La adquisición de los sonidos del lenguaje progresa a medida que el niño va creciendo. Los sonidos se van adquiriendo según el grado de dificultad, por eso cuando más pequeño es el niño más ininteligible es lo que “dice”.
A medida que crecen tienen un mayor control de su lengua y de dónde la posicionan, saben diferenciar entre fonemas y entienden, por ejemplo, que “s” y “z” suenan distinto.
Sin embargo, a partir de los 5 años, si el niño todavía no habla del todo bien, hay un problema. Los padres empiezan a preocuparse y se preguntan “¿por qué mi hijo no pronuncia bien?” y qué hacer. Pues bien, lo vamos a ver a continuación.
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¿Por qué mi hijo no pronuncia bien?
Un rasgo bien característico de los niños más pequeños es tener un trapo por lengua. Les cuesta mucho imitar las palabras, no pronuncian bien los fonemas, los giran o los omiten.
Los problemas para articular los fonemas y hablar correctamente son perfectamente normales en los primeros años de vida. Con menos de 5 años no tienen un control eficiente de su lengua y el resto del aparato fonoarticulador, además que todavía tienen que aprender a distinguir los fonemas que constituyen su lengua materna.
Cada niño va creciendo a su ritmo y, mientras que unos puede que hablen con bastante claridad con tan solo 3 años, otros les sigue costando un poquito a esa misma edad. Sin embargo, a partir de los 4 o 5 años hay motivos suficientes para preocuparse en caso de que nuestro hijo o hija no hable del todo bien. Puede que no sea nada grave, claro está, pero nunca está de más acudir a un logopeda que evalúe qué pasa exactamente para que nuestro retoño todavía no articule bien los fonemas.
La dislalia
El nombre con el que se conoce a los problemas para pronunciar correctamente los fonemas de la lengua materna se llama dislalia. Hay tres tipos de dislalia, en función de cuándo se presente y qué es lo que la podría explicar.
1. Dislalia evolutiva
Como comentábamos, hasta los 4 años es normal que los niños no puedan pronunciar todos los fonemas. A esto se le llama dislalia evolutiva, es decir, la dificultad para pronunciar los sonidos asociada a que no se han desarrollado adecuadamente los órganos fonoarticulatorios.
Con el paso del tiempo el niño tendrá un mayor control sobre su lengua, paladar blando y duro, labios y demás partes implicadas en la pronunciación de fonemas. Lo esperable es que llegados los 4 años el niño ya sepa pronunciar adecuadamente, o esté muy cerca de decir bien todos los sonidos.
2. Dislalia funcional
La dislalia funcional es aquella en la que el niño no utiliza correctamente los órganos articulatorios al tratar de pronunciar un fonema. Puede deberse a un problema en la boca o, simplemente, que no ha aprendido a pronunciar adecuadamente los fonemas.
Por ejemplo, no coloca correctamente la lengua en la posición necesaria para hacer el sonido o, incluso la lateraliza. También puede omitir, sustituir, distorsionar o insertar un fonema.
3. Dislalia audiógena
En la dislalia audiógena el infante no articula correctamente, no por problemas en la boca o por no saber cómo hacerlo, sino porque no parece percibir los matices entre dos o más fonemas. Esto puede deberse a una sordera o a que no percibe ni procesa adecuadamente los estímulos auditivos.
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Tipos de errores
Cuando hablamos de dislalias es posible encontrar diferentes tipos de errores en función de qué fonemas estén implicados y cómo son omitidos, sustituidos o girados. Como decíamos, el problema principal en la dislalia es que el infante no es capaz de hablar correctamente su lengua materna, sin embargo, se hace necesario hacer un apunte. Cuando hablamos de lengua materna no nos referimos a la variedad estándar o a la más extendida del idioma, sino al que se enseña en casa, con sus vocabulario específico.
En un mismo idioma hay dialectos y ninguno de ellos debe verse como hablar mal la lengua. Puede que haya un dialecto más extendido que los demás y que esa habla haya servido de referencia o modelo de pronunciación. Sin embargo, esto no quiere decir que los hablantes de otros dialectos hablen mal, simplemente hablan distinto.
Puede darse el caso que en esas otras hablas ocurran fenómenos lingüísticos radicalmente distintos a cómo habla la mayoría pero que no deben interpretarse como errores en el habla.
Por ejemplo, en algunos dialectos del andaluz ocurre un fenómeno llamado ceceo que consiste en sustituir la “s” por “z”. El ceceo es también un error propio en las dislalias, sin embargo, ese es muy diferente al ceceo natural del habla andaluza. Un niño andaluz que en su casa hablan ceceando no es un niño con dislalia sino que es un hablante nativo de castellano andaluz.
Aclarado todo esto, vamos a ver los principales tipos de errores característicos de niños con dislalia al usar el español.
- Ceceo: /s/ por /z/: “caza” en vez de “casa”.
- Seseo: /z/ por/s/: “sapato” en vez “zapato”.
- Sustitución de /f/ por /p/ o /z/: “marfo” en vez de “marzo”
- Sustitución de /k/ por /t/: “tizás” en vez de “quizás”
- Rotacismo: “gomper” por “romper”.
- Nasalización: /d/ por /n/, “animina” por “adivina”.
- Sonorizar consonantes sordas: p.ej., /g/ en vez de /k/, “gasa” por “casa”.
- Problemas de anticipación, decir “títate” por “quítate”.
- Duplicación, “alrereror” en vez de “alrededor”
- Sustitución o asimilación de un fonema por otro. Por ejemplo, /t/ por /s/.
- Alteración del orden de los fonemas: “dentífrico” en vez “dentrífico”
- Alteración del orden silábico, p. ej., “telófono”.
