La Escuela de París y 5 de sus artistas más importantes

Hablamos de los pintores que formaron parte de la bohemia parisina de entreguerras.

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Se les conoce como “la escuela de París”, pero, en realidad, no formaron escuela alguna. En esta denominación se engloban varios artistas que realizaron su obra en el París de entreguerras y que estaban vinculados a diferentes movimientos. No suponen ningún grupo cohesionado, ni siquiera siguieron unas directrices artísticas similares; cada uno de ellos era un creador libre y apasionado, frecuentemente entregado al ambiente de la bohemia parisina. En el artículo de hoy hablamos de la famosa “escuela de París” y de 6 de sus artistas más importantes.

¿Qué es la “escuela de París”?

Se denomina “escuela de París” a un grupo heterogéneo de artistas (pintores, escultores, diseñadores, etc.) que vivió en el París de entreguerras, esto es, desde la Primera Guerra Mundial hasta los inicios de la Segunda. En concreto, la duración de la escuela se suele acotar entre los años 1915 y 1940, los años que marcan la gran tragedia de las guerras.

La mayoría de estos artistas se conocían entre sí, pues muchos de ellos eran inmigrantes llegados a la capital francesa a principios del siglo XX que se ayudaban y apoyaban mutuamente. Los años 1905 y 1906 suelen ser comunes para sus llegadas; son años clave en los que la atracción que implica la efervescencia cultural de la urbe no deja indiferente a multitud de jóvenes europeos, vivamente interesados por la actualidad más rabiosa del mundo del arte.

La mayoría de estos jóvenes provienen del este de Europa, pero pasarán la mayor parte de su vida en Francia, su país de acogida. Pero ¿qué tienen en común todos estos artistas de la escuela de París? Nada, a no ser que sea su amor por el arte, por la vida bohemia y la coincidencia en el tiempo y el espacio. Cada uno sigue su propio estilo y se adhiere a un movimiento, por lo que la denominación escuela no deja de ser, realmente, algo bastante impreciso.

Artistas importantes en el París de entreguerras

Muchos de estos artistas son nombres inmortales. Amedeo Modigliani, Jules Pascin, Chaïm Soutine, Robert y Sonia Delaunay, Olga Sacharoff… y, por supuesto, el genial Pablo Picasso al que, curiosamente, no se suele incluir en la lista, a pesar de que se movió por París en la misma época que sus compañeros. Quizá el motivo haya que buscarlo en el hecho de que, cuando los demás empezaban a hacerse un hueco en el mundo artístico de la capital francesa, Picasso, Braque y Matisse ya eran auténticos monstruos en sus respectivos estilos.

A principios del siglo XX, París se había erigido como uno de los mayores centros creativos de Europa. La multitud de galerías y los numerosos marchantes y coleccionistas atraían a los aspirantes a artista, por lo que en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial empezaron a converger en la Ciudad de la Luz jóvenes de todo el mundo con un deseo común: triunfar en el mundo del arte.

A menudo, su obra queda relegada a un puesto secundario. Y es que muchos de ellos se hicieron famosos en la noche parisina y protagonizaron episodios turbulentos relacionados con alcohol, prostitutas y drogas. Lo que comúnmente se conoce como “vida bohemia”, claro está. Y es que el París de entreguerras tenía mucho de todo eso.

A continuación, os traemos a 6 artistas que suelen engrosar la nómina de pintores de la escuela de París, poseedores todos ellos de un carácter creativo muy diferente pero que, indudablemente, recibieron alguna influencia mutua. Veámoslo.

1. Amedeo Modigliani, el “maldito”

Para hacer honor a la verdad, el epíteto lo comparte el italiano con algunos colegas más, entre ellos, Chaïm Soutine y Jules Pascin, auténticos enfants terribles de la bohemia parisina de entreguerras. Sin embargo, a Modigliani le sienta especialmente bien el apodo, puesto que coincide con la pronunciación francesa de su diminutivo, tal y como le conocían sus allegados: Modì, (maudit, maldito).

Nacido en Livorno en 1884, Modigliani llega a París en 1906, justo cuando el nuevo siglo apenas empezaba, y justo cuando la vibrante ciudad se llena de alegría y de joie de vivre. Es la época de la Belle Époque, y la capital francesa ofrece un innegable atractivo para los jóvenes europeos que pretenden ser alguien en el mundo del arte.

