Las 6 musas de artistas más famosas

La vida de las 6 musas más conocidas de la historia y los artistas a quienes inspiraron.

Las musas de artistas más famosas

¿Qué es una musa? Originalmente, y según la mitología griega, las musas eran las nueve hijas de Mnemósine y Zeus, y eran las encargadas, entre otras cosas, de cantar para los dioses olímpicos. Además, las musas presidían el pensamiento, por lo que artistas, matemáticos, astrónomos y cualquier persona que trabajara su mente de una u otra manera debía su inspiración a estas nueve deidades.

Con el tiempo, la palabra musa empezó a hacer referencia, casi en exclusiva, a la mujer que inspira la obra de un artista. El término empezó a ser frecuente durante el Romanticismo, en el que se ensalzó el papel que habían tenido personajes como la Beatriz de Dante o Simonetta Vespucci, la musa de Botticelli.

Si bien durante el periodo romántico la relación del artista con su musa se idealizó, es cierto que estas mujeres tuvieron gran importancia en la producción artística de sus compañeros. Sin embargo, no siempre fue un intercambio satisfactorio para ambas partes. Existieron algunas, como Camille Claudel o Jeanne Hébuterne, para las que la relación con el artista supuso más bien una desgracia.

Las musas de artistas más importantes

A continuación, realizaremos un breve recorrido por 6 de las musas más famosas de la historia y los artistas a quienes inspiraron.

1. Simonetta Vespucci y Sandro Botticelli

El rostro de esta dama aparece en muchas obras del Quattrocento italiano, ya que fue musa de varios artistas de la época. Entre ellos, el más conocido fue Sandro Botticelli.

Simonetta Cattaneo, Vespucci por su matrimonio con Marco Vespuccio (primo del famoso Americo) vino al mundo en 1453, posiblemente en Génova, aunque su lugar de nacimiento sigue siendo fuente de discusión por parte de los historiadores del arte.

Algunos biógrafos apuntaron como lugar de origen Portovenere, en Liguria, tal y como asegura el poeta Angelo Poliziano. Sin embargo, puede que esta última versión sea simplemente un arreglo para hacer coincidir el lugar de nacimiento de Simonetta con el de esta localidad, “Puerto de Venus”.

Asimilar a la Vespucci con la diosa del amor tiene pleno sentido, ya que la belleza de la joven fue pronto admirada por todos en Florencia. No en vano, se la empezó a conocer como “La bella Simonetta”. El mismo Giuliano de Medici, el hermano del gran Lorenzo, osó hacerla su dama en uno de los torneos que se celebraron en la ciudad. Por aquellos días, Sandro Boticelli ya había caído subyugado por los encantos de la noble dama, y había plasmado sus facciones en varias de sus obras.

El rostro blanco y los cabellos rubios de Simonetta son los que resplandecen en el cuadro El nacimiento de Venus, que el artista pintó después de la muerte de la joven.

Simonetta falleció en abril de 1476, a los 23 años, víctima, al parecer, de una grave tuberculosis. Toda Florencia lloró su muerte. Sforza Bettini, uno de los agentes de Lorenzo de Medici, da testimonio de que, durante el traslado del cadáver de la joven por las calles de Florencia, su rostro no se cubrió, para que todos pudieran ser testigos de la belleza sin par de la fallecida (testimonio recogido por Jill Berk Jiminez en su Dictionary of Artists’ models).

La obsesión de Botticelli por ella parece confirmarse no solo por la multitud de veces que la plasmó en sus obras, sino también por el hecho de que dejara como última voluntad que, a su muerte, su cuerpo se sepultara en la iglesia de Ognisanti, en Florencia, a los pies del sepulcro de su musa.

2. Anna Maria Dalí y Salvador Dalí

En esta ocasión, hemos preferido desmarcarnos de la relación Gala-Dalí y centrarnos en su musa más desconocida, que no es otra que su hermana Anna María.

Anna María Dalí (1908-1989) fue la primera musa del gran pintor, así como su confidente más fiel, hasta la llegada de Gala. La relación del artista con su hermana era muy estrecha, y la inmortalizó en lienzos tan importantes como Muchacha en la ventana (1925), actualmente conservado en el Museo Reina Sofía de Madrid. Precisamente este museo publicó en su Facebook, en enero de 2020, la declaración que Anna María realizó para una entrevista de 1949: "Los retratos míos que mi hermano pintó en esta época son incontables. Muchos de ellos eran meros estudios de los bucles y de un hombro siempre descubierto. Pintaba paciente e infatigablemente, y a mí no me cansaba posar para él, pues nunca me ha aburrido el permanecer quieta y silenciosa".

La simpatía y cariño que sentían los hermanos se vieron truncados cuando el pintor conoció a Helena Ivánovna Diákonova (Gala), esposa por aquel entonces del artista surrealista Paul Éluard.

Gala y Dalí

Muy pronto, la recién llegada empezó a influir en el joven Dalí e hizo que, paulatinamente, se fuera alejando de su familia. También de Anna María.