¿Qué causa que mi hijo no pronuncie bien?
Son varios los motivos detrás de una dislalia.
1. Causa evolutiva
Estaría asociada a la dislalia evolutiva. Simplemente, el niño no pronuncia bien los fonemas porque todavía no ha desarrollado su aparato fonoarticulador por completo, pero tarde o temprano estará plenamente formado. Su edad se encuentra entre los 2 y 4 años, con lo cual es esperable que pronuncie mal unos cuantos fonemas. Sin embargo, será necesario acudir a un logopeda si los problemas de pronunciación persistan más allá de los 5 años.
2. Problemas de percepción auditiva
Hay casos en los que el individuo no puede pronunciar correctamente porque no oye correctamente, y esto causaría una dislalia audiológica. Puede que haya una lesión en el oído, un problema en el nervio auditivo o alguna lesión encefálica que impide que el niño oiga bien uno o varios fonemas, los procese y los pueda diferenciar de otros. Esto hace que confunda los fonemas y los oiga iguales.
3. Aparato fonoarticulador dañado y escaso control motor
A medida que el niño va creciendo lo normal es que adquiera la habilidad motora para mover la lengua y labios, emitiendo los fonemas que desee. A más edad, mayor control y mejor pronunciación. Sin embargo, a veces pasa que todavía no ha desarrollado la musculatura necesaria o tiene alguna lesión en labios, lengua, paladar duro y/o blando, dientes, maxilares o fosas nasales que hace que su pronunciación se vea limitada.
4. Falta de comprensión
A veces el problema no está ni en la boca ni en la percepción de los sonidos, sino en la comprensión. Los niños omiten sonidos, los sustituyen o los deforman aún pudiéndolos hacer correctamente. En algunos casos el habla puede ser ininteligible si se ven afectados muchos sonidos.
Los problemas detrás de esto son más bien de tipo psicológico, como un trastorno del desarrollo o características de personalidad como timidez o desinterés por lo que hacen las personas de su alrededor.
Igualmente, son conscientes que no hablan bien, se sienten frustrados por ello, pueden mostrar un bajo rendimiento escolar y ser agresivos frustrados porque los adultos les repiten, una y otra vez, cómo deben decir las cosas.
¿Qué hacer si un niño de más de 5 años sigue sin pronunciar bien?
Volvemos a resaltar la importancia de acudir al profesional encargado de este problema: el logopeda. Mediante su evaluación establecerá un diagnóstico en el que se especifique la causa detrás de las dificultades de pronunciación de nuestro hijo. Si el niño tiene problemas debido a que no comprende cómo debe decir las cosas lo más probable es que sea el propio logopeda quien se encargue de enseñarle a hablar correctamente.
En cambio, si el problema se debe a una posible sordera, lesiones en la boca o se tiene sospecha de lesión neurológica se recurrirá a otros profesionales, no sin dejar de lado al logopeda. Este profesional comprobará los avances que haga el niño tras las intervenciones quirúrgicas pertinentes, y evaluará si ha mejorado o empeorado su dislalia.
Sin embargo, es muy importante que también se trabaje desde casa. Los padres y demás miembros de la familia deben servir de modelo para enseñarles a hablar a los más pequeños. Aunque no se sea logopeda son muchas las formas que se pueden usar para corregir el problema de pronunciación de nuestro hijo.
Lo primero que debe quedar claro es que no se debe fomentar el lenguaje infantilizado del niño, es decir, imitar o usar sus mismas palabras mal pronunciadas Por ejemplo, si dice “tetota” en vez de pelota, no usemos esa misma palabra, sino la correcta, por muy divertido que nos pueda parecer. Lo importante es que comprenda que esa palabra se debe decir de acuerdo como nosotros la pronunciamos y que, si se quiere hacer entender, deberá aprender a decirla correctamente.
Es muy importante que, a la hora de corregir estos fallos en la pronunciación, no se le presione ni se le exija la adecuada manera de hablar. Es decir, si nos ha dicho “tetota” no le digamos “Di pelota, repite conmigo: pe-lo-ta”. Lo mejor es responderle diciendo la palabra correcta, por ejemplo “Creo que he visto la pe-lo-ta por ahí, en tu cuarto”. También es muy importante evitar usar frases como “así no se dice” o “está mal”, puesto que de hacerlo podríamos cohibirlo y desanimarlo, haciendo que no quiera hablar.
Con 4 años los niños ya no necesitan biberón ni chupetes. Ya hace mucho tiempo que lo debería haber dejado de usar, concretamente a partir de los 2 años. Usar biberones y chupetes más allá de los 2 años de vida hace que no se puedan desarrollar correctamente los órganos del aparato fonoarticulador, siendo muy contraproducente en la adquisición de una pronunciación correcta.
La masticación es un aspecto muy importante. Masticando se hace gimnasia bucal, entrenando los músculos que usaremos para hacer los fonemas. Es por esto que es fundamental que, cuando ya tenga dientes, dejemos de darle alimentos blandos. Evitemos que todo sean purés, papillas, zumitos y pasemos a dieta sólida. Claro está, deberá estar cortado y ser lo suficientemente blando para que no se atragante, pero y lo suficientemente resistente como para que se ponga a masticar.
Referencias bibliográficas:
- Aguilar-Valera, J.A. (2017). Trastornos de la comunicación desde el DSM-V. La necesidad de diagnósticos diferenciales. Cuadernos de Neuropsicología (11) 1: 144-156.
- Bauman-Wängler, Jacqueline Ann. (2004). Articulatory and phonological impairments: a clinical focus (2 ed.). Boston: Allyn and Bacon. ISBN 978-0-205-40248-9. OCLC 493612551.
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