En la obra Mujeres en su aseo, fechada en 1937, Picasso retrata, mediante la técnica del collage, a tres mujeres que se dedican a su toilette personal.
Aparentemente, podría parecernos una tranquila escena doméstica, pero la realidad es mucho más inquietante. Porque Picasso representó a las tres mujeres que, en aquellos años, giraban en torno a su vida: su todavía esposa Olga Khokhlova (estaban separados, pero nunca tramitaron el divorcio), su joven amante Marie-Thérèse Walter, con quien había tenido una hija, y la fotógrafa Dora Maar, a quien había conocido dos años antes y con quien mantenía una intensa relación.
¿Qué pretendía Picasso con ese cuadro? Dora aparece en el centro, con las piernas cruzadas en forma de X, en actitud crispada y tensa; en el lado izquierdo, Olga le peina los cabellos, mientras que, en la parte derecha del cuadro, Marie-Thérèse sujeta un espejo en el que se refleja el rostro de Picasso.
Es conocida la tormentosa relación que Picasso sostuvo con las mujeres. El tema ha hecho correr ríos de tinta, y razón no les falta a quienes le achacan un uso tóxico y narcisista de sus relaciones. La realidad es, sin embargo, más compleja, puesto que todas y cada una de ellas le inspiraron de un modo u otro y fueron los pilares sobre los que se sustentó la obra picassiana.
Las mujeres de Picasso: una historia compleja
En el libro que escribió acerca de su relación con el pintor, Françoise Gilot afirmaba que ella era la única que lo había dejado voluntariamente y que no había perdido el juicio tras su separación. Razón no le falta, aunque existen matices. Pero es cierto que Olga y Marie-Thérèse sufrieron mucho con su “reemplazo”, y que Marie-Thérèse se suicidó unos años después de la muerte del pintor. Por otro lado, Dora Maar, que, de nuevo según Gilot, fue su amante más inteligente, perdió el juicio y acabó ingresada en un sanatorio. Casi nada.
¿Por qué actuaba así Picasso con sus mujeres? ¿Qué magnetismo ejercía sobre ellas? Para entender la compleja relación que el artista sostuvo con ellas debemos remontarnos a su infancia en Málaga. Picasso creció rodeado de figuras femeninas: su madre, sus dos tías solteras y sus dos hermanas. Podemos trazar una semblanza psicológica a partir de ello: Picasso estaba acostumbrado a ser “servido” por las mujeres y a ser su centro de atención.
Obviamente, no podemos introducirnos por completo en la mente de una persona. Solo Picasso sabía por qué se comportaba así. Sin embargo, podemos ir recogiendo pistas en su biografía que nos pueden ayudar a reconstruir su cuadro psicológico. Hay que tener en cuenta, además, que estas relaciones han generado también una buena dosis de rumores y de leyenda, y a veces es difícil distinguir realidad de fantasía.
Las mujeres que le inspiraron
A continuación, encontraréis un breve bosquejo de 7 de las mujeres que formaron parte de la vida de Picasso. Algunas de sus relaciones fueron extremadamente fugaces, como Odette, la muchacha que fue su primera amante parisina, y Germaine, hermana de la primera, con la que parece ser que Picasso también mantuvo relaciones. Existen muchísimas más, pero en este artículo solo nos centraremos en las 7 mujeres más importantes de Picasso; las que influyeron poderosamente en su vida y en su obra.
1. Fernande Olivier (1881-1966), la primera gran compañera
Fernande fue su primera compañera oficial y una de las personas que más le ayudaron durante sus primeros tiempos de estancia parisina. En 1904, Picasso compartía un estudio en Montmartre con otros artistas, bautizado como Bateau-Lavoir por su aspecto parecido a uno de los barcos lavaderos del Sena. Cuentan que fue una tarde de agosto, bajo una lluvia torrencial, que Fernande y Picasso cruzaron sus miradas por primera vez. Ella estaba a punto de entrar al Bateau, calada hasta los huesos. A partir de entonces, se convertiría en su musa. Los dos compartirían 8 años de vida, hasta su ruptura definitiva en 1912.
