más y más.

2. La experiencia del miedo a la pérdida es habitual

De manera combinada a la promesa de bienestar, aparece el miedo a perderse esa clase de experiencias. Esto se suma muchas veces a la aversión a la pérdida: la persona no quiere “desperdiciar” los esfuerzos realizados hasta ese momento.

Por ejemplo, en quienes desarrollan juego patológico es habitual lo que se conoce como falacia del jugador; tienen la impresión de que como llevan muchas partidas perdiendo, la partida en la que ganarán está al caer, aunque la estadística revele que esta es una conclusión equivocada: las probabilidades de ganar o de perder son las mismas en cada partida, o al menos no dependen de los resultados anteriores.

Del mismo modo, quienes desarrollan adicción a ciertos videojuegos tienen miedo de que si apagan el ordenador o la videoconsola se estarán perdiendo jugadas memorables que habrían sido posibles gracias a que llevan horas jugando y acumulando requisitos para llegar ahí.

3. Se producen cambios en el sistema nervioso de la persona

Aunque en este tipo de adicciones no entren en juego moléculas provenientes del exterior del cuerpo y que tienen potencial psicoactivo activando las neuronas de nuestro cerebro, eso no significa que no sean capaces de modificar el funcionamiento de nuestras células nerviosas. De hecho, la repetición constante de las acciones y de la exposición a las experiencias que dan forma a la adicción, hace que poco a poco nuestro cerebro se vaya transformando tanto física como funcionalmente.

Es decir, que nuestras neuronas se reconfiguran y empiezan a interactuar entre ellas de un modo que nos lleva a tener como principal prioridad caer en la conducta adictiva una y otra vez. Nuestra mente aprende que lo único que importa es “mantener con vida” la adicción, y de hecho, se comporta de una manera muy similar al de los cerebros afectados por dependencia del alcohol, de la cocaína,etc.

4. Los hábitos sociales de la persona se orientan hacia la adicción

Mientras el cerebro de la persona adicta se va transformando, también lo hacen sus hábitos sociales de esta. Cada vez pasa más tiempo con personas que también son adictas a lo mismo, y esto hace que esté siempre expuesta a la tentación de recaer. Al mismo tiempo, va dejando de lado el resto de vínculos con las personas que no le aportan esas experiencias.

5. Aparece el fenómeno de la habituación

A medida que la adicción no química se va consolidando, la persona cada vez necesita involucrarse más en la actividad a la que se ha vuelto adicta para llegar a sentir un mínimo de satisfacción o placer. Es decir, que las experiencias que le aportaban una descarga de intenso bienestar al principio (por ejemplo, ganar 50 euros en una máquina tragaperras) ya apenas le hacen sentir bien, y necesita más.

6. Aumento del riesgo de desarrollar otras adicciones

El hecho de sufrir una adicción hace que se dispare le riesgo de desarrollar otras. Esto lleva a un estado de desinhibición general en el que es aún más complicado mantenerse lejos de las recaídas.

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Referencias bibliográficas:

  • American Psychiatric Association (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5th ed.). Arlington, VA: American Psychiatric Publishing.
  • Cía, A. (2013). Las adicciones no relacionadas a sustancias (DSM-5, APA, 2013): un primer paso hacia la inclusión de las Adicciones Conductuales en las clasificaciones categoriales vigentes. Rev Neuropsiquiatr, 76(4): pp. 210 - 217.
  • Kauer, J.A.; R.C. Malenka (2007). Synaptic plasticity and addiction. Nature Reviews Neuroscience. 8(11): pp. 844 - 58.

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