Antes de que la Península Ibérica fuera conquistada por los romanos, en esta región había principalmente dos culturas, las cuales dejaron un importante legado arquitectónico en lo que hoy en día es España: los celtas y los íberos.
Los íberos constituyeron un conjunto de pueblos que vivieron por lo que hoy es Andalucía y el litoral mediterráneo, además de partes del centro de la península. Esta cultura era la descendiente de la tartésica y la almeriense, con influencias fenicias y griegas y es considerada como la de mayor relevancia cultural antes de la llegada de Roma.
En este artículo vamos a ver quiénes fueron los íberos, cómo se organizaron socialmente, cómo eran sus ciudades y cómo vivieron.
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¿Quiénes fueron los íberos?
Los íberos fueron un conjunto de pueblos que vivieron en la Península Ibérica prerromana. Hasta hacía relativamente poco se creía que los íberos eran, junto con los celtas, los primeros habitantes de lo que hoy es la España continental, aunque se ha podido demostrar que en realidad eran los descendientes de culturas anteriores que se desarrollaron en el sur y el levante de la Península Ibérica, entre ellas la cultura tartésica y la almeriense.
El nombre de los íberos se lo debemos a los griegos de la Antigüedad Clásica. Fueron comerciantes, escritores y militares helenos quienes, al explorar la península, bautizaron con este nombre a las gentes situadas mayormente en la costa mediterránea ibérica, distinguiéndolas de quienes vivían más al centro, al norte y en la costa atlántica, que eran los celtas.
Los íberos no formaban una cultura uniforme, ni siquiera se puede hablar de un pueblo íbero como algo homogéneo o de una raza íbera. Son muchos los pueblos que conformaban el grupo ibérico en su máxima extensión, en tanto que unos estaban relacionados con los demás, pero su idiosincrasia impide aglutinarlos todos en una misma cultura ibérica, puesto que tenían formas de vivir distintas e, incluso, hablaban y escribían de formas varias.
En base a ello se distinguen dos grandes grupos: los íberos andaluces y los levantinos. Dentro del grupo andaluz tenemos a los mastienos (Murcia), bastetanos y bástulos (Almería y Granada) los oretanos, los curetes, los etmaneos y los turdetanos (orillas del Guadalquivir). En el grupo levantino tenemos a los layetanos, cosetanos e ilercaones (Cataluña), los ilergetes y edetanos (valle central del Ebro) y los contestanos (Comunidad Valenciana).
Historia de este grupo de etnias prerromanas
La primera referencia sobre los íberos que se tiene es del siglo IV a. C, concretamente en el texto “Ora maritima” (Las costas marítimas) del poeta Rufo Festo Avieno, quien hace un recorrido por toda la Hispania prerromana y explica cómo era esa tierra hasta mil años atrás a su tiempo. Avieno se refiere a los íberos como el pueblo que habitaba las costas mediterráneas de la península, aunque cabe decir que también se tienen evidencias de que poblaron el sur de España y parte de Francia. El poeta los consideró un pueblo más civilizado que sus vecinos celtas.
Se sabe que hubo una época íbera antigua, en torno al siglo VII a.C., y otra considerada el período clásico, que iría del siglo V a.C. al III a.C. los siglos V y IV a. C. son el momento en el que la cultura ibérica alcanza su mayor esplendor. El dominio cartaginés, durante el siglo III a.C. pone punto final al período conocido como ibérico clásico, iniciándose la segunda etapa en la que recibirían influencias.
El final de la cultura íbera vino con la romanización de la Península, iniciada con la victoria de los romanos sobre los cartagineses en la Segunda Guerra Púnica. Más que como desaparición de esta cultura, los íberos llegaron a su final al disolverse su sociedad. Fueron perdiendo su independencia social y, también, sus rasgos culturales distintivos, integrándose con el paso del tiempo en el extenso mosaico étnico que fue la Roma clásica.
