Se ha comprobado que el contacto físico en la infancia es de vital necesidad. Tanto que si este no se produce, el desarrollo adecuado del niño se podrá ver afectado.
El bebé humano, en comparación con otras crías de otras especies, es más frágil necesitando del contacto físico y emocional con su cuidador para poder sobrevivir, crecer adecuadamente y desarrollar una de las características más destacables del ser humano, como es el de ser seres sociables.
Esta necesidad de contacto físico se muestra ya en los primeros momentos de vida, siendo recomendable el contacto directo del recién nacido con su madre, contacto cuerpo a cuerpo, para así poder desarrollar con más facilidad el vínculo entre ellos, que es tan importante para el adecuado crecimiento del niño. Este primer contacto físico marcará el contacto físico en edades posteriores.
En este artículo veremos qué impulsa al niño a buscar este contacto físico, así como la importancia que tiene este en el correcto desarrollo del niño y las alteraciones que pueden presentarse si no hay un adecuado contacto físico, si la figura de apoyo del niño no está presente o lo está pero de forma inadecuada.
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Por qué el contacto físico en la infancia es fundamental
Se ha descrito el contacto físico entre el cuidador y el niño como una necesidad tanto física como emocional, considerándose un factor fundamental para cumplir con la seguridad emocional y afectiva del niño. Del mismo modo, también se han observado beneficios del contacto físico en otras áreas como serían la área motriz, cognitiva y motora.
Al realizar estudios centrados en los primeros años de vida de un individuo, periodo de infancia, se ha comprobado que son muy importantes la satisfacción de unas necesidades básicas como son las necesidades fisiológicas, la necesidad de sentirse protegido de los peligros, la necesidad de explorar su entorno, la necesidad de jugar y la necesidad de establecer vínculos afectivos.
Para poder satisfacer adecuadamente estas necesidades básicas, será imprescindible el contacto físico del niño con una figura representativa. Esta necesidad de contacto con otro individuo conlleva la aparición de un vínculo entre el infante y la persona de apoyo, persona que procura satisfacer las necesidades del niño. Este vínculo es conocido en Psicología con el nombre de apego o attachment.
Podemos decir que el vínculo lleva a la necesidad de contacto físico, y el contacto físico es imprescindible para que el vínculo se siga formando correctamente, y así se cree un apego seguro. De igual modo, no pueden estar satisfechas las necesidades afectivas si no se produce contacto físico, entre el niño y la figura de apego.
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¿Qué es el apego?
El apego se define como el vínculo afectivo de una persona o animal con otro de su misma especie; este lazo les impulsa a estar juntos en el espacio y en el tiempo. Es un proceso largo, que empieza a desarrollarse en el segundo mes de vida y dura toda la vida. Aunque parece que el periodo más sensible, donde se puede producir ansiedad por separación, es de los 6 meses a los 2 años.
La necesidad de contacto físico que tiene el niño durante la primera infancia hará que presente tendencia a acercarse a la figura de apego y mantener así una proximidad física y comunicarse con ella.
El autor que inició los estudios sobre apego fue John Bowlby, quien lo consideró como un sistema de control con influencia biológica (innato) dirigido a un objetivo y motivado por la necesidad de sentir seguridad. Es decir, que la figura de apego, por ejemplo, el progenitor, proporciona una base segura para que así el niño pueda desplazarse y explorar el medio externo.
Ainsworth describió tres tipos de apego: el apego seguro, el más común y con el que el niño presenta un comportamiento adecuado, buscando el contacto con el progenitor y explorando el exterior, y dos formas de apego inseguro, el evitativo o rechazante, el niño se muestra indiferente ante la figura de apego y el ambivalente o resistente, se mantiene cerca pero a la vez se resiste al contacto.
También se hace mención al apego desorganizado, que es una combinación de los dos apegos inseguros, presentado el niño una conducta contradictoria hacia la madre.
Se observó que la sensibilidad de la madre a las necesidades del niño era de vital importancia. Los niños con apego seguro tenían madres amables, receptivas, que no eran molestas y no maltrataban al niño, presentando un contacto adecuado tanto físico como emocional.
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Estudios que demuestran la importancia del contacto físico
Como ya hemos apuntado, Bowlby observó una tendencia en los niños pequeños de buscar proximidad, contacto físico, con una figura representativa, relación especial que el autor denomina apego.