Sin embargo, ello no quiere decir que Picasso no alternara a Fernande con otras mujeres. Es bien conocida la costumbre picassiana de “compaginar” relaciones, como si no se atreviera a dar por finalizada una relación sentimental hasta encontrar una sustituta. Cuando inició sus amoríos con Fernande, todavía se veía con Madeleine, la misteriosa modelo que posó para algunos de sus primeros cuadros.
En 1910, Fernande es intervenida quirúrgicamente. Ese mismo verano habían pasado una temporada en Horta de San Juan, donde el artista estudió el paisaje para sus pinturas y, según algunos biógrafos, se encaprichó con la hija de los dueños de la posada. Años más tarde, Fernande publicó un libro en el que relataba su vida con Picasso, y donde el pintor quedaba bastante malparado. Murió pobre y abandonada en 1966.
- Artículo relacionado: "¿Cuáles son las 7 Bellas Artes?"
2. Eve Gouel (1885-1915), un final trágico
Picasso conoció a la que sería su segunda compañera oficial en 1911, el mismo año en que él y su amigo Apollinaire fueron acusados de haber participado en el robo de la Monna Lisa y de estar implicados en la desaparición de unas estatuillas ibéricas del Louvre. Todavía no se había separado de Fernande, pero su relación, sumergida en una aguda crisis, era ya prácticamente insalvable.
Parece ser que con Eve Picasso encontró cierta estabilidad, tanto sentimental como emocional. Un hecho indicativo es que, en 1913, presentó a la joven a su familia. Probablemente se habría casado con ella de no haber aparecido la terrible enfermedad que, dos años después, acabaría con Eve a los 30 años.
La decadencia y la muerte de su compañera sumieron al pintor en un estado de profunda desesperación, que sin embargo no le privó de lanzarse en brazos de otras mujeres, como Gabrielle Despinasse, una joven de Montparnasse, con quien pasó incluso unas vacaciones secretas en Saint-Tropez, mientras Eve agonizaba. Está claro que Picasso necesitaba siempre a una mujer a su lado, y cuando una “se iba” (con la muerte, en este caso), la reemplazaba rápidamente por otra. El gran genio se sentía incapaz de vivir solo.
- Quizás te interese: "¿Qué es la creatividad?"
3. Olga Khokhlova (1891-1955), la primera esposa
Picasso había conocido a Jean Cocteau en París y se habían hecho amigos. Fue Cocteau quien, en 1917, pidió al artista que diseñara los decorados para el ballet Parade. Entusiasmado con el proyecto, que lo saca de la sombría existencia en la que se ha sumido tras la muerte de Eve, Picasso viaja a Roma para conocer a la compañía que representará el espectáculo. Entre los bailarines se encuentra Olga Khokhlova, una joven de veintiséis años que encandila al pintor.
Mucho se ha hablado sobre qué vio el apasionado y, a menudo, excéntrico Picasso en esta señorita burguesa que no era, ni mucho menos, la más inteligente ni la más culta de sus conquistas. A decir verdad, y tal y como recoge Olivier Widmaier Picasso, nieto del artista, en su libro Picasso, retratos de familia, Olga era una mujer convencional, que aspiraba a una vida tranquila de esposa y madre rodeada de comodidades. Sea como fuere, Picasso se enamora de la bailarina rusa y sigue a la compañía por toda Europa. En julio de 1918, ambos se casan finalmente.
En febrero de 1921 nace Paulo, el primer y único hijo de la pareja. Picasso lleva una vida apacible y tranquila con su mujer e hijo, y parece haber reencontrado aquella paz que había truncado la muerte de Eve. Pero ¿será acaso para siempre?
4. Marie-Thérèse Walter (1909-1977), la jovencísima amante
En 1927, Picasso conoce a una joven de 17 años, rubia, de límpidos ojos azules y un cuerpo de formas voluptuosas que la hacen parecer mayor de lo que es. Se llama Marie-Thérèse Walter. En unas declaraciones que ofreció para Lydia Gasman en 1972, Marie-Thérèse declaró que Picasso la abordó a la salida de la Galerías Lafayette de París. Por lo visto, el pintor le dijo que tenía una cara “interesante” y que le gustaría pintarla. Pronto, el malagueño, de 45 años, enloquece por la menor y la convierte en su amante. Todavía está casado con Olga.
