Las pinturas negras de Goya: características e historia de estas obras

Un recorrido por la historia de las últimas obras de arte de Goya en España: las pinturas negras.

Las pinturas negras de Goya

Cuando, en 1878, las llamadas pinturas negras de Goya se muestran en el Palacio de Trocadero de París con motivo de la Exposición Universal, su oscuridad cromática y los personajes grotescos causan el rechazo general. El propietario de las obras, el barón Erlanger, fracasa en su empeño de venderlas en suelo francés, por lo que las cede a España. En 1881, las pinturas pasan a engrosar el inventario del Museo del Prado, donde todavía se pueden contemplar hoy.

¿Cómo habían ido a parar estas pinturas de Goya a París? ¿Quién era el barón Erlanger, y por qué las tenía en su poder? En este artículo hablaremos de las últimas pinturas que Goya realizó en España, justo antes de exiliarse en Burdeos para huir de la encarnizada represión de Fernando VII.

¿Qué son las pinturas negras de Goya?

Se conoce como pinturas negras a la serie de 14 óleos al secco que realizó Goya directamente sobre las paredes de su casa de Madrid, entre los años 1819 y 1823. El pintor había adquirido la finca probablemente para distanciarse de los sucesos que ocurrían en la capital y encontrar, de este modo, un poco de paz. Otros autores, sin embargo, apuntan a que la compra obedeció a la intención de esconder de las murmuraciones su relación con Leocadia Zorrilla, que vivía con él en compañía de los hijos de esta.

Las pinturas negras recibieron el nombre muchos años después de la muerte del artista. La nomenclatura hace referencia al cromatismo oscuro que emplea Goya, así como a su temática lóbrega y tenebrosa.

En efecto: todas las pinturas tratan temas, como mínimo, inquietantes: El dios Cronos que devora salvajemente a su hijo, unas brujas que realizan un aquelarre, dos hombres que se muelen a bastonazos... Incluso los temas que, aparentemente, no deberían ser escabrosos, los presenta Goya con evidente intención de repulsa; baste comparar la Romería de las pinturas negras con la Pradera de san Isidro que pintó un Goya joven en sus cartones para tapices. Mientras que en esta última todo rezuma luz y color, en la de la Quinta del Sordo, los romeros parecen sacados del mismo infierno…

Saturno devorando a su hijo

La Quinta del Sordo

La casa, construida en adobe, estaba situada a orillas del Manzanares, en una zona donde solo había campo y huertas. A pesar de que se dice que el nombre popular de la casa, la Quinta del Sordo, se debía a la sordera de Goya, lo cierto es que el nombre hacía referencia a su anterior propietario, Pedro Marcelino Blanco que, casualmente, también era sordo.

No se sabe a ciencia cierta cómo estaban distribuidas originalmente las pinturas. Se supone que 8 de ellas estarían en las paredes del primer piso, mientras que las 6 o 7 restantes se encontrarían en la planta baja. En las paredes de la casa existían ya unas pinturas de paisajes que Goya aprovechó para ejecutar sus pinturas. En El duelo a garrotazos, por ejemplo, la silueta del paisaje goyesco se corresponde con el paisaje anterior.

A la muerte del pintor, acaecida en Burdeos en 1828, hereda la casa su nieto, Mariano. Este vende la casa en 1859, y en 1873 es adquirida por el barón Erlanger. Impresionado por las pinturas que decoran las paredes, el barón decide arrancarlas y presentarlas en la Exposición de París, con la idea de venderlas al mejor postor. Ya hemos comentado como la empresa no tiene éxito, por lo que Erlanger se ve obligado a donar las obras al Prado.

El contexto y el significado tras estas obras de arte

Francisco de Goya (1746-1828) es, posiblemente, uno de los pintores españoles más famosos de todos los tiempos. Y es que su obra es testigo de los bruscos cambios que vivió España a finales del siglo XVIII e inicios del XIX: el fin del Antiguo Régimen, la guerra y los desastres que conllevó, la llegada de los vientos nuevos constitucionales y, finalmente, la restauración del absolutismo en la figura de Fernando VII. No solo eso; Goya encontró enseguida un estilo muy personal y único que lo convierte, sencillamente, en un pintor inclasificable.

El periodo de producción de las llamadas pinturas negras (que va de 1819 a 1823) coincide con el alzamiento constitucionalista de Rafael del Riego en Cabezas de San Juan y el posterior Trienio Liberal, que se alargó hasta 1823. Es decir, los años en que Goya pintó las pinturas negras no son, precisamente, los años más oscuros del periodo. Recordemos que, en virtud de los recuperados valores constitucionales, la Inquisición se había abolido en marzo de 1820, y se promulgó la libertad de prensa y de reunión. Para un antiguo afrancesado como Goya, los tiempos no podían ser más halagüeños.

