Mozart, Verdi, Puccini, Wagner… son nombres que, sin duda, os sonarán, aun cuando no seáis aficionados a la ópera. Y es que estos compositores nos han dejado auténticos monumentos musicales, auténticas obras maestras que merecen ser rescatadas.
Os proponemos un recorrido por 7 óperas famosas de la historia. Evidentemente, faltan muchas, muchísimas; si al acabar el artículo os quedáis con ganas de saber más, no dudéis en seguir indagando: existen muchas joyas musicales por descubrir.
¿Cuáles son las óperas más famosas de la historia?
A continuación, encontraréis una lista de 7 de las óperas más famosas de la historia de la música. El criterio que se ha seguido se ha basado, entre otras cosas, en el éxito de las representaciones, la calidad de las composiciones y la leyenda o fama que pudiera haber tras ellas. Como siempre, os avisamos que el artículo puede contener spoilers.
1. Tosca, de Giacomo Puccini
Para muchos, se trata de la obra maestra del compositor italiano. La obra original, destinada al teatro, fue escrita por el dramaturgo Victorien Sardou y fue estrenada en 1887. Puccini acudió a verla en Milán, donde la famosa actriz Sarah Bernhardt interpretaba el papel de la heroína, Floria Tosca. El compositor quedó tan prendado de la obra que quiso musicalizar la historia, hecho que no consiguió hasta 1896, puesto que hasta aquel momento los derechos los tenía el compositor Alberto Franchetti. Finalmente, la ópera de Puccini se estrenó en el Teatro Constanzi de Roma en enero de 1900, por cierto, en medio de los rumores de un posible atentado anarquista.
Tosca forma parte del llamado “verismo italiano”, que incorpora a la ópera escenas brutales de la vida cotidiana (asesinatos, suicidios, chantajes, torturas…). La acción se desarrolla en la Roma de 1800, justo cuando llega a la ciudad la noticia de que las tropas napoleónicas han vencido a los austríacos en la batalla de Marengo. Mario Cavaradossi, el amante de Floria Tosca, es encarcelado y torturado para que declare sobre un enemigo político. El malvado Scarpia, jefe de la policía romana, promete a Tosca que Cavaradossi no será fusilado si se entrega a él. Tosca tendrá que debatirse entre el amor hacia Mario y la repugnancia que siente hacia Scarpia…
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2. La Traviata, de Giuseppe Verdi
El libreto de La Traviata está basado en la novela de Alejandro Dumas hijo, La dama de las camelias que, a su vez, se inspira en la relación que el escritor mantuvo con Alphonsine ‘Marie’ Duplessis, una famosa cortesana de lujo francesa. La versión de Dumas está evidentemente edulcorada, puesto que la vida de esta mujer fue, en realidad, bastante desgraciada, obligada por su padre a prostituirse con tan solo 12 años.
En La Traviata, la cortesana protagonista se llama Violeta Valéry, de la que se enamora perdidamente Alfredo, un apasionado joven de familia rica. Violeta corresponde a su amor, pero cuando la familia de Alfredo se entera del affaire, obliga a Violeta a abandonar a su amante por el bien de la familia. Los acontecimientos trágicos se encadenan hasta el fatídico final, en el que Violeta, enferma de muerte, sucumbe entre los brazos de Alfredo.
Una de las arias de esta ópera, Libiamo ne’lieti calici (más conocida como el “Brindis”) es, probablemente, una de las piezas operísticas más famosas y más repetidas de la historia. En ella, Alfredo alza su copa y canta un elogio al amor y a la belleza, con los ojos fijos en Violeta. En seguida, los invitados a la fiesta se unen al canto. Se trata de un aria de extraordinaria fuerza y una grandiosa alegría de vivir.
3. El barbero de Sevilla, de Gioachino Rossini
Comúnmente se piensa que la ópera siempre es trágica, y esto no es así. Rossini es, junto con Mozart, uno de los mejores compositores de opera buffa, es decir, de ópera cómica. Su Barbero de Sevilla, estrenada en el Teatro Argentina de Roma en 1816 con el título Almaviva o la precaución inútil, es uno de los mejores ejemplos del género, considerada por muchos como la mejor opera buffa de la historia.
El argumento se basa en la pieza teatral de Pierre-Agustin de Beaumarchais, estrenada en 1775 en la Comédie-Française de París. El Barbero es la primera parte de la trilogía que escribió Beaumarchais sobre Fígaro, un astuto barbero con alma de alcahuete. La segunda parte, Las bodas de Fígaro, fue también convertida en ópera (en esta ocasión, por el no menos magnífico Mozart).
La trama es la clásica en las comedias de la época: una historia de enredos y malentendidos que, finalmente, tiene un final feliz. Narra las peripecias de Rosina, una joven sevillana, y el conde de Almaviva, del que está enamorada y que corresponde a su amor. El tutor de la joven, el oscuro Bartolo, también la pretende y se opone a sus amores con Almaviva. En todo este lío tiene un papel destacado Fígaro, el barbero, que se encarga de traer y llevar mensajes de los amantes y de favorecer su romance.
