Las enfermedades mentales han sido, a través de los años, un factor asociado en la inmensa mayoría de crímenes. No obstante, este pensamiento es equívoco en muchos sentidos. De entrada, es preciso tener en cuenta que no todo criminal o delincuente sufre de algún trastorno mental, pero además, vale poner de relieve que tampoco todo enfermo mental comete actos delictivos, pues aunque exista un diagnostico clínico, debe existir una relación de causalidad con el acto.
Como acertadamente mencionó Vicente Garrido Genovés, destacado criminólogo español, “que alguien desafíe los principios esenciales que regulan nuestra vida social, forjados a lo largo de siglos, no es prueba o razón suficiente para pensar que sea un loco o un enfermo degenerado”. La cuestión de responsabilidad penal e imputabilidad, respecto a quien comete un delito con alguna enfermedad mental, ha sido un tema de constante debate y análisis desde hace décadas.
Hoy, en este artículo, repasamos los conceptos de psicopatología e inimputabilidad, también mencionamos algunas de las afectaciones mentales de mayor incidencia criminógena.
Psicopatología: definición
La enciclopedia salud define psicopatología como “Estudio de las causas, síntomas, evolución y tratamiento de los trastornos mentales. En un sentido amplio la Psicopatología integra también conocimientos sobre la personalidad, la conducta patológica, la estructura familiar y el entorno social”.
Son principalmente los psiquiatras y psicólogos quienes se interesan por esta área, ya que colaboran de manera constante con lo que respecta al tratamiento e investigación acerca del origen de los cuadros clínicos, así como también en su manifestación y desarrollo. Mientras que la psiquiatría se ocupa de identificar signos y síntomas que llegan a configurarse como síndromes, enfermedades o trastornos y sus respectivos tratamientos, la psicología aplica los conocimientos de los procesos mentales, del aprendizaje y del contexto social a la comprensión de las diversas patologías mentales, de las cuales se derivan otras disciplinas, por ejemplo la psicoterapia.
Entender la psicopatología, entender al criminal
Sabemos que las principales ciencias interesadas por esta área de estudio son la psiquiatría y la psicología. Sin embargo, son diferentes las disciplinas que se involucran con la psicopatología para intentar explicar la complejidad de la conducta humana; entre ellas la criminología, cuyos principales objetivos son: hallar el porqué de las diversas conductas antisociales, comprender su etiología y prevenir su continuidad.
Aunque desde la antigüedad se comprendía que la desviación social en ocasiones solo podría ser explicada por fenómenos internos individuales como las emociones, los estados de ánimo y en ocasiones subsecuentes a una enfermedad, fue hasta hace apenas dos siglos, de la mano de juristas como Lombroso y Garofalo (padres de la criminología) que se introdujo al derecho penal. La idea de que el delincuente no tenía libre albedrío, axioma de la escuela positivista del derecho, sostenía que la mayor parte de crímenes tenían su causa en una serie de anomalías orgánicas, entre ellas las enfermedades mentales.
Así, con el paso de los años y con el avance de las ciencias y la tecnología se ha ido descubriendo poco a poco que fenómenos como la conducta delictiva tienen su etiología en las más diversas manifestaciones de patologías mentales, a veces como consecuencia de algún daño neurológico, en otras ocasiones, producto de la herencia genética. De esta manera, se han logrado comprender algunos de los más atroces crímenes perpetrados gracias a la psicopatología.
Inimputabilidad
Una de las razones principales por las que se ve inmiscuida la psicopatología en el ámbito forense es para ayudar a esclarecer conceptos como la responsabilidad penal (pagar penalmente por el delito cometido) e inimputabilidad* (indicar que a la persona no se le puede atribuir responsabilidad por lo que penalmente se le acusa).
La psicopatología puede ayudarnos a esclarecer, en ocasiones, si alguien que ha perpetrado un crimen realizó el acto en pleno uso de sus facultades mentales, o si por el contrario el hecho fue resultado de su estado de enajenación mental (fruto de un síndrome o trastorno mental, por ejemplo) y, por consiguiente, no se le puede imponer una pena.
Será trabajo conjunto de la psiquiatría, la psicología forense y la criminología emplear los conocimientos que brinda la psicopatología para esclarecer si un delincuente con una patología mental cometió su conducta antisocial con intención, capacidad de discernimiento y libertad.
