A lo largo de la historia, distintos pensadores se han esforzado por elaborar teorías acerca de lo que supone “ser joven”. Sabemos que toda teoría supone una serie de conjeturas articuladas entre sí acerca de la realidad. Esto significa que no es exactamente la realidad, sino más bien un recorte de ella. Por eso, cuando una teoría caracteriza a los jóvenes como sujetos que “persiguen la autonomía respecto de sus padres” y que “prefieren acompañarse de sus pares para pertenecer a un grupo”, es difícil pensar una juventud distinta, más allá de esos límites, que exceda los márgenes de ese corpus abstracto.
Muchos jóvenes experimentan una timidez excesiva en situaciones sociales, por más que el estereotipo que se les adjudica refleje lo contrario. Es decir, lo escrito acerca de ellos no se ajusta a su realidad. Por esta razón, también son muchos los padres que demuestran preocupación por sus hijos cuando éstos se muestran retraídos a la hora de establecer vínculos sociales y afectivos. En este artículo desarrollaremos cuáles son las estrategias de crianza que permiten el afrontamiento de la timidez excesiva en los jóvenes.
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La timidez: ¿es problemática?
Antes de adentrarnos en las estrategias de crianza, es necesario hacer una puntualización acerca de la timidez. A nivel cultural, podríamos convenir que la timidez no es una cualidad personal que esté bien vista. La sociedad premia cada vez más aquellas identidades extrovertidas, fuertes, que no temen dar su opinión o punto de vista en los medios de comunicación, incluso, a veces, rozando el conflicto. De cierta forma, colectivamente subyace la idea de que para conseguir ser exitosos y avanzar en nuestros proyectos personales es condición indispensable ser buenos oradores y tener facilidad para acercarnos a los demás.
Sin embargo, la timidez es un rasgo de personalidad como cualquier otro. Un rasgo de personalidad supone un entretejido de actitudes, hábitos y emociones que son sostenidos por una persona a lo largo de su vida. También podríamos entender estos rasgos como un repertorio de estrategias conductuales que preponderan en el desarrollo de una persona y le dan un sentido de identidad distintivo a la hora de vincularse con los demás. La personalidad de un sujeto no tiene por qué ir acompañada de un juicio de valor, ni tampoco tiene motivo de limitar las posibilidades futuras de esa persona.
Además, es importante notar que la personalidad es, en sí misma, un constructo que ha sido cuestionado en las últimas décadas en el mundo de la psicología. Si bien mantenemos un patrón de comportamiento más o menos estable, también es cierto que no imprimimos los mismos comportamientos en toda situación, sino que depende del escenario en el que nos encontremos. ¿Somos siempre tímidos, o somos tímidos en tal lugar, con tales personas y bajo ciertas circunstancias? ¿Hay otras situaciones en las que no somos tan tímidos? El punto de esto es evidenciar que, si bien podríamos sostener que cada uno de nosotros posee una personalidad, ésta no es rígida, estática ni inmodificable. Podemos “ser” otras personas en otros contextos. Por lo tanto, si decidimos hablar de personalidad, esta no debe ser una castilla asfixiante.
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Cuando la timidez se vuelve perjudicial
Entonces, cuando nos preguntamos si la timidez es problemática, la respuesta es que solo lo es si para la persona supone un problema. En sí, no hay nada intrínsecamente negativo en tender a la cohibición o a ser retraído durante la juventud (o en la adultez, o en cualquier etapa de la vida). No obstante, empezamos a pensar estrategias de afrontamiento para sobreponerse a la timidez cuando ésta es un impedimento al llevar a cabo actividades cotidianas o al pensar en actividades que le gustaría emprender. Por ejemplo, la timidez excesiva podría impedirle a un joven pedir un turno médico. En verdad, a ese chico podría gustarle la idea de adquirir un grado mayor de independencia respecto de sus padres, pero la timidez lo aleja de aquello que quiere conseguir.
La timidez problemática, además, también podría poner trabas a una persona a la hora de relacionarse con un interés romántico. Estos sujetos suelen experimentar emociones intensas, como la ansiedad y la vergüenza, que podrían ser difíciles de tolerar y hacer de las situaciones habituales en la juventud —como mudarse de ciudad, iniciar estudios superiores, buscar empleo, proyectarse a futuro, emanciparse de los padres, etcétera— algo excesivamente complejo de realizar.
