El sentido del olfato en el ser humano puede ser verdaderamente asombroso, a pesar de que sigue estando muy extendida y arraigada la idea de que es un sentido poco útil, vestigial, atrofiado y más propio de los animales que de los Homo sapiens, especie demasiado racional para dejarse guiar por él.
Desde la antigüedad, y sobre todo desde el siglo XIX, el olfato ha sido visto como un sentido que nos otorga poca información, pero gracias a las investigaciones más recientes en ciencias cognitivas sabemos que esto no es así. Además, los estudios transculturales han demostrado que son muchas las lenguas en donde el olor cobra mucha relevancia.
A continuación hablaremos sobre el sentido del olfato, las estructuras anatómicas que lo hacen posible, por qué se tiene arraigada la creencia de que está poco desarrollado en humanos y veremos también casos de culturas en donde sí adquiere una gran importancia.
- Artículo relacionado: "Bulbo olfatorio: definición, partes y funciones"
¿Cómo es el sentido del olfato en el ser humano?
Muchas personas siguen creyendo que los seres humanos tenemos un sentido del olfato poco desarrollado y que de ninguna forma podemos competir contra otros animales, como los perros o los ratones, a la hora de identificar olores. Durante largo tiempo se ha pensado que este sentido era vestigial en nuestra especie y que a lo largo de la evolución ha acabado siendo relegado sobre todo por la mejora de nuestra vista y oído.
Esta ha sido una creencia muy común pero, gracias a la ciencias cognitivas y a haber tomado una perspectiva transcultural, se ha demostrado que es falsa. La idea (occidental, dicho sea de paso) de que los humanos no podemos oler muy bien es un viejo mito, cuyos orígenes se remontan al siglo XIX y que ha influido enormemente tanto a la ciencia como a la cultura popular.
Aunque es cierto que hay muchas especies que son mejores que nosotros a la hora de identificar olores, nuestro sentido del olfato es tan bueno como el de otros muchos mamíferos. Los seres humanos podemos discriminar en torno a un billón de olores diferentes (antes se creía que eran solo 10.000) y, a pesar de tener un bulbo olfatorio relativamente pequeño, nuestras habilidades para reconocer olores son mejores de lo que la comunidad científica pensaba en un principio.
¿Cómo funciona?
Antes de hablar más a fondo sobre cómo ha sido desprestigiado el sentido del olfato, hablemos de cómo funciona en los seres humanos. Básicamente, este sentido sirve para identificar sustancias químicas que pululan por el aire y que, al establecer contacto con los quimiorreceptores que se encuentran en la nariz, se envía una señal nerviosa al cerebro donde se identifican como olores.
Dentro de la nariz humana se pueden encontrar tres cornetes nasales, uno para cada una de las tres fosas nasales. Estos cornetes están rodeados por la pituitaria, una estructura mucosa que se encarga de calentar el aire antes de que llegue a los pulmones. La pituitaria segrega un moco, la pituita, que humedece y protege las paredes nasales. En la pituitaria se encuentran los cilios los cuales contienen miles de receptores olfativos, unas células que se encargan de captar las sustancias químicas que entren en la nariz.
Al contactar las sustancias químicas con los cilios se produce una señal nerviosa emitida por los receptores que en ellos se encuentran. Esta señal será enviada por medio de fibras nerviosas al bulbo olfativo desde el cual la información irá a parar a diferentes regiones del encéfalo en donde se hará la interpretación de esos estímulos y se reconocerán como olores.
El olfato y el gusto están muy relacionados, por este motivo cuando sufrimos alguna enfermedad en la que la nariz está afectada también afecte a nuestra forma de saborear la comida. Esto está claro cuando estamos resfriados y producimos mucho moco, fluido que tapona nuestros receptores olfativos que impiden que podamos detectar olores y los sabores, que químicamente son lo mismo.
- Quizás te interese: "La relación entre gusto y olfato en el cuerpo humano"
¿Cuándo se empezó a infravalorar este sentido?