Algunas psicopatologías con mayor incidencia en delitos
A continuación mencionamos solo algunas de las perturbaciones mentales de mayor incidencia criminógena, hacemos la aclaración de que tener dicha afectación no siempre desemboca en una conducta delictiva.
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Esquizofrenia paranoide (y otras psicosis): enfermedades mentales caracterizadas por presentar cuadros clínicos donde se pierde el sentido de la realidad, la objetividad y la lógica, se desorganiza la personalidad y se tiene alucinaciones e ideas delirantes. Si además se trata de esquizofrenia paranoide, usualmente quienes la padecen tienen manías persecutorias y suspicacia sobre cualquier sujeto sea conocido o no. En ocasiones dichas manías en las que el sujeto se siente perseguido en combinación con su pérdida de contacto con la realidad desemboca en diversas conductas antisociales. Un ejemplo es el del famoso caso de El Vampiro De Sacramento que cometió una serie de asesinatos atroces tras haber sido diagnosticado de esquizofrenia paranoide.
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Trastorno antisocial de la personalidad: se estima que entre un 25% a un 50% de reclusos en los centros penitenciarios padecen este trastorno. Son personas caracterizadas por un fracaso general para adaptarse a las normas y reglas sociales, deshonestidad, mitomanía, irritabilidad, agresividad y falta de remordimiento, entre otras características. Comúnmente se refiere a este trastorno como psicopatía. Nos reservamos el derecho de enumerar todos los posibles delitos que el sujeto antisocial puede llevar a cabo. Sobre la cuestión de su inimputabilidad, aún se generan los más diversos debates sobre si el psicópata en cuestión es capaz o no de discernir entre el bien y el mal.
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Trastorno bipolar de la personalidad: es un trastorno del estado de ánimo caracterizado por un aumentos y disminución en la actividad expresada en el estado mental que prevalece y que se caracteriza por la presencia de uno o más episodios anormalmente elevados de energía y estado de ánimo que fluctúan entre estados euforia y episodios depresivos; de modo en que quien lo padece oscila entre las fases de manía (excitación, delirios de grandeza) y fases depresivas.. Durante la fase maníaca, el sujeto puede experimentar cuadros súbitos de impulsividad y agresividad que en ocasiones puede manifestarse en la conducta delictiva. En contraste con la fase depresiva en la que la disminución de neurotransmisores como la serotonina y la dopamina puede causar que el sujeto quiera atentar contra su propia vida.
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Trastorno límite de la personalidad: también conocido como trastorno bordelinde o trastorno limítrofe de la personalidad. El DSM-IV lo define como “un trastorno de la personalidad que se caracteriza primariamente por inestabilidad emocional, pensamiento extremadamente polarizado y dicotómico y relaciones interpersonales caóticas”. Suele decirse que quienes padecen este trastorno se hallan en el borde entre la neurosis y la psicosis, e inclusive muchos autores califican la sintomatología de este trastorno como “pseudopsicótica”. El delito puede llegar a surgir en ocasiones cuando se presentan episodios psicóticos muy breves, sin embargo, por lo general dichos sujetos son capaces de comprender el carácter ilícito de sus actos.
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Trastornos del control de los impulsos: grupo de trastornos caracterizados por un deficiente o nulo control sobre sus impulsos que los lleva a realizar acciones casi incontrolables, un aumento de la tensión emocional antes de cometer un acto, placer al cometer la acción y un sentimiento posterior al acto de arrepentimiento o culpabilidad. Los aquí mencionados son los comúnmente más relacionados con la conducta criminal. A) Trastorno explosivo intermitente: caracterizado por expresiones extremas de enfado, a menudo hasta el punto de rabia incontrolada, que son desproporcionadas respecto a las circunstancias en que se producen, lo que puede dar lugar a delitos, particularmente dirigidos contra la propiedad y la integridad física. B) Piromanía: trastorno en el cual la persona se siente impulsada a ver y producir fuego, lo que en ocasiones puede terminar en catástrofes que pueden incluir la vida de muchas personas. C) Cleptomanía: impulso irresistible por el robo de diversos objetos, sin importar si son o no de valor. El cleptómano no busca lucrarse del robo, solo siente placer por hacerlo.
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