Otros estudios hechos con primates respaldaron la necesidad de contacto físico que tenían las crías. Harlow y Harlow observaron que la principal causa para formar el vínculo, el apego entre las crías de chimpancé y sus madres, no era la necesidad de ser alimentados, sinó la necesidad de un contacto físico cálido con su madre.
Este hecho se confirma con la realización de un estudio donde separaban a la cría de su figura de apego, para posteriormente dejarlas escoger entre un muñeco frío pero que les proporciona alimento o un muñeco sin alimento pero recubierto de una suave felpa. Los autores vieron que las crías mostraron preferencia por el muñeco de textura cálida, corroborando la importancia que tiene en el niño de contacto físico adecuado.
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Afectaciones del no contacto físico en niños y niñas
El niño es especialmente vulnerable a la separación de la figura de apego, que comporta por consiguiente la pérdida de contacto físico con esta. Se ha visto que entre el período de los 6 meses a los 2 años esta vulnerabilidad se intensifica; si se produce pérdida de la figura de apoyo, puede producir en el infante alteraciones fisiológicas y psicológicas. Estas afectaciones se dividen en dos grupos según si se presentan a corto o a largo plazo.
A corto plazo
El niño puede presentar estrés, agitación y síntomas del espectro depresivo. Bowlby observó que, la evolución de esta clínica ansioso-depresiva, se desarrolla en tres fases.
En la primera fase denominada fase de protesta, aparecen en el niño lloros fuertes e intentos de huida, pasado un periodo de tiempo, en la fase de ambivalencia (o desesperación), si vuelve la figura de apego el niño muestra desinterés, por último en la fase de adaptación (o desapego), si las condiciones son favorables podrá desarrollar un nuevo vínculo.
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A largo plazo
Si el niño no es capaz de adaptarse a la separación y no se establecen nuevos contactos, es posible que el niño pueda presentar retraso intelectual, problemas en las relaciones sociales e incluso pueda llegar a morir.
Trastornos por falta de contacto físico
Como ya hemos mencionado, la falta de contacto físico adecuado entre el niño y la figura de apoyo dificultará la correcta aparición del vínculo entre ellos, se hará más complicada la aparición de apego. Se ha visto que esta alteración en el apego puede llevar a alteraciones a corto plazo, algunas de ellas ya citadas, como también a trastornos en edades posteriores.
Spitz observó que los niños institucionalizados de entre 6 y 12 meses que habían tenido, con anterioridad, una relación normal con la madre. Al desaparecer esta, y por consiguiente el niño perder el contacto físico y emocional con ella, dependiendo de la duración de este período, el niño podía llegar mostrar dos afecciones distintas.
En los primeros meses, tras la pérdida de contacto entre 1 y 3 meses con la figura de apoyo, el niño presentaba llantos, retraimiento, pérdida de peso y vulnerabilidad a la enfermedad, alteración que Spitz denominó depresión anaclítica.
Si esta pérdida de contacto con la figura protectora persistía, pasados los 3 o 5 meses, el niño podría desarrollar el síndrome del hospitalismo, presentando una pasividad total, expresión facial vacía, retraso en el desarrollo e intelectual o incluso la muerte, conocida como muerte por marasmo.
Trastornos relacionados con el vínculo
En este apartado haremos mención a dos trastornos relacionados con el apego deficiente, es decir, con una alteración del vínculo.
En los dos trastornos, es requisito común e indispensable la presencia de negligencia social para que estos se den, y sean considerados trastornos del apego. Esta negligencia se debe a una ausencia de cuidado adecuado durante la infancia, caracterizado por un abandono social o falta de estimulación emocional, no satisfacción de las necesidades física, cambios repetidos de la figura de apoyo, que no permite formar el vínculo o crianza en sitios inusuales donde el contacto físico y emocional es inexistente o muy escaso.
El DSM 5, manual diagnóstico publicado por la APA, clasifica dos trastornos relacionados con el apego. En primer lugar, el trastorno del apego reactivo, se presenta como un trastorno de internalización de los síntomas depresivos y por un comportamiento de retraimiento, los niños con esta afectación, muestra una alteración tanto social como emocional.
Por otro lado, el trastorno de la relación social desinhibida, tal como nos indica su nombre, se caracterizará por una conducta desinhibida y un comportamiento de externalización.