El mero hecho de vivir nos pone cara a cara frente al dolor: todos, en algún momento de nuestras vidas, experimentamos y experimentaremos algún tipo de pérdida. El dolor forma parte de nuestra condición humana. Una de las pérdidas más dolorosas que una persona puede atravesar es la de un ser querido. Sabemos que nuestro paso por la vida es transitorio pero, no obstante, es imposible no experimentar un intenso malestar tras una pérdida, más cuando se trata de una persona significativa para nosotros. Esta persona suele ser alguien a quien hemos acompañado, con quien hemos compartido momentos memorables y otros no tanto, más bien cotidianos, que sin embargo son los que más se echan en falta durante un período de duelo.
Los retos que una persona debe afrontar para atravesar un duelo son diversos y, aunque se trata de un proceso que se vive de forma individual y subjetiva, los desafíos al perder un ser querido conservan ciertos puntos en común dada la universalidad del dolor dentro de la experiencia humana. Por esta razón, en este artículo desarrollaremos los principales retos a la hora de afrontar un duelo por la pérdida de un ser querido.
El duelo: una experiencia común y particular a la vez
En primera instancia, debemos saber que atravesar un duelo es un evento esperable, deseable y normal tras una pérdida. Un duelo es la experiencia subjetiva que aparece luego de una pérdida. Perdura por un determinado período de tiempo en el que se asume la pérdida, se asimila, se madura y se supera —autoras como Kübler-Ross incluso distinguen “fases” dentro de un proceso de duelo— pero que no puede ser fácilmente encasillado dentro de un número fijo de días o meses.
No hay un tiempo correcto para duelar a alguien. Eso sí, el duelo no dura para siempre, pero de ninguna forma superar un duelo significa que el ser querido se olvide o en la memoria deje de doler. Sería correcto afirmar genéricamente que “dura lo que tiene que durar” y que incluso habiendo atravesado por completo el período de duelo el recuerdo de la persona fallecida puede doler. Todo esto depende de las características individuales del doliente, su historia y su vínculo con aquello que se perdió.
Un proceso de duelo puede desencadenarse tras diversos motivos, como la pérdida de un trabajo, un amor, una amistad, un proyecto personal, un ideal mayor, y cómo no, un ser querido. El duelo de un ser querido conlleva un conjunto de consecuencias psicológicas que se traducen en la forma en que se comporta una persona, en relación al mundo exterior y consigo misma; también supone el despliegue de rituales para afrontar la pérdida; la aplicación de distintas estrategias de afrontamiento ante el estrés, la tristeza, la angustia, etcétera.
El duelo no inicia necesariamente de forma inmediata tras la muerte de un ser querido. Como bien decíamos, hablar de duelo es imposible sin hacer alusión al hecho de que cada experiencia es particular. Una prueba de ello son las investigaciones que se han realizado sobre los duelos de seres queridos cuyo fallecimiento es predecible (en general, debido al atravesamiento de una enfermedad), lo que se denomina “duelo anticipado”.
Los estudios indican que un duelo anticipado puede provocar tanto un atenuamiento de los sentimientos de tristeza y vacío propios del duelo —porque el duelo estaba gestándose previo al fallecimiento— como una intensificación de los síntomas —porque la prolongación de ése estado de vulnerabilidad del ser querido podría haber estrechado la relación con el doliente y hacer de la resolución del duelo un proceso más difícil—. Como podemos ver, la experiencia de cada sujeto es única en relación al duelo, y por lo tanto, igual de válida.
- Artículo relacionado: "Salud mental: definición y características según la psicología"
Los principales retos frente al duelo de un ser querido
A continuación, expondremos los principales retos que una persona podría afrontar al atravesar el duelo por la pérdida de un ser querido.
1. Permitirse sentir el dolor
A pesar de que cierta cuota de malestar sea ineludible en la vida, los seres humanos nos resistimos sistemáticamente a experimentarlo. En algunas ocasiones, ocurre que tras la pérdida de un ser querido una persona no sienta ganas de llorar o manifieste que todavía no es capaz de procesar la pérdida, a partir de frases como la tan oída: “aún no caigo”. En tal caso, es necesario darse el permiso de no forzarse a sentir algo que, en verdad, todavía no siente. Sin embargo, muchas personas experimentan un intenso dolor a raíz de la pérdida pero no se otorgan a sí mismas el espacio de sentir las sensaciones físicas del dolor: la opresión en el pecho, el cierre de la garganta, las alteraciones digestivas, la necesidad imperiosa de llorar. Por el contrario, huyen de ellas, suplantándolas con otras actividades o consumos problemáticos. Por esa razón, permitirse sentir el dolor es uno de los principales retos durante un proceso de duelo.
- Quizás te interese: "Dolor emocional: qué es y cómo gestionarlo"
2. Estar dispuesto/a a compartir el dolor
Como bien enfatizamos en varias ocasiones, no hay una única forma de vivir un duelo y por lo tanto no es necesario obligarse a conversar con los demás sobre la pérdida si no se quiere. No obstante, se trata de una práctica que puede reforzar los vínculos sociales con los demás —sobre todo, si son personas que también mantenían una relación estrecha con la persona fallecida—; puede prevenir el aislamiento y aminorar el sentimiento de soledad.
- Artículo relacionado: "La importancia de expresar las emociones, en 7 claves"
3. Elaborar la pérdida
Uno de los principales retos una vez asumida la pérdida es su elaboración. La elaboración de una pérdida es uno de los hitos que componen el proceso del duelo, e implica otorgarle un sentido a la partida del ser querido. A veces, nos obsesionamos con el “no pensar” en el dolor que nos genera que alguien no esté más entre nosotros cuando, en verdad, es a partir de la reflexión y el procesamiento de lo sucedido que podemos sobreponernos a las dificultades de un duelo.
Tomarse el tiempo para escribir sobre lo sucedido, permanecer tiempo en silencio, realizar rituales que simbólicamente representen algo para nosotros en relación a la persona fallecida, son algunas prácticas que pueden ser útiles en la elaboración de la pérdida.
4. Abrazar el cambio: una nueva etapa de la vida
El duelo de un ser querido nos transforma. Por un lado, nos brinda oportunidades para el crecimiento, ya que nos obliga a ponernos “puertas adentro” para procesar la pérdida y nos conduce a revisar cuáles son nuestras prioridades vitales. La pérdida de un ser querido es, en sí mismo, un aprendizaje acerca del modo en el cual nos vinculamos con las personas que más amamos; y también, es un aprendizaje en el sentido de que nos obliga a desplegar un conjunto de estrategias para afrontar una situación tan difícil. Todos estos aprendizajes no se olvidan, sino que se acumulan en nuestra “mochila” de habilidades para ser más flexibles en futuras situaciones de cambio.
Por otra parte, el duelo nos transforma y nos cambia ya que la pérdida de un ser querido habrá supuesto un empobrecimiento de nuestra vida en una u otra forma, y está bien reconocerlo y aceptarlo radicalmente. Duelar a una persona se trata de un ejercicio de compasión para con nosotros mismos y con quienes también están procesando éste período de cambio. Después de la pérdida de un ser querido la vida misma cambia.
Blanca Ruiz Múzquiz
Blanca Ruiz Múzquiz
Psicoterapeuta de Familia y Pareja
En definitiva, debemos ser compasivos, no sólo porque el proceso es muy difícil, sino también porque es inevitable transitar el dolor. En caso de que sea demasiado doloroso afrontar un duelo por la pérdida de un ser querido, un profesional de la salud mental puede ser de gran ayuda para transitar este momento de tanta vulnerabilidad.