Si nos fijamos en lo meramente físico, en general podemos decir que existen algunas diferencias obvias entre hombres y mujeres.
El tamaño, la fuerza muscular, la gravedad y el tono de la voz, el vello, la disposición de la grasa corporal, los ciclos hormonales… en todos estos aspectos podemos encontrar diferencias propias del dimorfismo sexual. De hecho, incluso a nivel cerebral podemos encontrar algunos aspectos diferenciales.
Pero... ¿qué ocurre cuando hablamos de factores como la inteligencia? ¿Existen diferencias de inteligencia entre hombres y mujeres? ¿Son las personas nacidas con un sexo más capaces mentalmente que las del otro? Este es un tema que durante décadas ha generado mucha controversia pero que también ha servido para iniciar vías de investigación muy interesantes.
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Recordando: ¿qué es la inteligencia?
Para ser capaces de ver si la inteligencia de hombres y mujeres difiere o no, es necesario en primer lugar recordar de qué hablamos exactamente cuando utilizamos la palabra “inteligencia”.
Si bien existen varias posturas al respecto, en general se entiende la inteligencia como aquella capacidad o conjunto de capacidades las cuales permiten una adaptación eficiente y funcional al entorno en tiempo real, empleando correctamente para ello los recursos disponibles y elaborando diferentes estrategias en función del desafío o problema que nos presente el ambiente.
Así, la inteligencia nos permite comprendernos tanto a nosotros mismos como a los diferentes tipos de estímulos que nos rodean, organizar nuestro pensamiento, procesar la información, razonar, planificar, inhibir o elaborar conductas y procedimientos de actuación entre otras cosas. Se trata de un elemento vital para la supervivencia y la funcionalidad del ser humano en la naturaleza y en la sociedad.
Una vez definida de forma genérica la inteligencia, volvamos al tema que da título a este artículo: ¿hay diferencias significativas en esta capacidad entre hombres y mujeres?
Hombres y mujeres: ¿diferentes o igual de inteligentes?
A lo largo de la historia se ha medido esta capacidad o conjunto de capacidades a través de diversos métodos y mecanismos de evaluación. Uno de los más empleados es el uso de test psicométricos, que pueden medir tanto la inteligencia a nivel general como subcomponentes de esta o habilidades más específicas.
En los estudios llevados a cabo respecto a las diferencias entre sexos en lo que respecta a capacidad intelectual, se ha encontrado que a nivel general no existen diferencias significativas, siendo mujeres y hombres igual de inteligentes o, mejor dicho, no dependiendo el nivel de inteligencia del sexo biológico con el que hemos nacido.
Además, si bien se ha visto que el cerebro de los hombres es proporcionalmente mayor que el de las mujeres, se ha comprobado que la diferencia de tamaños no tiene por qué implicar diferencia en los niveles de inteligencia a no ser que esta sea muy acusada.
Así, tanto hombres como mujeres son igualmente capaces de adaptarse al medio y establecer planes de actuación, entre otras muchas opciones. Sin embargo, cuando se observan las diferentes capacidades o subcomponentes que forman parte de lo que denominamos inteligencia, se puede observar que existen algunas diferencias en aspectos concretos.
Aspectos diferenciales
Si bien en general podemos decir que hombres y mujeres, como colectivos, tienen niveles parecidos de inteligencia de manera que ninguno de ellos es superior al otro en el cómputo global, la realización de diferentes pruebas, tests y tareas reflejan que existen algunos puntos o elementos en que un sexo es ligeramente superior.
También destaca la existencia de diferencias en cómo está distribuida la inteligencia, siendo más variable en un caso que en el otro.
En ellos: ligera superioridad en aptitudes matemáticas y visuoespaciales
Las habilidades lógico-matemáticas y especialmente las de manipulación visuoespacial son elementos en que los varones por norma general han tenido mayor puntuación en comparación a ellas. Así en pruebas de lógica, cálculo o manipulación del espacio los hombres tienden a ser mejores.
El material gráfico y visual suele ser mejor procesado por los hombres, y también suelen ser ligeramente mejores a la hora de orientarse en el espacio.
En ellas: ligera superioridad en aptitudes verbales y de lenguaje
La mujer ha demostrado en las diversas pruebas realizadas que por norma general tiene un mayor dominio de la esfera verbal y el lenguaje que sus contrapartes masculinos. Suelen ser mejores en tareas en las que se pide capacidad de asociación, comprensión y expresión. También suelen tardar un poco menos en codificar la información recibida a través del lenguaje.
Vinculado con este hecho podemos observar que el sexo femenino tiende a tener un mayor nivel de emotividad que el masculino. Por norma general las mujeres tienden a expresarse más y a ser más conscientes y expansivas con sus emociones, reflejando en mayor medida que, como y porqué se sienten como lo hacen.
