Método Montessori: cómo aplicarlo en la educación infantil y en el aula

Veamos las ideas clave que están detrás de la aplicación del método Montessori al educar.

Método Montessori: cómo aplicarlo en la educación infantil y en el aula

Educar a los niños y niñas está lejos de ser tan solo una labor técnica, basada en aplicar una serie de pasos a seguir que están muy claros desde el principio y que nadie discute. Todo lo contrario: el modo en el que educamos dice mucho acerca de cómo vemos el mundo, e incluso de cuál es nuestra filosofía de vida y manera de entender lo que es la mente humana, la infancia, y el aprendizaje.

Teniendo en cuenta eso, la Pedagogía Montessori se ha consolidado como una de las propuestas alternativas al modelo educativo convencional más críticas con la idea de que en toda clase debe haber un docente que imparte una materia y unos niños que memorizan y obedecen. A través del método Montessori se propone una forma de educar que pone énfasis en la capacidad de los pequeños a la hora de implicarse activamente en su propio desarrollo madurativo y enriquecimiento psicológico y cultural.

En este artículo veremos cuáles son las ideas clave desde las que el método Montessori puede ser aplicado tanto en centros educativos como en casa.

Las claves de la aplicación del método Montessori

Uno de los principios en los que se basa la Pedagogía Montessori es que no existen “packs” de aprendizaje predefinidos que, por el hecho de ser aplicados a cualquier situación en el que haya alumnos, les permita a estos ser educados de la manera óptima. Precisamente, lo que señala es que adaptarse en tiempo real a las necesidades y características del alumnado debe ser la norma, y no la excepción. Por eso, las ideas que encontrarás a continuación no deben ser entendidas como elementos de un manual de instrucciones, sino más bien indicaciones generales y que dan una noción de la filosofía que hay detrás del método Montessori.

1. La educación debe ser entendida como una interacción, no una transmisión de información

María Montessori criticó con dureza el planteamiento según el cual la tarea de los profesores de escuela es “administrar” la información que compone el currículum educativo, como quien transmite noticias. Educar no es transmitir datos, sino establecer un diálogo entre las dos partes, un vínculo que por su propia naturaleza obligue a todas las personas involucradas a reajustar sus creencias, sus expectativas, y su manera de intervenir en la conversación. El alumno no puede ser un sujeto pasivo que “almacena” conocimiento llegado del exterior, y el educador también debe aprender de sus alumnos si quiere hacer bien su trabajo.

2. El entorno debe ser transformado físicamente según los intereses e inquietudes del alumno

El contexto educativo no tiene por qué limitarse al mundo de las palabras; el aula puede ser un lugar en el que existan varios recursos materiales que sean accesibles y tengan potencial como medio para educar. Ahora bien, el simple hecho de ofrecerle muchos objetos o dispositivos electrónicos a un niño, una niña o un adolescente, no tiene por qué ser positivo, y de hecho, puede ser un factor distractor. Todo material educativo debe estar justificado, y las limitaciones también pueden ser una ayuda para pensar de manera creativa.

3. No interrumpas el flujo de aprendizaje autónomo

Una clase fluida es aquella en la que los niños y niñas no ven interrumpidas constantemente sus pretensiones de aprender debido a las limitaciones metodológicas del equipo docente. Esto significa, por ejemplo, que las pausas no tienen por qué ser impuestas de manera unilateral, ya que de lo contrario no se recompensa la implicación de los alumnos en aquellas experiencias de aprendizaje que les resultan tan motivadoras y estimulantes que se pierden en ellas.

4. Las normas y limitaciones deben tener siempre una justificación clara

En muchos aspectos, el modelo convencional de educación aplica normas simplemente para dejar patente la autoridad de los docentes. Es cierto que resultaría imposible (y negligente) educar sin aplicar ningún tipo de normas, pero estas deben ser requeridas por motivos realmente estructurales y necesarios.

5. Evitar el bombardeo de estímulos

Como avanzamos antes, el espacio educativo debe permitir la inmersión de los alumnos en aquellas materias que están aprendiendo, lo cual es incompatible con las aulas llenas de distractores o incluso con la idea de que con tal de no ofrecer clases magistrales aburridas una escuela debe ser algo parecido a una ludoteca mal gestionada.

6. Las indicaciones deben ir a la par con la posibilidad de explorar

No hay que dar las cosas medio solucionadas, ni tampoco adoptar un rol pasivo para ver cómo los niños se educan a sí mismos. En la Pedagogía Montessori los educadores no tienen un papel ni más ni menos importante que en las escuelas “normales”, simplemente parten de un enfoque cualitativamente distinto, sin que ello implique que no tienen apenas que hacer nada.

  • Lillard, A. (2017). Montessori: The Science Behind the Genius. New York, New York: Oxford University Press.
  • Montessori, M. (1994). From Childhood to Adolescence. Oxford, England: ABC-Clio.

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