Si hablamos de arte románico, seguramente todos tendremos bastante claro a qué periodo estamos haciendo referencia. Efectivamente, es uno de los estilos artísticos más conocidos de la Edad Media, generalmente presentado en contraposición con el gótico. Seguramente, en muchos manuales habréis visto al románico identificado con una cierta oscuridad intelectual y con una Europa pobre y rural; por el contrario, el gótico se relaciona, sin excepción, con el despertar de las ciudades, la burguesía y el humanismo medieval.
No le falta razón a esta generalización, por supuesto; sin embargo, y como siempre, no hay que dejarse llevar totalmente por los tópicos. Porque a pesar de que, efectivamente, el románico es hijo del feudalismo, no es menos cierto que el románico pleno coincide con el auge de las ciudades y la escolástica medieval y que, de hecho, las primeras y más importantes catedrales de Europa se construyeron en este estilo. Algunos ejemplos son las catedrales de Pisa y de Verona, en Italia, las de Santiago de Compostela y Lisboa en la Península Ibérica, la de Bamberg en Alemania y la de Arlés, en Francia.
¿Qué sabemos, pues, del arte románico? Y, sobre todo ¿a qué llamamos arte románico? ¿Cuáles son las características de este estilo artístico? ¿Es el románico un estilo único, o, por el contrario, presenta diferencias significativas dependiendo de la región y el momento histórico? Os proponemos un viaje al nacimiento y la gestación del románico; un viaje en el que, además de ofrecer una visión general, intentaremos arrojar luz sobre algunos de los tópicos más frecuentes y generalizados de este estilo de la Edad Media.
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El arte románico no siempre se llamó románico
Efectivamente, los artistas de la Edad Media que levantaron las iglesias y los monasterios románicos no se llamaban a sí mismos artistas románicos. De hecho, la gran mayoría de denominaciones artísticas aparecieron mucho más tarde que el estilo o época al que hacen referencia, y no siempre de forma apreciativa.
El arte medieval, tan denostado durante siglos, empezó a recuperar el interés de los estudiosos en el siglo XIX. Fue en esta centuria cuando se acuñó el vocablo románico para referirse al arte de los primeros siglos de la Edad Media. El término hace hincapié en las soluciones romanas tardías y “decadentes” que se creía que usaba este estilo medieval; es decir, se utilizaba la palabra románico en sentido despectivo.
William Gunn, historiador de arte, fue el primero que, en 1819, empleó el término. Calificó a los edificios de esta época de Romanesque Architecture; un poco más tarde, en 1830, Arcisse de Caumont se refiere a este estilo como roman, haciendo un claro paralelismo entre el románico que, según él, proviene del arte romano, y las lenguas romances, que derivan del latín.
No le faltaba razón al tal Arcisse; de hecho, si bien el románico es una expresión artística común en toda Europa, cada región presenta unas peculiaridades concretas, igual que cada lengua vernácula es una interpretación de la lengua madre, el latín.
Veamos, primero, cuál es la periodización y el contexto de este estilo. Luego, comentaremos qué características generales presenta el arte románico y, finalmente, nos detendremos a analizar las particularidades geográficas de este estilo.
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Las etapas del románico
Tradicionalmente, los historiadores del arte han distinguido tres etapas en la evolución del estilo románico: el primer románico (siglos X-XI), el románico pleno (siglos XI-XII) y el tardorrománico o románico tardío (siglos XII -XIII). Sin embargo, y como siempre que hablamos de periodos históricos, esta separación es genérica y convencional, con el único objetivo de facilitar el estudio del románico, ya que esta periodización no se cumple en todos los lugares de Europa de la misma manera. Por ejemplo, en el Sacro Imperio Romano-Germánico la periodización del primer románico coincide con el denominado arte otoniano, muy característico de la época y de la región, y que presenta importantes diferencias.
El llamado románico pleno sí se puede considerar un estilo común en Europa (a pesar de las particularidades regionales que hemos comentado en el primer apartado). Este estilo se expande por toda Europa durante los siglos XI y XII, espoleado por una serie de circunstancias históricas y sociales muy concretas, que señalaremos a continuación.
La reforma gregoriana y la unidad del rito
La reforma de la Iglesia que, en el siglo XI, lleva a cabo el Papa Gregorio VII influye, y mucho, en la expansión de este estilo europeo más o menos homogéneo. Entre otras cosas, porque la reforma gregoriana supone la unificación de la liturgia católica en todos los territorios; es decir, a partir de ese momento, todas las iglesias europeas deben seguir en sus liturgias el rito romano. Los templos tienen que adaptarse, pues, a esta homogenización, hecho que facilita la aparición de edificios con características muy similares y concretas.
El sentimiento de unidad cristiana: las peregrinaciones y las Cruzadas
Durante los siglos del románico pleno surge en Europa un sentimiento de unidad espiritual sin precedentes. Los caminos se llenan de peregrinos que hacen circular las noticias y las novedades de ciudad en ciudad. La devoción hacia las reliquias de los santos crece sin parar; de hecho, para que un altar sea consagrado, es necesario que albergue una reliquia santa. Como resultado de esta fiebre devocional, se erigen nuevos templos en todos los rincones del continente, la mayoría levantados en este nuevo estilo que se expande por toda Europa.