Los romanos no fueron el único pueblo extranjero con el que los íberos establecieron contacto. Además de los griegos tenemos a los hermanos de los cartagineses procedentes de las extensas regiones que constituían la Fenicia en tiempos de los íberos, como Siria, Líbano, Israel y Palestina. Debido a sus contactos exteriores, es indudable que debieron recibir influencias de culturas no peninsulares con lo cual siempre ha habido el problema de determinar exactamente qué es cultura íbera pura y que son influencias.
La sociedad ibérica
Como hemos comentado, los íberos no constituyen un grupo homogéneo culturalmente y esto queda reflejado también en sus estructuras sociales. Los íberos andaluces y los levantinos presentaban grandes diferencias en cuanto a la forma en cómo se organizaba su sociedad y, aunque de forma mucho más sutil, también habían diferencias dentro de los dos grandes grupos.
Íberos andaluces
Los íberos andaluces (llamados así a pesar de que Andalucía aún no existía), de quienes se tiene sospecha que eran más antiguos que los levantinos, tenían una sociedad muy estratificada. En la cúspide se encontraba la clase noble, económica y políticamente muy poderosa, cuya riqueza y poderío ha quedado evidenciado en los más que lujosos restos de ajuar y enterramientos que han dejado para la posterioridad.
Había hombres libres y personas que trabajaban para los nobles. Estaba la casta superior dominante y el resto, que estaba vinculada a esa clase por medio de un sistema de clientes. Dentro de este sistema estaba la clase media superior, formada por artesanos y menestrales de la ciudad, y una media inferior, constituida por mineros, agricultores y ganaderos. En la base de la pirámide social se encontraban los hombres no libres, esto es, los esclavos y mercenarios extranjeros, habitualmente de origen celta..
Anteriores a los íberos andaluces existió la cultura tartésica, considerada su antecesora directa. Tartessos se disolvió como estado unido cerca del siglo VI a.C., dando lugar a diversas monarquías locales de tipo hereditario. Con el paso del tiempo, el desarrollo de las ciudades íberas y las diversas dinámicas de poder internas hicieron que sus reyes acabaran gobernando sobre varias ciudades, las cuales eran regidas por magistrados puestos por ellos mismos. La defensa de las ciudades estaba encomendada a los mercenarios.
Íberos levantinos
En la sociedad ibérica levantina parece que hubo menos diferencias entre clases sociales. En algunas ciudades el gobierno era administrado por un consejo de ancianos que actuaba en calidad de senado, aunque sí que se ve que, en momentos de tensión política y militar, se imponían caudillos y todos los ciudadanos se implicaban en la defensa de la ciudad. Con el paso del tiempo el modelo social levantino fue asemejándose al andaluz.
Los guerreros eran un extracto social importante y eran de los pocos, junto con los nobles, que recibían sepultura. Aristócratas como militares recibían grandes homenajes al ser enterrados, dotándolos de todo tipo de ajuar y vestiduras destacadas. Una de las grandes pruebas de que los íberos levantinos enterraban lujosamente a las clases poderosas lo tenemos con el caso de la Dama de Elche, escultura de una mujer íbera bien ataviada con todo tipo de adornos que indicaban su elevado estatus social.
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Los poblados ibéricos: ¿cómo vivían?
En un principio, los pueblos ibéricos vivían en comunidades tribales. La tribu ibérica era una estructura social constituida por personas relacionadas con lazos de parentesco, teniendo un antepasado común que bien podía ser real o supuesto. Es decir, si bien en muchos casos todos eran familia, otros podían creer en la existencia de un hombre muy anterior a ellos a quien se le atribuía haber sido el fundador de un linaje o una casta que bien podía ser pura leyenda y mitología.
Pero con el paso del tiempo estos pueblos fueron organizándose en torno a ciudades, una estructura social y geográfica que supuso la implantación de nuevos tipos de vínculos, muy distintos a los aplicados en las tribus anteriores. Llegados a este estadio, la estructura tribal evoluciona a una sociedad puramente urbana, siendo la ciudad el núcleo básico de la sociedad ibérica más desarrollada.
