El ser humano, al igual que el resto de animales, capta los estímulos provenientes del entorno a través de los sentidos. Si bien existen modalidades como la propiocepción (o autopercepción del propio cuerpo) o la nocicepción (percepción del dolor), por norma general entendemos como tales la vista, el oído, el gusto, el tacto y el olfato.
Todos nos ofrecen diferentes tipos de información que permiten nuestra adaptación y supervivencia, procesándose e integrándose la información recibida en diversos núcleos cerebrales. En el caso del olfato, dicho procesamiento se lleva a cabo en el bulbo olfatorio, una de las partes del cerebro más antiguas en nuestra línea evolutiva. Veamos cuáles son sus características.
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El sentido del olfato
Si bien en el ser humano se trata de un sentido relativamente poco desarrollado en comparación con la vista y la audición, el olfato es un mecanismo fundamental a la hora de captar estímulos que nos llegan desde el entorno. Se trata del sentido que nos permite procesar el olor a través de la captación de sustancias químicas volátiles que llegan a nuestro organismo a través del aire que respiramos.
La función principal de este sentido es principalmente la de detectar elementos que el cuerpo necesita para subsistir y aquellos que pueden ser perjudiciales, de manera que nos aproximamos o alejamos de ello en función de la necesidad. Gracias a ello podemos ajustar nuestra conducta a diferentes estímulos o agentes. Además, el olfato también tiene una importante relación con la percepción del gusto, permitiéndonos saborear la comida.
Para captar dicha información es necesaria la presencia de un sistema especializado capaz de traducir y transmitir la información al resto del organismo. Este es el sistema olfativo, dentro del cual destaca el papel llevado a cabo por el bulbo olfatorio.
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Antes de llegar al bulbo
Si bien el bulbo es una parte de gran importancia para la captación de los estímulos olorosos, el proceso por el cual se capta el olor no se inicia en él.
Las moléculas olorosas llegan y entran en las fosas nasales, siendo atrapadas por la mucosa nasal. Esta recoge dichas moléculas y las absorbe, actuando según la intensidad con la que lleguen al sistema.
Dentro de la mucosa podemos encontrar diversas zonas en las que existen numerosas neuronas olfativas de diferentes tipos, si bien tienden a ser bipolares y amielínicas. En ellas se realiza la transducción, siendo este el paso en que se pasa la información de un tipo de señal concreta (en este caso química) a una señal bioeléctrica que pueda circular por el sistema nervioso. Posteriormente, pasan por el nervio olfativo hasta llegar al bulbo olfatorio.
El bulbo olfatorio
El bulbo olfatorio es una pequeña estructura vesicular cuya principal función es captar y procesar la información proveniente de los receptores odoríferos situados en la mucosa nasal. De hecho, en realidad disponemos de dos de estos bulbos, habiendo uno en cada hemisferio del cerebro.
Esta pequeña prolongación de la corteza cerebral se localiza debajo de la zona más cercana a los ojos del lóbulo frontal y se conecta con la parte más interna de las fosas nasales.
¿Cómo funciona?
En lo que respecta a su participación en la captación y procesamiento del olor, las moléculas olorosas anteriormente absorbidas por la mucosa nasal y que han sido captadas y transformadas en actividad bioeléctrica por las neuronas situadas en ella envían sus axones al bulbo.
En el bulbo olfatorio dichas neuronas hacen sinapsis con otras neuronas llamadas células mitrales en unas estructuras llamadas glomérulos que tendrán diferentes patrones de activación según que se haya captado y gracias a cuya actividad diferenciada es posible distinguir diferentes olores. Esta activación diferenciada va a depender de la lentitud o rapidez con la que se haya transportado la sustancia por la mucosa y su composición química.
Tras ser procesada en los glomérulos del bulbo, la información será transmitida a través de las células mitrales a diferentes regiones cerebrales tales como el córtex olfativo primario, el córtex olfativo secundario, la corteza orbitofrontal, la amígdala o el hipocampo.
Partes del bulbo olfativo
El bulbo olfatorio no es un elemento uniforme y homogéneo en toda su extensión, sino que está configurado por una serie de capas que se distinguen entre sí principalmente por el tipo de células que las componen.
Si bien pueden encontrarse hasta siete capas, por norma general son consideradas cinco de ellas, que forman la estructura del bulbo olfatorio.
1. Capa glomerular
Se trata de la parte del bulbo donde se hallan los glomérulos, las estructuras en las que se va producir la sinapsis entre receptor y célula mitral y en la que se observan las diferentes reacciones según el estímulo percibido que terminarán por permitir la distinción entre olores. De hecho, los glomérulos se agrupan de tal forma que olores semejantes serán detectados por grupos neuronales específicos.
2. Capa plexiforme externa
Esta capa contiene los somas de células en penacho, las cuales tienen una función semejante a las mitrales. En esta capa están presentes diversas interneuronas que hacen posible el proceso de inhibición lateral, a la vez que conectan diversas neuronas entre sí.