La ruptura definitiva llegó cuando, en una de sus obras, Dalí dejó escrita la frase: “A veces escupo por gusto sobre el retrato de mi madre”. El padre, escandalizado, lo echó de casa. Desde entonces se entabló una dura enemistad entre Salvador y su familia. No se sabe con seguridad qué pasó, y si, efectivamente, la influencia de Gala fue decisiva en el proceso de distanciamiento (aunque todo apunta a que sí). Por su parte, Anna María, celosa de Gala y decepcionada con su hermano, nunca más le volvió a hablar.

3. Jeanne Hébuterne y Amedeo Modigliani

Modigliani retrató a la dulce y tímida Jeanne en multitud de sus cuadros. De hecho, en la mayoría de obras de los últimos años del pintor, es Jeanne la que aparece, con sus cabellos rojizos cayendo sobre su espalda y sus llamativos ojos azules clavados en el espectador. La joven ha pasado a la historia no solo por ser la musa más importante de Modigliani, sino también por ser su gran amor.

Jeanne Hébuterne nació en 1898 en Meaux, una ciudad de provincias, pero su familia se trasladó muy pronto a la capital, París. Allí, el hermano de Jeanne, André, empieza a estudiar pintura. Pronto, la muchacha se siente también atraída por el mundo artístico e ingresa en la Académie Colarossi, una institución que, tal y como cuenta André a sus padres, tiene una fama intachable. Según algunas fuentes, es en el Café La Rotonde, en el que se reúnen por las tardes los estudiantes de la academia, donde Amedeo Modigliani conoce a Jeanne. En seguida se siente atraído por la belleza ingenua y un tanto infantil de la joven, que en aquel momento tiene solo 19 años.

Su amor fue eminentemente trágico y, por qué no decirlo, también bastante tóxico. Modigliani parece recuperar cierta serenidad en compañía de Jeanne (tenía fama de alcohólico, mujeriego y adicto a la cocaína), pero, a cambio, ella se empequeñece y aguanta estoicamente sus arrebatos de cólera y celos. Cuando, en enero de 1920, el pintor fallece a causa de una tuberculosis persistente, Jeanne no soporta el vacío y se lanza por la ventana de su habitación. Todavía no había cumplido los 22 años y estaba embarazada de ocho meses.

Jeanne Hébuterne ha pasado a la historia como devota musa y amante de Amedeo Modigliani, pero es necesario recordar que ella también se dedicó a la pintura. Desgraciadamente, su prematura muerte nos privó de su obra, ya que no tuvo tiempo de perfeccionar su estilo ni de dejarnos un gran corpus pictórico. Todo ello nos deja con la siguiente pregunta: ¿qué habría sido de su carrera de no ser por este final?

4. Camille Claudel y Auguste Rodin

La injustamente silenciada Camille Claudel entró en el taller de Rodin cuando solo tenía 19 años. A pesar de su juventud, la joven prometía, y pronto el maestro quedó fascinado por su talento. Pronto, Camille pasó a ser, además de su alumna, su musa y su amante. Rodin incluso le prometió que se iba a casar con ella, después de dejar a su entonces esposa, Rose Bouret. De sobras es conocido que Rodin ni abandonó a su mujer ni se casó con Camille.

Quizá cansada de esperar, Camille se aleja de su maestro y empieza a exponer por su cuenta. Sin embargo, ya en esa época empieza a mostrar cierta afección nerviosa, que con los años no hace sino ir en aumento. En 1913, su hermano la interna en un psiquiátrico próximo a París, donde permanece tres décadas, olvidada por todos, hasta su muerte en 1943.

Actualmente se está recuperando la figura de esta extraordinaria escultora, que igualó (o incluso, según algunos, superó) a su maestro. Basta recordar algunas de sus obras más famosas, como la hermosísima El gran vals, que representa a una pareja inmersa en un sensual baile. La artista presentó la obra en el Salón Nacional de Bellas Artes de Francia de 1893 y, a pesar de ser una escultura magnífica, fue duramente criticada por su excesivo y erótico realismo.

Claudel fue una artista apasionada y entregadísima a su arte, que no recibió del público de la época la atención que merecía. Vivió eclipsada por su maestro y amante, Auguste Rodin, y no fue hasta hace poco que su obra empezó a ser reconocida.

5. Julia Espín y Gustavo Adolfo Bécquer

Las Rimas de Bécquer son una de las obras más importantes del Romanticismo en lengua castellana. Recopiladas y publicadas en 1871, suponen la cumbre creativa de este gran poeta español. Pero ¿tienen estos poemas de amor un destinatario?

Pues parece ser que sí lo tienen, y ese destinatario (destinataria, en este caso) no fue otra que Julia Espín, una cantante de ópera de corta pero fulgurante carrera. Según cuenta Jesús Rubio, catedrático de literatura española, en su obra Gustavo Adolfo Bécquer y Julia Espín: los álbumes de Julia, su primer encuentro con la cantante inspiró al poeta su Rima XVI, aquella que empieza así:

Si al mecer las azules campanillas

De tu balcón,

Crees que suspirando pasa el viento

Murmurador,

Sabe que, oculto entre las verdes hojas,

Suspiro yo.