De acuerdo con John McGrann, quien en 2017 realizó una investigación profundizando sobre cuándo empezamos a darle poca importancia a los olores, los orígenes del mito de que el olfato es un sentido poco desarrollado y vestigial en el ser humano se lo debemos al mismísimo Paul Broca, un cirujano cerebral y antropólogo francés del siglo XIX. Es a él a quien se le atribuye el haber extendido la creencia de que los seres humanos tenemos un sistema olfativo poco desarrollado en comparación con otras especies.
En sus documentos datados de 1879, Broca, basándose en el hecho de que el área olfativa humana tenía un volumen menor en comparación con el resto del cerebro, interpretó que esto venía a decir que los seres humanos no dependíamos tanto del olfato para sobrevivir como sí lo hacían otros animales, como los perros y roedores. Así pues, indicó que esto era lo que nos hacía tener libre albedrío y que en vez de dejarnos guiar por los olores, hacíamos uso de nuestras capacidades mentales, en especial nuestra razón.
Esta afirmación llegó a influir a grandes referentes de la psicología, entre ellos Sigmund Freud, quien llegó a afirmar que debido a la falta de olfato en los seres humanos esto nos hacía más proclives a trastornos mentales. Esta afirmación en parte tiene algo de razón, pero no es aplicable a toda la especie humana. Lo que sí se ha visto es que las personas con el sentido del olfato dañado o reducido son más propensas a padecer trastornos psiquiátricos, no por el hecho de que la especie humana tenga este sentido “reducido”.
Estos “hallazgos” e interpretaciones realizadas tanto por Broca y Freud como tantos otros pensadores del siglo XIX alimentó todavía más la creencia y arraigada de que el sentido del olfato era poco adaptativo y no servía de mucho en la especie humana. En el mundo occidental se tenía (y se sigue teniendo) la idea de que quienes se dejan dominar por el olfato están dejando que su instinto animal los domine, instinto que es siempre percibido como algo irracional e ilógico, desprestigiando así todavía más este sentido.
Sin embargo, la evidencia científica moderna y transcultural desmiente que seamos malos detectando olores. Cierto que, en comparación con otras especies, nuestro bulbo olfatorio es un poco más pequeño, pero esta pequeñez es más bien relativa. Esta estructura cerebral envía señales a otras áreas del cerebro para ayudar a identificar olores y, realmente, es bastante grande y similar en tamaño y cantidad de neuronas al de otros mamíferos a los que nadie ha puesto en duda que sean buenos reconociendo y guiándose por los olores.
La importancia del olfato
El olfato sí es importante, puesto que desempeña un importante rol a la hora de escoger los alimentos, evitar daños y decidir quien es nuestra pareja. Además de estas funciones más “animales”, a esto le debemos añadir que los seres humanos somos la única especie que usamos los olores con finalidad religiosa (p. ej. inciensos en las iglesias), medicinal (p. ej., aromaterapia) y estética (p. ej., ambientadores y desodorantes). Oler no parece ser un acto solamente individual, sino interaccional.
Nos diferenciamos de otros animales no porque lo tengamos atrofiado, sino porque le damos un uso distinto. Por ejemplo, los perros son capaces de diferenciar los olores de distintas orinas con fines territoriales y de dominio, una habilidad que en los seres humanos no nos sirve para nada. En cambio, nosotros somos capaces de diferenciar entre los olores del vino, los del queso o incluso entre variedades de cacao y café, siendo esta una habilidad útil y que usamos para reconocer qué alimentos nos convienen más o tienen más aporte calórico y lipídico.
Mirada transcultural
Muchos estudios han tratado de profundizar sobre la importancia del olfato analizando el amplio repertorio de vocabulario que las lenguas podrían tener para codificar olores, basándose en la idea de que si un concepto, sentimiento o sentido es importante para la especie humana, varias lenguas deben hacer referencia a ese mismo. Es decir, si los olores son importantes para los seres humanos, más de una comunidad lingüística tiene que tener un amplio repertorio en forma de palabras y estructuras gramaticales para referenciarlos.
Cuando se empezó a abordar esta cuestión, muchos estudios se centraron en el inglés, idioma en el que se vio que tenía un vocabulario relacionado con los olores y sus propiedades bastante reducido. Esta misma escasez de vocabulario sobre olores se encontraba en otras lenguas europeas, lo cual hizo que muchos se precipitaran en creer que efectivamente este sentido tenía poco peso en la especie humana.