La doble vida de Picasso, que se ve con Marie-Thérèse a escondidas, es llevada más o menos en secreto hasta 1935, año en que ella da a luz a su hija María de la Concepción (Maya). A partir de entonces empieza un proceso de divorcio que nunca culminará, en parte por la férrea reticencia de Olga, que seguirá siendo oficialmente la esposa de Picasso hasta su muerte en 1955.
Abandonar a una mujer por otra, e incluso solaparlas durante un tiempo, parece ser una constante en la vida sentimental del artista. Poco después del nacimiento de su hija, Picasso conoce en el café Les Deux Margots de París a la fotógrafa Dora Maar.
- Artículo relacionado: "Las 6 musas de artistas más famosas"
5. Dora Maar (1907-1997), enloquecer por amor
El nuevo amor de Picasso es una mujer atractiva, culta, de fina inteligencia y sentido del humor, además de independiente y resuelta. De verdadero nombre Henriette Theodora Markovitch, pronto cambia su nombre por el de Dora Maar. Victoria Combalía, especialista en su vida y obra, sostuvo alguna conversación telefónica con ella cuando Maar contaba ya casi noventa años. De estas conversaciones extrajo la conclusión de que era una persona muy observadora, inteligente y reservada.
Cuando Combalía habló con Maar, esta ya estaba inmersa en su retiro del mundo; prácticamente solo leía y rezaba. Tras el abandono de Picasso, Dora se hundió y pareció perder la razón, hasta el punto de ingresar en un sanatorio. Triste final para una mujer que había destacado por su independencia, resolución y energía. Dora Maar estaba con Picasso cuando este realizó su gran obra: el Guernica. La fotógrafa documentó todo el proceso de creación e incluso ayudó al pintor en el proceso. Maar y Picasso se compenetraban a la perfección, tanto intelectual como sentimentalmente, ya que ambos eran cultos, inteligentes y simpatizantes de las izquierdas. Se entendían.
Como también era habitual, Picasso “combinó” a Maar y a Marie-Thérèse durante un tiempo. Pero mientras que la primera conocía la existencia de la segunda (y de Maya), Marie-Thérèse no sabía nada de Dora. Hasta que ambas coincidieron en el estudio del Guernica… Y, mientras tanto, en 1943, Picasso conoce a Françoise Gilot.
6. Françoise Gilot (1921), la única que lo abandonó
Picasso conoce a una jovencísima Françoise en el restaurante Le Catalan. En el momento de escribir este artículo, es la única de las mujeres de Picasso que sigue todavía con vida.
Françoise demostró ser una mujer fuerte y segura de sí misma, puesto que fue la única que se atrevió a abandonar al artista. Como Fernande Olivier y Geneviève Laporte, una de las amantes que Picasso “combinó” con ella, Françoise escribió un libro sobre su relación, el famoso Vida con Picasso, que enfureció al pintor. Picasso llegó a interponer una demanda, pero Françoise ganó el pleito.
En Vida con Picasso, la autora retrata al artista como un hombre de mal carácter, que le decía que ella no significaba nada para él. Puede que con estas palabras Picasso quisiera poner de manifiesto su superioridad y su control sobre ella, pero Françoise se mantenía firme. En su libro, ella afirma que lo abandonó porque conocía que Picasso no podía mantenerse fiel por mucho tiempo, y que, por tanto, le esperaba el mismo fin que a las otras. Cuánta razón. Françoise decidió seguir su propia vida y alejarse de una relación tormentosa que no la beneficiaba en absoluto.
Con Picasso tuvo a Claude, nacido en 1947, y a Paloma, que vino al mundo en 1949 y que recibió su nombre por el trabajo que Picasso realizaba en ese momento: la insignia de la paloma de la paz.
7. Jacqueline Roque (1927-1986), la última compañera
Una joven Jacqueline de 26 años se encontró con un Picasso de 72 en el taller de cerámica donde ella trabajaba. Inmediatamente empiezan a verse y, como Olga Khokhlova había fallecido en 1955 y él era ya libre, ambos se casan en 1961. Jacqueline será la musa de las últimas pinturas de Picasso y estará a su lado hasta la muerte del pintor, acaecida en 1973.
Es inquietante la similitud que guarda el final de Roque y el de su predecesora Marie-Thérèse. En 1986, Jacqueline se pegó un tiro en Mougins, lo que engrosa la leyenda del macabro y triste final que tuvieron todas las mujeres que desfilaron por la vida del genio.