En un principio, Modigliani desea ser escultor, pero el material resulta muy caro para sus pobres bolsillos. Además, la tuberculosis que arrastra desde muy joven le hace ser especialmente susceptible al polvo del mármol. Abandonada la idea de dedicarse a la escultura, Amedeo decide seguir la senda de la pintura, faceta en la que empezará a destacar al final de su vida, su época más productiva. Con su inconfundible estilo, inspirado en las estatuillas y las máscaras tribales (que contempló y admiró en el Museé de l’Homme), realiza una serie de excelentes retratos, entre los que destacan los de Jeanne Hébuterne (1898-1920), su última musa y su último gran amor.

Más allá de su obra, Modigliani ha pasado al imaginario popular por su escabrosa existencia, inundada de alcohol, sexo y hachís. Su prematura muerte, con sólo 35 años, truncó una prometedora carrera que empezaba a despegar justo entonces. Jeanne Hébuterne, que también era pintora, se suicidó un día después.

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2. Chaïm Soutine, el pintor de la carne

No nos referimos a “carne” en el sentido lujurioso de la palabra, sino en el más prosaico que os podáis imaginar. Y es que, a pesar de haber cultivado otros géneros, Soutine es famoso por sus naturalezas muertas, constituidas en exclusiva por piezas de carne vacuna y de gallina, que el pintor buscaba con avidez por los mercados y las carnicerías de París.

Un buen ejemplo de su extraña fascinación por los restos cárneos es su cuadro Buey desollado, donde los despojos del animal apenas se vislumbran entre la maraña de pinceladas sueltas. Por cierto, parece ser que el pintor retuvo tanto tiempo la carne en su estudio que esta empezó a oler con fuerza y alertó a todo el vecindario.

Soutine quería ser pintor, pero su deseo, en una familia judía ortodoxa rusa donde se prohibía cualquier representación, era difícil de materializar. Su padre, por supuesto, no aprobaba su sueño, por lo que el joven Chaïm tuvo que emigrar a Minsk, con sólo dieciséis años, para estudiar bellas artes y empezar a construir su carrera como artista.

Finalizados sus estudios, que le llevaron también a Vilna, en 1913 llega a la efervescente París, donde se instala en Montparnasse y se hace amigo del otro “maldito”, Amedeo Modigliani. La obra de Soutine, de un marcado expresionismo, se hace bastante célebre en la década de 1920, y en 1937 encontramos algunas de sus obras en la Exposición de Artistas Independientes.

La invasión nazi de París y la Segunda Guerra Mundial le llena de inquietud, pues recordemos que Soutine es judío. Ante semejante amenaza, el pintor decide poner pies en polvorosa y abandonar su ciudad de acogida. Se instala en una pequeña localidad cerca de Tours, donde intenta pasar desapercibido, pero la angustia ante el avance nazi lo mantiene en vilo y merma considerablemente su salud. En 1943, es intervenido por una úlcera perforada y fallece durante la operación.

3. Robert y Sonia Delaunay, la fuerza del color

El matrimonio formado por el francés Robert Delaunay (1885-1941) y la ucraniana Sarah Sophie (Sonia) Stern (1885-1979) no sólo constituyó una sólida unión basada en el amor y la complicidad absoluta, sino que también supuso uno de los tándems más efectivos de la historia del arte. Y es que tanto uno como otro se dedicaron por completo al arte y fueron dos de los grandes patrocinadores del abstraccionismo y la yuxtaposición del color.

Robert creó el término simultaneísmo para hacer referencia precisamente al hecho de aplicar pequeñas tonalidades yuxtapuestas que, en conjunto, formaran para el ojo humano una armonía de colores. Esta idea está en estrecha relación con el abstraccionismo puro (como el promulgado por Kandinsky), en el que los colores “bailan” por el lienzo como al compás de una música perfecta.

Sonia y Robert se conocieron a través de Wilhelm Uhde, en la galería del cual ella había expuesto por primera vez en 1908. La joven inmigrante ucraniana se había casado por conveniencia con Uhde para evitar regresar a Rusia (recordemos que, en aquellos años, Ucrania pertenecía al Imperio Ruso). Sin embargo, el flechazo con Robert fue instantáneo, y en 1910 Sonia se divorcia de Uhde para contraer matrimonio con Delaunay.