No todas las ciudades ibéricas eran iguales ni se construían de la misma forma. Las que se situaban a orillas del Mediterráneo o estaban cerca de muchos caminos, que solían coincidir con zonas prósperas y aptas para el comercio, eran ciudades muy abiertas y que, al tener grandes ganancias, tenían suntuosos edificios. Es el caso de las ciudades andaluzas, con construcciones megalíticas imponentes y que fueron grandes focos comerciales, con minería y gran actividad pesquera, siendo de las zonas más ricas de la Europa clásica.
Estas ciudades tenían alta densidad demográfica y parece que tuvieron lugares en los que intercambiar bienes. Tenían plazas públicas cuya función era idéntica a la de los foros de las ciudades romanas, algo bastante llamativo que nos permite saber que entre los íberos, al menos los que vivían en ciudades, existía una conciencia pública materializada en forma de un mercado. Las familias tendrían sus objetos y bienes preciados en sus casas, pero también podían vender y comprar manufacturas.
Pero además de viviendas y espacios para comerciar, las ciudades disponían de estructuras de defensa, generalmente en forma de cerros y mesetas. Este tipo de estructuras eran más comunes en la región levantina y se debieron construir en respuesta al clima general de incertidumbre, inquietud e inseguridad al estar más cerca geográficamente del resto del continente.
Economía
Los íberos andaluces y los levantinos también se distinguían en la forma en cómo explotaban los recursos. Había diferencias económicas entre estos dos grandes grupos, atribuidas sobre todo a las diferencias en su estructura social. En la zona andaluza la riqueza era poseída por la clase dominante en gran medida, mientras que en la levantina había una distribución más equitativa, aunque no debemos pensar que era una sociedad plenamente igualitaria.
Los íberos trabajaban la tierra. Su actividad agrícola era sobre todo el cultivo extensivo del olivo y la viña, que se cree que fueron introducidos a través de sus contactos con los fenicios. También cultivaban cereales, aunque habían diferencias según la zona, habiendo más de este tipo de cultivos cerca de los ríos, sobre todo en el Ebro, el Segura y el Guadalquivir. Entre las frutas que también cultivaban estaban las granadas, las cerezas y las manzanas.
En cuanto a la ganadería, los íberos explotaban todo tipo de animales, entre los cuales no podían faltar los caballos, las ovejas, los toros, los bueyes y los asnos. También cazaban, aunque era una práctica más común cuando se tenía que satisfacer las necesidades momentáneas de la población.
Además de la agricultura y la ganadería, la tercera actividad económica más importante era la minería y la metalurgia. Sus tierras eran muy ricas en minerales, entre ellos oro y plata, además de cobre, hierro y plomo. Estos pueblos aprendieron a trabajar los metales a través de los celtas y los fenicios y con ellos fabricaban armas y herramientas para trabajar la tierra.
Por último, tenemos el comercio. Los íberos establecieron múltiples rutas comerciales con los pueblos de la época y, para hacer que los intercambios fueran más justos y ágiles, adoptaron la moneda, originalmente de tipo griego pero también llegaron a acuñar una propia. Gracias a ello pudieron establecer precios estables para los productos a intercambiar, evitando malentendidos y abusos en las transacciones.
Escritura y lengua íberas
Uno de los aspectos por los que los íberos son muy conocidos es que tuvieron un sistema de escritura propio bastante desarrollado. Se trataba de un sistema a medio camino entre la escritura alfabética y la silábica (semisilábico). Habían dos variantes, acorde con las diferencias culturales entre los íberos levantinos y los andaluces. Gracias a la existencia de monedas bilingües íberico-latinas se ha podido identificar los signos del alfabeto íbero levantino. También usaban el alfabeto griego.