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3. Capa de células mitrales
En esta capa están situadas los somas de las células mitrales, los cuales transmitirán la información olfativa al resto de estructuras conectadas al bulbo. Así, en esta capa es donde las células mitrales reciben la información de los receptores.
4. Capa plexiforme interna
En la capa plexiforme interna puedan hallarse básicamente los axones de de las células mitrales y en penacho. Es decir, se trata de una capa en la que se empieza a retransmitir la información captada a otras estructuras.
5. Capa de células granulares
Esta última capa, la más profunda, está formada por células granulares, gracias las cuales es posible que diferentes células mitrales conecten sus dendritas entre sí.
Funciones principales
El bulbo olfatorio es considerado el principal núcleo de procesamiento de la información olfativa, la cual le llega desde los receptores situados en la mucosa o epitelio nasal. Dicho papel supone que el bulbo realiza diversas funciones de gran importancia.
Permitir la captación de información olfativa
Siendo el principal núcleo de procesamiento de la información olfativa, el bulbo olfatorio permite al ser humano percibir la información proveniente del sentido del olfato. Se ha comprobado que la presencia de daños o la extirpación de cualquier de los dos bulbos produce anosmia o falta de percepción olfativa.
Distinción entre olores
El bulbo olfatorio participa en gran medida en la capacidad de distinguir entre diversos tipos de olores. La diferenciación se debe en concreto a los diferentes patrones de activación de las neuronas encargadas de la percepción olfativa, las cuales reaccionan de diferente forma según el olor en cuestión.
Concretamente, se especula que lo que produce dicha reacción es la forma, estructura y carga eléctrica de las partículas que nos llegan al sistema olfatorio.
Inhibición lateral de la información olfativa
Se entiende por inhibición lateral al proceso mediante el cual somos capaces de no prestar atención a determinadas estimulaciones en pos de focalizarse en una estimulación concreta. Un ejemplo de ello sería ser capaz de oler el perfume de la persona amada en medio de una multitud.
Si bien parte de este proceso es debida a las áreas cerebrales que regulan la atención el bulbo olfatorio tiene participación, al actuar las interneuronas del bulbo para inhibir el efecto que la captación de determinados olores tendría normalmente. Es por ello que después de un rato en presencia de determinado olor, disminuye en gran medida su percepción.
Participa en el procesamiento emocional de la información
La conexión del bulbo olfatorio con la amígdala, tanto directa como indirecta a través del córtex olfativo primario o piriforme, permite que puedan vincularse emociones a estímulos olfativos. Por ejemplo, la sensación de asco o repulsión ante un olor que consideramos negativo.
Por otro lado, el circuito nervioso del sentido del olfato, a diferencia de los de la vista y la audición, no pasa primero por el tálamo, y por ello tiene una conexión más directa con el sistema límbico. Esto, entre otras cosas, hace que los olores sean especialmente potentes a la hora de hacer que evoquemos recuerdos, aunque sean de experiencias que ocurrieron hace muchos años y que creíamos olvidadas.
Permite el reconocimiento de olores
En este caso debido a su conexión con el hipocampo, el bulbo olfatorio participa en el proceso de aprender a identificar olores anteriormente percibidos, con lo que a su vez se permite asociarlos a situaciones o estímulos concretas. Es por ello que podemos asociar un aroma a una persona o a un estímulo concreto.
Contribuye a captar el sabor
Es bastante conocido el hecho de que olfato y gusto están estrechamente relacionados e incluso conectados. El hecho de que nos lleguen ciertos olores pueden provocar que sintamos un sabor potenciado o diferente al que normalmente atribuimos a una comida. Es por ello que existen aromatizantes alimentarios.
Dado que permite procesar la información olfativa, el bulbo olfatorio tiene pues relevancia en la percepción del sabor. De hecho, las personas con anosmia tienden a ser incapaces de captar determinados sabores.
Ayuda a regular la conducta sexual
Si bien en múltiples estudios se ha cuestionado la existencia de esta en los seres humanos, en una gran cantidad de animales existe una estructura denominada bulbo olfatorio accesorio. Dicha estructura está especializada en la captación de un tipo de sustancias determinadas: las feromonas.
A través de ellas los seres de una misma especie son capaces de transmitirse determinados tipos de información los unos a los otros, modificando la conducta de sus congéneres. Uno de los ejemplos más conocidos es el papel de las feromonas en el control de la conducta sexual, participando en aspectos como la atracción. En el ser humano, la androestadienona y el estratetraenol son dos de las más conocidas, influyendo ambas en la respuesta sexual humana.
Referencias bibliográficas:
- Carlson, N.R. (1998). Fisiología de la conducta. Madrid: Pearson. pp: 262-267
- Goldstein, E.B. (2006). Sensación y Percepción. 6a edición. Debate. Madrid.
- Scott, J.W.; Wellis, D.P.; Riggott, M.J. & Buonviso, N. (1993). Functional organization of the main olfactory bulb. Microsc. Res. Tech.24 (2): 142-56.
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