Sonia Delaunay no sólo fue pintora, sino que se dedicó con igual pasión al diseño de objetos, todos realizados con alegres colores, e incluso al diseño de carteles publicitarios. La artista tenía muy claro, desde que vio la obra del fauvista Matisse, que su vehículo de expresión sería siempre el color. A través de él, tanto ella como su marido crearon una obra brillante y viva que influenció profundamente en el desarrollo del arte abstracto. Los Delaunay son, sin duda, una pareja clave en el panorama artístico del siglo XX.

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4. Jules Pascin, el otro “maldito”

Ernest Hemingway lo retrató en uno de los capítulos de París era una fiesta, la obra que dedicó a la bohemia parisina de entreguerras. El nombre del capítulo es bastante elocuente: Con Pascin en el Dôme. El escritor relata una noche en el famoso café de Montparnasse, de donde ve salir a Jules Pascin del brazo de dos modelos.

Y es que la figura del artista era de sobras conocida en los suburbios parisinos. Ataviado con su inseparable sombrero hongo, era conocido como “El Príncipe de Montparnasse”, rivalizando su fama con el mismísimo Modigliani con el que, por cierto, también compartía epíteto: “el maldito”.

Nacido en Bulgaria y afincado en París desde 1905, Pascin, de verdadero nombre Julius Mordecai Pincas, intentó desde muy pronto hacerse hueco en el mundo artístico a través de sus magníficos dibujos y acuarelas, que retrataban, usualmente, figuras femeninas. Una de sus modelos fue su amante y después esposa, Hermine David, con la que compartiría techo y vida desde 1907.

Sin embargo, el atormentado e inquieto Pascin se sentía inseguro de su talento. El alcohol era compañero habitual de su existencia, y los estados depresivos fueron frecuentes. El 2 de junio de 1930, en vísperas de la inauguración de una exposición individual que parecía prometedora, Pascin se cortó las venas y se ahorcó en su estudio de Montmartre.

5. Olga Sacharoff, la vanguardista catalana

En realidad, era catalana de adopción, pues había nacido en Tiflis en 1889. Sin embargo, la artista georgiana siempre tuvo una conexión especial con Cataluña, en la que se instaló definitivamente tras el término de la Guerra Civil, y donde falleció en 1967. Su amor por su tierra de acogida se plasma en los numerosos cuadros que realizó sobre el folklore catalán, una representación al más puro estilo naíf de las tradiciones de la tierra.

Pero antes que en España, la pintora se había afincado en París, el destino artístico por excelencia de las primeras décadas del siglo XX. Es el año 1911, y Olga aterriza en la capital francesa tras una breve estancia en Múnich, donde conoce el expresionismo alemán y también al fotógrafo Otto Lloyd, que más tarde será su marido. Es en París donde Olga toma contacto con las vanguardias, con las que queda absolutamente fascinada; en especial, con el cubismo sintético, al que seguirá estilísticamente durante sus primeros años.

Tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, y de forma parecida a Robert y Sonia Delaunay, Olga y su esposo buscan refugio en España, que era neutral en el conflicto. El flechazo con Barcelona es instantáneo y, tras una segunda estancia en París (a donde acuden cuando estalla la Guerra Civil española), Olga y Otto regresan a Barcelona. La casa de la pareja se convierte en centro de animada tertulia en la ciudad condal, lugar que la artista ya nunca más abandonaría.

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  • CALVO SANTOS, MIGUEL, Olga Sacharoff, artículo publicado en HA! Historia del arte, marzo de 2017
  • CLUSELLAS PAGÈS, CARME (2018), Olga Sacharoff. Pintura. Poesía. Emancipació, Generalitat de Catalunya
  • DELAUNAY, SONIA (2021), Iremos al sol, Universidad Jaume I, servicio de comunicación y publicaciones
  • DUPOUY, ALEXANDRE (2004), Pascin, Parkstone Press
  • CARL, KLAUS (2015), Chaïm Soutine, Parkstone Press
  • SALMON, ANDRÉ (2017), La apasionada vida de Modigliani, Ed. Acantilado

Periodista

Licenciada en Humanidades y Periodismo por la Universitat Internacional de Catalunya y estudiante de especialización en Cultura e Historia Medieval. Autora de numerosos relatos cortos, artículos sobre historia y arte y de una novela histórica.

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