Este encuentro, mientras Julia se encontraba en su balcón, sería el primero de muchos otros, pues Bécquer consiguió entrar en la tertulia que se celebraba en casa de los Espín. Parece ser que el amor del poeta no fue correspondido o, si lo fue, la familia de Julia o la propia interesada tenían otras expectativas al respecto. Julia Espín se casó en 1873 con el político Benigno Quiroga y López Ballesteros. Bécquer había muerto tres años antes, en 1870.

6. Beatriz y Dante Alighieri

Esta es quizá una de las relaciones platónicas más famosas y admiradas de todos los tiempos, recogida una y otra vez en innumerables obras de arte: el amor del poeta Dante Alighieri y Beatriz, la joven de la que, como él mismo cuenta, se enamoró a los 9 años y a la que volvió a ver más tarde, cuando la joven contaba 18 primaveras.

Poco sabemos de la dama en cuestión. Algunos autores sostienen que fue, simplemente, una invención de Dante para dar rienda suelta a su poesía. Otros, sin embargo, la identifican con Beatriz “Bice”, hija de Folco Portinari, familia que vivía muy cerca de la casa de Dante, en Florencia. Esta dama sería, de todos los registros de “Beatrices” florentinas cercanas al poeta, la que mejor encajaría con la Beatriz dantesca. Bice Portinari falleció a muy temprana edad (23 años), posiblemente de parto. Tras su muerte, Dante quedó terriblemente devastado, y convirtió a la fallecida en su ángel personal, la musa que guiaría su pluma en lo sucesivo.

Sin embargo, también podría ser, como ya hemos comentado, que Beatriz fuera solo una invención para justificar su poesía, tal y como era usual entre los poetas de la época. Este hecho lo corrobora el mismo nombre de la musa, ya que Beatriz significa, en latín, Bienaventurada, apelativo que tiene una evidente conexión con lo celestial. En ese caso, la vecina de Dante llamada Bice sería solo una anécdota sin importancia.

En fin; haya o no existido Beatriz, es obvio la influencia que tuvo su imagen en la obra del poeta florentino, especialmente en su Vita Nuova y en su Divina Comedia. En la primera, el poeta describe sus sentimientos por la joven, con un estilo alto y apasionado (el dolce stil nuovo, tal y como lo denominó Francesco De Sanctis en el siglo XIX). Los sonetos que recoge esta obra, dedicados a su musa, presentan el concepto de donna angelicata (mujer angelical), que tan en boga estuvo entre los poetas de la época. En otras palabras, Beatriz está más allá de lo terreno, pues su esencia pertenece a lo celeste, a lo divino, y ninguna otra mujer puede contentar al poeta. La Vita Nuova es, así, el sumun del amor platónico y la cumbre del amor cortés de los siglos precedentes.

Y para que quede clara la esencia divina de Beatriz, en la Divina Comedia es ella misma la que guía a su amado por el Paraíso, convertida, tras su prematura muerte, en una especie de ángel-guía. No podía ser de otra manera.

  • Alighieri, D. (2003). Divina Comedia, ed. Espasa, 2001; y Vida Nueva, ed. Cátedra.
  • Bécquer, G.A. (2001). Rimas y leyendas, ed. Casals.
  • Bek Jiminez, J. (2001). Dictionary of Artists’ models, ed. Routledge.
  • Dalí, A.M. (2001). Salvador Dalí visto por su hermana Ana María Dalí, Parsifal ediciones.
  • Ginés Fuster, B. (2012). Beatrice Portinari como esencia de inspiración. El caso de Dante Alighieri y Dante Gabriel Rossetti, dentro de Saitabi, revista de la Facultad de Geografía e Historia, num. 62-63, Universidad de Valencia.
  • Grimal, P. (2003). Diccionario de Mitología griega y romana, ed. Paidós.
  • Gutiérrez Zaldívar, I. (2021). Camille Claudel, la artista precoz que encandiló a Rodin y murió en un manicomio, artículo publicado en la web cronista.com.
  • Rubio, J. (1997). Gustavo Adolfo Bécquer y Julia Espín: los álbumes de Julia, dentro de El Gnomo: Boletín de estudios becquerianos, num. 6.
  • Salmon, A. (2017). La apasionada vida de Modigliani, ed. Acantilado.
  • Beatriz, personaje real, histórico y literario, artículo de la web Enciclopedia Medieval: https://enciclopediamedieval.wordpress.com/2018/12/29/beatriz-personaje-real-historico-y-literario/
  • Web del Museo Rodin, sobre Camille Claudel: https://www.musee-rodin.fr/es/musee/collections/oeuvres/el-gran-vals

Periodista

Licenciada en Humanidades y Periodismo por la Universitat Internacional de Catalunya y estudiante de especialización en Cultura e Historia Medieval. Autora de numerosos relatos cortos, artículos sobre historia y arte y de una novela histórica.

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