En estos casos, podríamos decir que la timidez se ha tornado un problema. Afortunadamente, la timidez puede ser trabajada junto con un psicoterapeuta; como así también la ansiedad social. También, es posible para los padres llevar a cabo determinadas estrategias de crianza capaces de propiciar que sus hijos/as, al llegar a la juventud, desarrollen ciertas pautas comportamentales que les permitan adaptarse a los desafíos de esta etapa con creces. Para cultivar aquellos valores que sean significativos para una persona suele ser necesario establecer vínculos sociales, aprender a solicitar algo y a pedir ayuda; también así a negociar. A continuación señalamos algunas estrategias de crianza que podrían hacer este proceso más ameno para los futuros jóvenes.
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Estrategias de crianza para afrontar la timidez problemática
Estas son las mejores estrategias de crianza y educación en casa para ayudar a los hijos jóvenes con problemas de timidez.
1. Mostrar afecto
El afecto es el pilar fundamental para que los jóvenes aprendan desde niños que vincularse con personas que se encuentran en una posición asimétrica respecto a ellos, como padres, abuelos o profesores, es una tarea segura. Un estudio llevado a cabo por Franco Nerín y colaboradores encontró que los padres que proporcionan bajos niveles de afecto perciben menores habilidades sociales en sus hijos que los padres que proporcionan mayor afecto. Al mismo tiempo, perciben que sus hijos son más agresivos, retraídos y con mayores niveles de ansiedad-depresión en comparación a los progenitores afectuosos. Por lo tanto, existe la posibilidad de que ambos aspectos estén íntimamente relacionados. El fomentar espacios de diálogo, la expresión clara de muestras de afecto, ya sea mediante actos concretos o vía la palabra, son elementos que permiten que el niño/a perciba que es amado/a por sus padres y que es seguro desenvolverse en ese contexto.
2. Incentivar el contacto con los pares desde temprana edad
Favorecer el contacto social del niño/a con sus pares puede ser una buena estrategia para que desde temprana edad se habitúe a relacionarse con los demás. Puede ser una buena estrategia mediar el contacto social a través de actividades lúdicas o la actividad física. En un principio, para un chico que de por sí es tímido, este contacto puede ser difícil. No obstante, la repetición sostenida en el tiempo puede ser suficiente para que poco a poco empiece a comportarse de forma más desenvuelta y confiada al estar junto a otros niños. Más adelante, podrá extender esa habilidad a la conversación con los adultos.
3. Cuidado con las etiquetas
Respecto a este tema hemos hecho un señalamiento cuando abordamos la noción de personalidad. La personalidad que percibimos —de los demás, pero también la propia— puede operar como una etiqueta demasiado inflexible, que no captura de manera fiel el modo de ser de una persona. Al etiquetar a un niño/a desde temprana edad como “tímido/a” o “vergonzoso/a”, estaremos ajustando a la persona a una forma de comportarse en un momento específico de su vida, en un lugar físico y social particular. Esto puede ser problemático, ya que a partir de los dichos de los adultos los niños comienzan a elaborar narrativas acerca de sí mismos y de quiénes son en el mundo.
Algunas de ellas pueden ser relativamente inofensivas, pero otras frases que provienen de los mayores podrían ser interiorizadas de forma rápida, debido al modo en el que funciona el lenguaje humano. Así, el niño comienza a construir una historia donde él es protagonista, compuesta por afirmaciones como soy “inteligente, pero demasiado flojo/a”; e identidades como “el payaso”; “el antisocial” o “el vergonzoso”. El hecho de que los niños construyan sus propias historias es algo completamente humano y esperable; todos lo hacemos. El lugar de los padres es el de tener cuidado con sentenciar esas narraciones al juzgarlos por cualidades-de-ser en lugar de referir a sus conductas concretas. Por ejemplo, evitar frases como “eres un cobarde” cuando el niño, simplemente, no se atreve a jugar con otro.
4. Saber cuando pedir ayuda
En última instancia, aunque no es una estrategia de crianza per sé, como padres es importante saber cuándo es momento de pedir ayuda a un profesional. El proceso de crianza puede ser vivido con preocupación. Contar con escasos recursos de afrontamiento podría desembocar en mayores niveles de ansiedad y depresión en los padres.
Tomas Santa Cecilia
Tomas Santa Cecilia
Psicologo Consultor: Master en Psicología Cognitivo Conductual
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