Sin embargo, es necesario tener en cuenta que en este fenómeno también interfieren los roles de género, que entre otras cosas sancionan a los hombres que muestran mucho sus emociones.
Dispersión u homogeneidad del CI
Se ha observado a nivel estadístico que si bien hombres y mujeres tienen el mismo nivel de inteligencia entendiendo ésta como capacidad mental general mensurable mediante el cociente intelectual, existen diferencias en cómo se encuentra distribuida entre la población.
Los datos reflejan que, por norma general, el sexo femenino presenta una menor dispersión en lo que a nivel de cociente intelectual se refiere, mientras que el masculino tiende a estar mucho más disperso.
Esto quiere decir que si bien hay casos de discapacidad intelectual y superdotación en la mujer por norma general sus valores de inteligencia suelen estar muy agrupados en torno a la media, habiendo bastante homogeneidad en el nivel de la población.
En cuanto a los hombres, en su mayoría poseen también un nivel cercano a la media, pero se encuentran muchos más casos con valores extremos tanto por encima como por debajo de dicha media que en la mujer. Dicho de otro modo, hay mucha más discapacidad intelectual y superdotación en el sexo masculino que en el femenino.
Diferencias en el cerebro
A nivel neuroanatómico se han localizado una serie de pequeñas diferencias en la inteligencia por sexos que podrían ayudar a explicar las divergencias encontradas a nivel experimental. Existen varias partes del cerebro que estadísticamente son más grandes o más pequeñas en uno de los dos sexos.
Por ejemplo, el sexo femenino tiene por lo general una mayor proporción de sustancia blanca y un cuerpo calloso de mayor tamaño, lo cual está vinculado a una transmisión de la información más rápida entre los distintos hemisferios y estructuras. Además, el sistema límbico, la parte del encéfalo que genera las emociones, tiende a ser algo mayor.
En lo que respecta al sexo masculino, su cerebro cuenta con una mayor proporción de materia gris, encargada del procesamiento de la información una vez ha sido enviada desde otra parte del sistema nervioso. En los hombres también suele haber un hipotálamo más grande.
Sin embargo hay que tener en cuenta que lo que vivimos y el modo en que actuamos no es un producto unidireccional de lo que tenemos en el cerebro, sino que éste se va a ver afectado y se va a ir desarrollando siendo influido por la estimulación ambiental.
Así, si por ejemplo, una persona que se dedica durante años a la música acabará desarrollando y fortaleciendo determinadas localizaciones cerebrales debido al entrenamiento. Con esto pretendo decir que, al margen de diferencias anatómicas que sí se deben principalmente al dimorfismo sexual heredado genéticamente, algunas de las diferencias halladas están mediadas por la educación, las expectativas culturales y sociales, nuestros roles y nuestras vivencias.
El papel de la educación y los roles de género
Si bien las diferencias encontradas han sido a menudo ligadas al sexo de las personas estudiadas, lo cierto es que en su explicación tienen una gran repercusión los factores socio-culturales.
Así, las diferencias halladas no pueden ser únicamente atribuibles al hecho de ser hombre o mujer, sino que también hay que considerar los efectos provocados por los diferentes roles de género han otorgado a cada sexo. Es por eso que las investigaciones que cruzan información relativa a la diferencia de hombres y mujeres con la que tiene que ver con las diferentes culturas resultan muy relevantes, porque permiten separar mejor la genética y los roles de género.
Tradicionalmente el rol del varón ha sido el de protector, aquel ser trabajador e implacable que debe llevar el sustento al hogar. Por lo tanto debe ser fuerte y capaz de hacer frente a los múltiples problemas que el medio les plantea manipulando para ello el medio físico. En el caso de la mujer, su rol tradicional ha sido la de dadora de vida, ama de casa amorosa que cuida de sus retoños y se dedica a ofrecer bienestar en el hogar y/o fuera de él. Estas etiquetas nos hacen ver que el papel tradicional del hombre ha sido más instrumental y el de la mujer más emotivo-relacional.
Así, a lo largo de una gran parte de la historia se ha ido educando a cada sexo en pos de unos valores y costumbres que perpetúan a mayor o menor escala estos roles. Desde la infancia se ha ido exigiendo diferentes capacidades a unos y a otras, cosa que con el tiempo produce que es establezcan diferencias en la manera de organizar y ver el mundo.
El hecho de que gran parte de las diferencias se deban a factores educacionales es fácilmente visible si tenemos en cuenta la situación actual: con el progresivo aumento de la igualdad en la educación y la flexibilización y relajación de los roles de género cada vez vemos más mujeres dedicadas a cuestiones más técnicas y a cada vez más hombres con un elevado nivel de expresividad y emotividad. Con el paso del tiempo se ha podido observar que las diferencias van disminuyendo paulatinamente.
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