La lengua, o mejor dicho, las lenguas íberas son un asunto de gran debate académico. Los expertos han sido capaces de averiguar cómo se pronunciaban y cómo se escribían gracias a los trabajos del arqueólogo Manuel Gómez-Moreno, pero no se han podido descifrar. Existen muchos restos de inscripciones íberas por todo el sur y este de España, pero no se sabe muy bien lo que quieren decir.
El íbero es catalogado como una lengua paleohispánica, lo cual en sí no es una familia de lenguas sino un término paraguas para referirse a las lenguas habladas en Iberia antes de la llegada de los romanos, sin necesariamente estar todas ellas emparentadas entre sí.
Se ha barajado la hipótesis de que el íbero podría estar emparentado con el euskera, y que el antiguo aquitano podría haber sido el descendiente más o menos directo de esta lengua, puesto que se cree que su fonética era muy similar y que compartían ciertas palabras.
Esta hipótesis no es compartida por la mayoría de los lingüísticas. De hecho, se considera que si bien podría ser cierto que el íbero y el aquitano antiguo hubieran tenido una fonética similar, eso simplemente vendría a indicar que una influyó en la otra, no que sean parte del mismo grupo de lenguas o que una sea un dialecto de la otra. Podrían haber alterado su fonética, vocabulario y gramática por simple interacción, fenómeno que en lingüística se conoce como Sprachbund.
Religión y cultos íberos
En la cultura íbera se encuentran rituales similares a los del ciclo de la Tierra Madre, propios de culturas que todavía dependen mucho de las actividades agrícolas, ganadería y pastoreo. Esta divinidad es comparada por el geógrafo e historiador griego Estrabón como un culto a la diosa Diana, que si bien no era exactamente a esa deidad a la que rendían homenaje sí que creían en una divinidad con mismos poderes.
El toro era un animal al que los íberos le rendían mucho culto y que relacionaban con la diosa tierra como con divinidades del cielo. Este animal era tomado como un símbolo muy polivalente, usado para muchos tipos de rituales, además de otros animales sagrados como los linces, buitres y lobos. El hecho de que el toro tuviera tanta importancia para los íberos ha planteado la hipótesis de que podrían haber estado relacionados con los talayóticos de las Islas Baleares, puesto que esta cultura también rendía culto al toro.
Los rituales sagrados se celebraban en templos construidos a cierta distancia de los pueblos y ciudades. Los cultos se solían hacer coincidiendo con ciclos agrícolas y, en especial, con el solsticio de verano. En cuanto a los rituales funerarios solían cremar a sus muertos, depositando sus cenizas en urnas que colocaban en una tumba. Los íberos creían en el más allá, a juzgar por lo lujosas que eran las tumbas de los aristócratas y cómo estaban decoradas.
Escultura
Muchos arqueólogos consideran que el arte de los íberos era el más rico y elaborado de los que hubo en Iberia antes de la llegada de los romanos. La mayoría de las esculturas que se han encontrado de estos pueblos proceden de santuarios y lugares de entierro. Las esculturas solían representar a guerreros, animales fantásticos y sagrados, como la Bicha de Balazote, además de representar a nobles en el lugar en el que fueron enterrados, como lo son la Dama de Elche y la Dama de Baza.
Con el paso del tiempo su estilo escultórico fue volviéndose más sofisticado, con influencias griegas y se cree que también pudieron recibir influencias chipriotas, hititas, etruscas y jónicas. Pero pese a la gran elaboración de sus esculturas, la pintura y cerámica íberas no son tan importantes, aunque sí que se han encontrado algunos restos de estos dos tipos de artes.
Referencias bibliográficas:
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- Presedo , F., (1980). Los pueblos ibéricos, Historia de España Antigua. I. Protohistoria, Madrid.
- Ruíz, A. & Molinos, M. (1993). Los iberos. Análisis arqueológico de un proceso histórico. Barcelona, Editorial Crítica. ISBN 84-7423-566-9.
- Sanmartí, J. & Santacana, J. (2005). Els ibers del nord, Barcelona.