El lenguaje relacionado con olores es más infrecuente en inglés en comparación con otras modalidades perceptivas. Por ejemplo, en este idioma, las palabras relacionadas con la visión son 13 veces más usadas que las palabras relacionadas con los olores más comunes. Un estudio en el que analizó 40.000 palabras de este idioma vio que había cerca de 136 veces más palabras relacionadas con la visión en comparación con las relacionadas con el olor.
Sin embargo, al analizar el vocabulario de otras lenguas se vio que lo encontrado en Europa no era para nada extrapolable a nivel mundial. Había muchas lenguas en las que los olores estaban representados en una gran variedad de palabras y, no solo eso, sino que también había lenguas en las que los olores y sus propiedades estaban gramaticalizadas o se usaban como metáforas.
Cada idioma tiene un uso de frecuencia y una cantidad de palabras asociadas a los olores diferentes, siendo las lenguas de África, el Amazonas y Asia las que más palabras sobre este sentido tienen. Algunos ejemplos de ello son cha'palaa, ǃxóõ, wanzi, yombe, maniq y jahai por decir unas cuantas, aunque las lenguas en las que el olfato tiene gran importancia llegan hasta el millar.
Muchas de estas lenguas son habladas por comunidades de cazadores-recolectores, lo cual tiene sentido que posean amplios vocabularios relacionados con el olor. Para ellos saber reconocer, identificar, posicionar y orientarse en base a lo que encuentran en la naturaleza es fundamental para su supervivencia. Saber cómo huelen los leones, lo lejos que está un árbol frutal o cómo huelen zonas cercanas a su hogar son aspectos de su rutina diaria y por lo tanto los olores son tan importantes como cualquier otra modalidad perceptiva.
La pérdida de olfato como signo de enfermedad
La pérdida del olfato puede ser sinónimo de que algo marcha mal en nuestro cerebro. Sí que puede darse a un problema directamente asociado a la nariz, como por ejemplo tener demasiados mocos o una infección en los senos nasales pero, también, puede deberse a que la estructura cerebral que se encarga de reconocer los olores está fallando por causa de enfermedad neurodegenerativa.
El olfato puede deteriorarse como parte del proceso de envejecimiento y puede ser una señal de alarma de un posible caso de demencia. Si un paciente indica que está sintiendo que las cosas no le huelen como antes los médicos deberían empezar a preocuparse. No debería tratarse al sentido del olfato como si fuera inferior, puesto que de la misma manera que si una persona se está quedando ciega o sorda despierta gran preocupación, el hecho de que pierda también el sentido del olfato y del gusto también debería asustar.
Entre las enfermedades en las que la pérdida del olfato se puede encontrar como síntoma de inicio de la patología tenemos problemas de memoria y demencias como Alzhéimer y Parkinson. También se ha visto que la pérdida del sentido del olor predice la COVID-19. Y aun en el caso de que el paciente no presente demencia o enfermedad alguna, el perder el sentido del olfato puede llevarle a cometer más accidentes, como por ejemplo estar cocinando, quemar algo y empezar un incendio del que se dará cuenta cuando ya sea demasiado tarde.
Además, la pérdida de olor se ha asociado con la depresión y la obesidad, condiciones de salud que aparentemente no parecen tener relación con el sentido del olfato. Todas estas patologías parecen evidenciar que sí, el sentido del olfato es importante para los seres humanos más allá de lo “instintivamente animal” o como sentido vestigial y que, de hecho, tiene importancia a nivel de salud y social.
Referencias bibliográficas:
- Majifa, A. (2020). Human Olfaction at the Intersection of Language, Culture, and Biology. Trends in Cognitive Sciences. 0(0) 1-13.
- McGann, J. P. (2017). Poor human olfaction is a 19th-century myth. Science 356(6338), 1-6.
Newsletter PyM
La pasión por la psicología también en tu email
Únete y recibe artículos y contenidos exclusivos
Suscribiéndote aceptas la política de privacidad