La Primera Cruzada reactiva los caminos hacia Oriente y promueve un sentimiento religioso que unifica a todos los europeos; será este sentimiento el que, a la postre, refuerce una expresión artística única. Además, los cruzados regresan de Tierra Santa con reliquias sagradas y con obras de arte bizantinas, que tienen especial relevancia en la configuración del arte románico.
Así, como veremos más adelante, los iconos bizantinos, que muestran figuras hieráticas y planas sobre madera, tendrán grandísima influencia en la pintura románica. Por su parte, los mosaicos del Oriente bizantino impactarán en gran medida en el arte del norte de Italia; la catedral de San Marcos de Venecia es un ejemplo típico de este románico “orientalizante” italiano.
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Las universidades y el intercambio del saber
Contemporáneas a este mundo de exacerbada religiosidad, encontramos las primeras universidades, surgidas al abrigo de las cada vez más florecientes ciudades. Estos centros de saber atraen a estudiantes de toda Europa, y este flujo incesante de intelectuales que intercambian conocimientos tendrá también mucho que ver en la transmisión de las novedades artísticas del momento.
La abadía de Cluny y su expansión por Europa
La abadía de Cluny, en la región de la Borgoña, se funda en 910, y pronto se convierte en epicentro de una enorme red de monasterios que se extiende por toda Europa. Hasta aquel momento, el monacato europeo se caracteriza por una gran dispersión. Cluny será, en este sentido, un gran aglutinador de edificios monásticos (más de 1000 en toda Europa) que, a la postre, llevarán a una unificación estilística que se extenderá por todo el continente.
Pero ¿cuáles son estas características que se expanden por Europa y que configuran el llamado románico pleno? Veámoslas a continuación.
Características generales del arte románico
Como estilo presente en toda la Europa medieval de los siglos XI y XII, el románico pleno presenta unas características concretas. Antes de detenernos en las peculiaridades de cada región, vamos a hacer un breve repaso sobre cuáles son estas características generales del románico europeo.
La arquitectura románica
El edificio por excelencia en el arte románico es, por supuesto, la iglesia. El edificio suele ser de planta basilical o de cruz latina, y presenta, en su lado oriental, un ábside semicircular o recto y, en la parte occidental, un pórtico de entrada a la iglesia. Pegada al edificio encontramos la torre campanario; lo más usual es que sean dos (enmarcando la fachada principal occidental), pero también encontramos ejemplos con una sola torre (por ejemplo, las iglesias del Valle de Bohí, en Cataluña). Otra tipología de campanario habitual en el románico es la espadaña, un muro que sobresale verticalmente del resto de la edificación y en el que se abren vanos donde se cobijan las campanas.
La cubierta más habitual en las construcciones románicas es la bóveda de cañón con arcos fajones y contrafuertes exteriores, pero también podemos encontrar bóvedas de medio punto o apuntadas. De hecho, es un error relacionar este tipo de arco apuntado solo con el gótico, ya que encontramos no pocas edificaciones románicas que usan esta solución; entre ellas, la paradigmática iglesia de la abadía de Cluny. Otra de las bóvedas usadas por el románico es la bóveda de arista, que se forma con la confluencia de dos bóvedas de cañón.
En los monasterios, el elemento más importante es el claustro, espacio abierto desde donde se articulan las estancias monacales. En cada una de las pandas o lados del claustro encontramos capiteles donde abunda la escultura, con gran diversidad iconográfica: desde escenas religiosas y bíblicas hasta elementos de decoración vegetal o animal, pasando por figuras del bestiario medieval y decoración geométrica.
Durante el románico pleno, la era de las peregrinaciones por excelencia, hacen acto de presencia las iglesias de peregrinación. Esta tipología de edificios añade la girola, es decir, el deambulatorio o pasillo que rodea la parte posterior el presbiterio. Este nuevo elemento románico facilita no solo que los peregrinos puedan desplazarse alrededor del altar principal mientras se celebra la liturgia, sino que permite, además, que se celebren varias misas a un mismo tiempo, ya que a la girola se abren los absidiolos, pequeños ábsides dispuestos en batería.
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La escultura románica
En las iglesias románicas se despliega un auténtico programa iconográfico, que se concentra en las portadas y en los claustros. En las fachadas de las iglesias, la escultura se encuentra mayoritariamente en el tímpano y en las arquivoltas. La escultura románica está supeditada a la arquitectura, por lo que las formas se adaptan al espacio y a la forma del edificio. El programa iconográfico suele girar alrededor de la Divinidad, rodeada de la mandorla o almendra; es decir, la figura de Cristo como juez, el llamado Pantocrátor.
