Antonio Machado decía: No hay mayor necio que el que confunde el valor con el precio. Parece ser que, en nuestro mundo contemporáneo, sucede algo parecido. De todos es conocida la burbuja inmobiliaria que motivó, en parte, la crisis de 2008; en un mundo capitalista, el mercado del arte no iba a ser menos. Sin embargo, ¿existe realmente una burbuja en el mercado del arte?
Ligado a esto, surgen otras preguntas. Está claro que las grandes fortunas que invierten en arte, en su mayor parte, invierten en lo que para ellos es un producto de mercado. ¿Aprecian el arte por el que apuestan o, simplemente, lo utilizan como quien compra acciones de una compañía? Y, lo que todavía es más preocupante, ¿qué hacen estos inversores para sostener los precios de los artistas que protegen?
En este artículo vamos a hablar de si existe realmente una burbuja en el mercado del arte y de cómo se mantiene todo este engranaje de especulación, oferta y demanda.
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La burbuja del mercado del arte contemporáneo
A lo largo de la historia del arte, las obras se han valorado por criterios estéticos, simbólicos o técnicos. Hoy en día, sin embargo, es el precio el que determina el valor de un artista, lo que enlaza con la magnífica frase de Machado que exponíamos al principio. Nos preguntamos, por tanto: ¿Es igual valor que precio?
Este fenómeno es especialmente resaltable en el arte contemporáneo, en el que grandes fortunas invierten en artistas vivos como un valor de mercado más. Para ello, muchos inversores protegen los precios de las obras de estos artistas, pujando ellos mismos en las subastas para que el precio de su obra aumente.
De esta forma, se aseguran de que las creaciones de estos artistas se revaloricen de una manera artificial; es decir, que su valor aumente en base al precio. Todo ello crea una situación difícilmente sostenible, en la que el arte se ve encerrado en una escala ascendente de precios que sólo pueden permitirse unos pocos. En otras palabras, el mercado del arte es altamente elitista. ¿Debería ser así?
El monopolio lucrativo del arte
Existen leyes internacionales por las que un solo propietario no puede tener más de un porcentaje determinado de un producto existente en el mercado. Mediante esta legislación se protege la economía mundial y se evitan monopolios que puedan controlar en exclusiva la producción y la venta de un mismo producto. Sin embargo, en el mercado del arte esto no es así.
No existen leyes al respecto, y este vacío legal facilita que muchos inversores tengan en su posesión una cantidad desmesurada de obras de un determinado artista, por lo que pueden controlar, para su propio beneficio, la compraventa del resto de sus obras. Un monopolio en toda regla, vaya.
Por ejemplo, si un magnate posee una cantidad X de obras de un artista, es evidente que su principal interés será incrementar su precio en el mercado. Para ello, a menudo estas grandes fortunas se sirven de procedimientos para conseguir su objetivo que, si bien son legales, resultan “poco éticos”, como el que hemos mencionado anteriormente. Así, a través de la puja en subasta, estos protectores se aseguran de que el precio de su protegido resulte convenientemente alto para que su interés en el mercado del arte no decaiga.
El sonado caso de los Lirios de Van Gogh
En 1987, la casa de subastas Sotheby’s subastó la obra Lirios del pintor Vincent van Gogh. En principio, lo lógico hubiera sido que el cuadro se hubiera vendido por 25 millones de dólares, que era el precio máximo que se ofrecía. Pero, con el objetivo de aumentar artificialmente el precio, la casa de subastas prestó 25 millones de dólares a otro pujador para que se hiciera con la obra, que finalmente se vendió por 53 millones de dólares.
Con esta acción, Sotheby’s cobró una comisión que doblaba la cantidad que hubiera percibido de no haberse realizado el préstamo. El estado de Nueva York investigó el caso y, desde entonces (y que se sepa) no se han vuelto a realizar este tipo de prácticas de dudosa ética.
El arte como producto de inversión
Hacia 2006, entran en el juego del arte algunos magnates rusos y grandes fortunas del petróleo, lo que disparó aún más los precios del arte contemporáneo. En consecuencia, la burbuja del arte llegó a su cénit... pero no se rompió. Según Artprice, el precio del arte contemporáneo aumentó un 800% entre los años 2003 y 2008 y, cuando se produjo la crisis crediticia ese último año (la crisis que sacudió al mercado inmobiliario, entre otros) el mercado artístico pareció no inmutarse. ¿A qué se debía este fenómeno?
El auge del mercado artístico está haciendo que los artistas por él encumbrados estén realizando obras repetitivas y comerciales sin un sentido conceptual ni técnico claro. Cada vez más, el arte protegido por el mercado se ha convertido en un producto de inversión, y muchos artistas entran en el juego por el enorme beneficio económico que les supone. La pregunta es: ¿cómo se verá este arte de mercado en un futuro?
¿Un momento único en la historia?
En la década de 1870, los artistas que triunfaban eran los artistas académicos. Si preguntamos al lector a cuántos de estos artistas conoce, probablemente su respuesta será bastante reducida. Sin embargo, los artistas impresionistas que estaban surgiendo por aquel entonces exponían sus obras en el salón de los artistas rechazados por la Academia oficial.
Si preguntamos, en este caso, por los artistas de este movimiento, la respuesta será muchísimo más amplia, lo que demuestra que la perspectiva histórica cambia los criterios de valoración de los artistas y sus creaciones.
En el futuro, ¿qué artistas se encontrarán en los libros de historia del arte? ¿Los encumbrados por el mercado de forma artificial como modelo especulativo de la sociedad de nuestra época o los creadores actuales que, en muchas ocasiones, necesitan compaginar su arte con otro trabajo para poder llegar a fin de mes?