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4. Las bodas de Fígaro, de Wolfgang Amadeus Mozart
Beaumarchais escribió Las Bodas como segunda parte de la trilogía dedicada a Fígaro, y hoy en día es conocida como una de las óperas más famosas. En aquella época ya existía una versión operística de la primera parte, compuesta por Paisiello, pero todavía faltaban treinta años para que Rossini presentara su propia versión. Admirado del éxito que la ópera de Paisiello estaba consiguiendo, Mozart se decidió a poner música a la segunda parte de la trilogía, no sin ciertas dificultades debido a la carga política y social del argumento.
Las Bodas de Fígaro nos vuelve a trasladar a la Sevilla de finales del siglo XVIII, después del casamiento de Rosina y el conde Almaviva. En esta ocasión, es el mismo Fígaro quien está preparando su boda con Susanna, la criadita de Rosina. Pero el conde Almaviva ya se ha cansado de su esposa, y ahora persigue infatigablemente a la muchacha, para horror de la propia joven, de la condesa y de su prometido. Para acabar de rizar el rizo, Cherubino, el paje del conde, está enamorado de la condesa y pretende conquistarla. Como vemos, de nuevo el típico delicioso argumento de enredos que tanto gustaba en la época pero que, en el fondo, es una crítica social del abuso de los aristócratas sobre el pueblo.
5. Carmen, de Georges Bizet
Cuando Bizet falleció a los 36 años, el 3 de junio de 1875, de un fulminante ataque al corazón, no podía saber que su ópera Carmen sería un éxito rotundo y se convertiría en una de las óperas más famosas y más representadas de la historia. Y es que su estreno, acontecido en la Opéra-Comique de París tres meses antes, había sido un auténtico fracaso, hasta el punto que el teatro se replanteó la suspensión de las representaciones. Probablemente, semejante disgusto tuvo mucho que ver con la muerte súbita y prematura del compositor.
Como es habitual en las óperas, el libreto de Carmen está basado en una novela. En este caso, se inspiró en la historia que Prosper Mérimée había escrito en 1845. El argumento gira entorno a una hermosa gitana de Sevilla, Carmen, que despierta pasiones allí donde va. Pero Carmen es una criatura libre y no quiere sentirse atada a nadie. Así lo afirma en su famosa aria L’amour est un oiseau rebelle (El amor es un pájaro rebelde), probablemente, junto al aria del torero Escamillo, la más famosa de la ópera.
6. Tristán e Isolda, de Richard Wagner
Cualquier amante de la ópera que se precie conoce que la ópera alemana es muy diferente a la italiana. Mientras que esta última tiende a ser ligera y muy centrada en el lucimiento de los cantantes (el conocido bel canto italiano), la ópera alemana es mucho más expresiva y, por decirlo de algún modo, mucho más “espesa”. Wagner es un claro ejemplo de ello. Todos los cantantes de ópera saben que hay que poseer mucha potencia vocal para poder cantar arias de Wagner, puesto que el instrumento adquiere, en las obras del compositor, un protagonismo indiscutible.
El libreto de Tristan e Isolda fue escrito personalmente por Richard Wagner, inspirado en el relato de Godofredo de Estrasburgo que, a su vez, recogía una leyenda medieval de corte artúrico. Narra la historia de amor entre Tristán, un caballero bretón, e Isolda, una princesa irlandesa que debe desposarse con el padre de Tristán. La imposibilidad de su amor, propiciado por un brebaje amoroso que les da la doncella de Isolda, desencadena la tragedia. El aria final de Isolda, el famoso Liebestod (la “muerte de amor”) es, sencillamente, uno de los momentos operísticos más impresionantes y poderosos de la historia de la música.
7. La flauta mágica, de Wolfgang Amadeus Mozart
Se trata de la última ópera del genio austríaco y, probablemente, su obra maestra. Su fantástica historia ha dado pie a numerosas interpretaciones, que incluyen explicaciones de carácter masónico (lo que puede no ser descabellado, ya que parece ser que tanto Mozart como el libretista de la ópera eran masones). Se estrenó en el Theater auf der Wieden de Viena, el 30 de septiembre de 1791, apenas dos meses antes de la muerte del compositor.
La flauta mágica constituye una ópera singular, puesto que está tratada al modo de los singspiel, la opereta popular alemana que tenía un tono mucho más ligero y combinaba música con escenas habladas. Para hacernos una idea, sería comparable a la zarzuela española. Una de las arias más conocidas y que ejemplifican este tono popular es Der Vogelfanger bin ich ja, la cancioncilla pegadiza que interpreta Papageno, un singular cazador de pájaros. A pesar de ello, encontramos también en La flauta mágica momentos apoteósicos, como la famosa aria Der Hölle Rache, que canta la Reina de la Noche.
La historia gira en torno al príncipe Tamino, que está enamorado de la princesa Pamina, hija de la poderosa Reina de la Noche. Como la joven está prisionera de Sarastro, sacerdote de Isis, la reina le pide que vaya a rescatarla, para lo que le regala una enigmática flauta mágica. El joven Tamino, acompañado de Papageno, empezará un auténtico viaje de iniciación que culminará en un final feliz.
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