A su alrededor, es muy usual encontrar el Tetramorfos, es decir, la representación de los cuatro evangelistas: el águila para san Juan, el ángel para san Mateo, el buey para san Lucas y el león para san Marcos. Una iconografía bastante recurrente es la Virgen Theotokos, o la Virgen como madre de Dios, figura que procede directamente del mundo bizantino.
Tanto en la escultura como en la pintura románicas encontramos un acuciado convencionalismo en la resolución de las figuras. Las imágenes son estereotipadas y ofrecen poca libertad de innovación (aunque, en la realidad, cada artista es un mundo). Recordemos que en la Edad Media no importaba el cómo se representaba, sino el qué se representaba. El arte plástico medieval es un arte eminentemente conceptual; plasma realidades trascendentes, no realidades tangibles. Por ello, tanto en escultura como en pintura se suprimen los conceptos de espacio-tiempo; el mundo representado está más allá de la realidad que nos rodea.
La pintura románica
En el románico, encontramos tres formas principales de manifestación pictórica: la pintura mural, la pintura sobre tabla y el mosaico.
Ya hemos comentado que este último bebe directamente de los modelos de la Antigüedad tardía, así como del mundo bizantino, y está presente, sobre todo, en el románico de la Península Itálica, especialmente en la zona del Véneto y en Sicilia. Por su parte, en la pintura sobre tabla abundan los frontales de altar y los retablos (del latín retro-tabulum, literalmente, detrás de la mesa del altar).
En cuanto a la pintura mural, quizá la tipología más conocida del arte románico, podemos distinguir claramente dos técnicas: la pintura al temple y el fresco. Mientras que la primera técnica ofrece una pobre conservación, ya que el pigmento solo se adhiere a la superficie, la segunda garantiza una mayor durabilidad, ya que la técnica del fresco permite que la pared absorba los pigmentos y, de esta manera, la pintura quede integrada en el muro. Pero, precisamente por esto, el fresco es una técnica mucho más complicada, ya que, para garantizar esta absorción, el artista debía trabajar sobre la pared todavía húmeda. Esto, obviamente, ralentizaba el proceso, ya que durante cada jornada de trabajo solo se podía pintar sobre una parte concreta del muro.
La principal iconografía pictórica románica se encontraba en el ábside, que era, por supuesto, la parte más importante de la iglesia. Pero no por ello debemos pensar que el resto de los muros estaban desnudos. Muy al contrario; todo el edificio estaba policromado (la piedra vista es otro de los tópicos del Medievo). El programa iconográfico versaba, una vez más, sobre Cristo juez, representado como la luz del mundo (Ego sum lux mundi), y sobre la Virgen en Majestad como la madre de Dios (dos de los mejores ejemplos son el Pantocrátor de San Clemente de Taüll y la Virgen en Majestad de Santa María de Taüll). Igualmente, no hay espacio para la representación realista; se plasman conceptos, que se articulan mediante bandas horizontales. Las figuras muestran convencionalismos representativos y modelos estereotipados, y los colores son planos e intensos, con una clara influencia de los códices mozárabes.
Los “románicos” de Europa
Ya lo hemos comentado en la introducción; a pesar de que el románico pleno es un estilo bastante homogéneo, cada región presenta sus particularidades. Veamos, rápidamente, cuáles son estas características.
Italia
La característica más reconocible del románico en Italia es la inclusión del campanile o torre exenta, es decir, no adosada a la iglesia. De la misma forma, el baptisterio se alza aparte, como edificio con personalidad propia. El complejo pisano es un magnífico ejemplo de esta tipología italiana.
En el románico toscano en concreto, los edificios presentan acusada bicromía en los materiales. Finalmente, podemos destacar la enorme influencia bizantina que presenta el románico del Véneto (como la ya citada catedral de San Marcos de Venecia), así como en Sicilia, que también muestra influencia árabe y normanda.
Francia
En Francia, como es obvio, prima el ejemplo del monasterio borgoñón de Cluny que, como ya hemos comentado, exporta su modelo de monasterio al resto de Europa. Además, en las portadas francesas y borgoñonas encontramos una gran monumentalidad en las figuras, como atestigua la portada de San Pedro de Moissac.
Sacro Imperio Romano-Germánico
En la zona germánica del Imperio, los edificios románicos presentan una acusadísima verticalidad. Además, sus poderosos y gruesos muros dan a los edificios sacros apariencia de fortalezas, la cual se acentúa por la escasa ornamentación.
La zona del Pirineo aragonés y catalán
En la zona de los Pirineos encontramos una evidente influencia lombarda, así como también elementos provenientes de Cluny. Característica también de estas iglesias es la torre campanario única adosada al templo.
Camino de Santiago, Castilla y Navarra
El marcado papel que tuvo Cluny en el Camino de Santiago se refleja en la influencia estilística que este monasterio ejerció sobre los edificios de la zona. Fueron Alfonso VI de León y Constanza de Borgoña (su esposa, que provenía precisamente del ducado donde se encontraba Cluny) los que difundieron los preceptos cluniacenses por el reino, mediante la fundación de monasterios destinados a la repoblación.
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