Es verano y uno de los mayores placeres que hay en esta época es sumergirnos en la paz y la calma del mar o de la piscina. Aunque los humanos no somos animales marinos, desde luego echamos en falta el poder sumergirnos cuando llegan los meses de más frío.
Esta calma al sumergirnos en frías aguas tiene una razón evolutiva y la compartimos con otros animales, sobre todo mamíferos. Este fenómeno es el reflejo de inmersión de los mamíferos y resulta ser fundamental para la supervivencia de muchos animales marinos.
A continuación vamos a aprender qué es lo que despierta este reflejo, qué cambios a nivel orgánico implica y cómo el entrenamiento en buceo influye en su aparición.
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Reflejo de inmersión de los mamíferos: definición
El agua de mar o de la piscina nos brinda paz. Es entrar en esa agua fría que empezamos a sentir profunda calma. Esta sensación es ancestral y tiene un origen evolutivo muy importante y compartido con el resto de las especies mamíferas. Se llama reflejo de inmersión de los mamíferos y basta con sumergirse en agua fría o echársela en la cara para empezar a activar sensaciones agradables.
Aunque este reflejo es un nexo muy llamativo con otras especies mamíferas, está especialmente presente en mamíferos acuáticos, como focas, nutrias o delfines, en los cuales su aparición es una condición fundamental para su supervivencia. En los seres humanos se presenta de forma muy debilitada, pero aún así implica toda una serie de cambios a nivel orgánico que hacen que podamos estar más tiempo de lo esperable sumergidos en agua, sea dulce o salada.
Aunque se le llame mamífero también parece manifestarse en animales marinos como pingüinos, lo cual ha hecho suponer que su verdadero origen estaría en un ancestro común entre aves y mamíferos. Se trataría de un mecanismo que demuestra la teoría de que aves y mamíferos vienen del mismo ancestro y que este debía vivir en el agua.
¿Cómo se manifiesta?
El reflejo de inmersión de los mamíferos se da siempre y cuando se entre en contacto con agua que esté a una temperatura baja, normalmente menor a 21ºC. Cuando más baja sea la temperatura el efecto será mayor.
También es necesario que, para que se active este mecanismo, el agua incida sobre la cara, puesto que es ahí donde se encuentra el nervio trigémino, compuesto por el oftálmico, el maxilar y el mandibular. Son estas tres ramas nerviosas únicamente localizables en la cara que, al activarse, inician el reflejo, que implica los siguientes procesos siguiendo este mismo orden.
1. Bradicardia
La bradicardia es la disminución de la frecuencia cardíaca. Cuando estamos buceando es necesario que reduzcamos el consumo de oxígeno y, por este motivo, el corazón empieza a reducir los latidos por minuto entre un 10 y 25%.
Este fenómeno depende directamente de la temperatura, haciendo que, cuanto más baja sea, menos latidos se hagan. Se han dado casos de personas que han hecho solo entre 15 y 5 latidos por minuto, algo muy bajo teniendo en cuenta que lo normal son 60 o más.
2. Vasoconstricción periférica
La vasoconstricción periférica o redistribución de la sangre implica llevarla hacia órganos más importantes, como el cerebro y el corazón. Los capilares sanguíneos se cierran selectivamente, mientras que se mantienen abiertos los de los órganos vitales principales.
Los primeros capilares en contraerse son los de los dedos de los pies y las manos, para luego dar paso a los pies y manos en su extensión. Finalmente, se contraen los de los brazos y las piernas, cortando la circulación sanguínea y dejando más riego sanguíneo al corazón y el encéfalo.
De esta forma se minimiza el posible daño causado por las bajas temperaturas y aumenta la supervivencia en caso de que haya privación de oxígeno prolongada. La hormona de la adrenalina tiene mucho protagonismo en este proceso, y es la que estaría detrás de que, cuando nos lavamos la cara con agua muy fría nos despertemos más rápido.
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3. Introducción de plasma sanguíneo
Se introduce plasma sanguíneo dentro de los pulmones y otras partes de la caja torácica, haciendo que los alvéolos se llenen con este plasma, que se reabsorbe cuando se sale a un ambiente presurizado. De esta manera, se impide que los órganos de esta región queden aplastados por las altas presiones acuáticas.
También se produce plasma sanguíneo dentro de los pulmones. Cuando se bucea en bajas profundidades, de forma más mecánica, parte de la sangre se introduce en los alvéolos pulmonares. Así se protegen al aumentar la resistencia contra la presión.
Esta fase del reflejo de inmersión se ha observado en seres humanos,como sería el caso del apneista Martin Stepanek, durante apneas mayores de 90 metros de profundidad. De esta forma, las personas podemos sobrevivir más tiempo sin oxígeno bajo el agua fría que en tierra firme.
4. Contracción del bazo
El bazo es un órgano que se encuentra detrás y a la izquierda del estómago, cuya función principal es la reserva de glóbulos blancos y rojos. Este órgano se contrae cuando se da el reflejo de inmersión de los mamíferos, haciendo que libere parte de sus glóbulos a la sangre, aumentando la capacidad para transportar el oxígeno. Gracias a esto, aumenta de forma temporal el hematocrito un 6% y la hemoglobina un 3%.
Se ha visto que en personas entrenadas, como sería el caso de las Ama, unas buceadoras japonesas y coreanas que se dedican a la recogida de perlas, los aumentos en estas células son de alrededor del 10%, porcentajes cercanos a lo que les sucede a animales marinos como las focas.
Conclusión
El reflejo de inmersión de los mamíferos es un mecanismo que poseemos los seres humanos, evidencia ancestral de que poseemos un antepasado común entre aves y los demás mamíferos que debían vivir en medios acuáticos. Gracias a este reflejo, podemos sobrevivir sumergidos por un período de tiempo más o menos largo, entrenable como sería el caso de las ama japonesas y coreanas o, también, los bajau de Filipinas, poblaciones dedicadas a la pesca submarina.
Aunque los seres humanos no podemos ser considerados como animales marinos, lo cierto es que sí que podemos entrenar nuestra capacidad de inmersión. Podemos llegar a estar sumergidos 10 minutos e, incluso hay casos de personas que han superado los 24 minutos o más. No únicamente se puede aguantar largo tiempo bajo el agua, sino que se pueden alcanzar profundidades cercanas a los 300 metros.
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