¿Por qué, entonces, pinta Goya temas tan escabrosos, que parecen sacados de una pesadilla? Muchos ríos de tinta han corrido al respecto, sin que pueda aclararse exactamente qué llevó al pintor a ejecutar, directamente sobre las paredes de su casa, una serie de escenas caricaturescas que tratan temas tan sombríos como la brujería, la enfermedad, la soledad, la muerte. Algunas teorías, ya barajadas pocos años después de su muerte, hablan de la sordera que “lo aisló del mundo” y de su precario estado de salud, que supuestamente lo llevaron a un estado casi de locura.

Actualmente esta teoría está más o menos rechazada, aunque seguimos sin tener claro cuál fue el motivo que impulsó a un ya anciano Goya a decorar su finca madrileña con semejantes pinturas. Lo que sí está claro es que los motivos representados no eran para nada nuevos en la trayectoria goyesca. El artista ya había tratado estos temas de forma parecida en sus series de grabados, especialmente en los Disparates, que no fueron publicados en vida del artista.

Los antecedentes de las pinturas negras

La escabrosidad y la ácida denuncia de las pinturas negras tienen su claro antecedente en la serie de grabados que Goya realizó durante el siglo XVIII. La primera de ellas, los Caprichos, son un total de 80 estampas que recogen una mordaz crítica a la superstición, la ignorancia y la beatería, pero también a ciertos lastres sociales como los matrimonios concertados de hombres maduros con adolescentes, que por cierto ya había denunciado Leandro Fernández de Moratín en su obra de teatro El sí de las niñas.

El sueño de la razón produce monstruos

Más evidente aún es la denuncia de la serie conocida como Los desastres de la guerra, realizada a propósito de la invasión francesa de la península. Aunque nunca manifestó públicamente su ideología, podemos deducir por sus amistades y por su obra que Goya era un afrancesado, es decir, un partidario de las libertades que, supuestamente, venían de Francia. El choque con el horror de la guerra y con las atrocidades que cometieron los franceses en suelo español fue muy duro para el pintor, que probablemente vio como todos sus ideales se resquebrajaban.

Pero, como hemos comentado en el punto anterior, la serie más significativa en cuanto a precedente de las pinturas negras es la de los Disparates. En ella, Goya hace gala de una acusada subjetividad. La idea de lo grotesco adquiere, en estas estampas, un protagonismo evidente. Según Valeriano Bozal, eminente estudioso de la vida y la obra de Goya, los Disparates deben su aparición al mismo contexto que las pinturas negras.

Las pinturas negras, ¿una obra única?

Si indagamos en la pintura contemporánea de Goya, veremos que los motivos que el pintor plasma en su quinta no eran tan innovadores como previamente puede suponerse. Tenemos, así, los cuadros de su contemporáneo Johann Heinrich Füssli (1741-1825), que retratan escenas oscuras y enigmáticas, casi oníricas; o el no menos inquietante William Blake (1757-1827), cuyos cuadros e ilustraciones parecen, igualmente, sacados de una pesadilla.

De esta forma, se pueden englobar las pinturas negras en un periodo marcado por el llamado Romanticismo oscuro, cuyo leitmotiv son los monstruos, las apariciones fantasmagóricas, los sueños. De cualquier forma, el estilo tan particular que presenta Francisco de Goya (y la fuerte carga crítica de su obra) es, ciertamente, algo insólito y único, que no se volverá a encontrar hasta un siglo después, cuando artistas como Edvuard Munch, Ernst Ludwig Kirchner o James Ensor plasmen rostros parecidos en sus obras. Goya se adelantó nada menos que un siglo al expresionismo, lo que demuestra, sin duda, su genialidad.

  • Bozal, V. (2009). Pinturas negras de Goya. Madrid: A. Machado Libros.
  • Francisco de Goya, video de Vitruvio Arte, canal de Hugo García, historiador del arte.
  • Goya y las pinturas negras, video de La gata verde, canal de la historiadora de arte Sara Rubayo.
  • Goya y las Pinturas Negras, conferencia del Instituto Cervantes Moscú a cargo de Virginia Albarrán, historiadora del arte, octubre de 2020.
  • VV.AA. (1996). Historia del arte de España. Edd. Lunwerg.

Periodista

Licenciada en Humanidades y Periodismo por la Universitat Internacional de Catalunya y estudiante de especialización en Cultura e Historia Medieval. Autora de numerosos relatos cortos, artículos sobre historia y arte y de una novela histórica.

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