El estrés es una experiencia tan frecuente en nuestro día a día como natural y, en la mayoría de los casos, útil. Sin embargo, también es cierto que muchas de las personas que se ven en la necesidad de acudir al psicólogo o al médico lo hacen por problemas desencadenados al menos en parte por el estrés.
Es por eso que desde hace décadas, tanto la Psicología como la Fisiología y las Neurociencias se han esmerado por ayudarnos a comprender mejor qué es lo que nos lleva a estar estresados y ansiosos. En esta ocasión pondremos el foco en los aspectos más “micro” y psicobiológicos de este fenómeno, dando un repaso a las principales hormonas del estrés.
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Las bases biológicas del estrés
Cuando nos sentimos estresados, no estamos experimentando un fenómeno puramente psicológico ni mucho menos subjetivo. El estrés es un mecanismo fisiológico y emocional que va mucho más allá de nuestra consciencia y que involucra un cambio de estado de muchos de los órganos de nuestro cuerpo. De hecho, a la práctica, somos conscientes de que estamos estresados después de que ese proceso haya comenzado.
Tiene sentido que sea así: nuestra capacidad de entrar en un estado de estrés existe para que no todas nuestras acciones dependan de que nos hayamos detenido un rato a reflexionar y a decidir qué hacer dadas unas circunstancias. Dicho de otra manera: el estrés evidencia que en ocasiones lo más útil es dejar que nuestras emociones nos guíen, no depender totalmente de la razón. De ese modo, somos capaces de reaccionar rápidamente ante señales que nos manda nuestro entorno, sin perder tiempo pensando en cuál debería ser nuestra siguiente acción (a veces, el simple hecho de hacer eso ya nos hace perder oportunidades).
Visto con perspectiva, el estrés es el fruto de millones de años de evolución dando forma a especies animales expuestas a toda clase de peligros: ataques por parte de depredadores, caídas, luchas entre clanes y dentro de clanes, etc. Por eso, la selección natural ha dado lugar a mecanismos neuro-endocrinos capaces de hacernos entrar en un estado de estrés, el cual nos ayuda a hacer frente a estas situaciones.
Así, las hormonas del estrés son las moléculas utilizadas por nuestro cuerpo como mensajeras entre órganos y tejidos celulares para, en cuestión de segundos, poder reaccionar rápidamente ante peligros y oportunidades fugaces, minimizando el riesgo de ser dañados. Por ejemplo, cuando el cuerpo empieza a segregar las hormonas del estrés, eso desencadena fenómenos como la contracción de los vasos sanguíneos superficiales (para evitar una gran pérdida de sangre en caso de recibir heridas), una mayor sensibilidad a los estímulos, tener las glándulas sudoríparas a pleno rendimiento para evitar un sobre-calentamiento del cuerpo, mantener los músculos tensos y listos para una respuesta de lucha o de huida…
Las hormonas del estrés son, en este circuito de partes del organismo que “se trasforman” momentáneamente, parte de las mensajeras que se encargan de hacer que el estrés llegue a todas las partes del organismo, incluso a las áreas más alejadas del cerebro. Digo que son parte de ellas porque en realidad el funcionamiento de las hormonas está demasiado lleno de complejidades e interacciones como para reducirlo totalmente a unas pocas moléculas mensajeras; sin embargo, las hormonas del estrés son las más importantes y características en esta clase de procesos. A continuación veremos cuáles son.
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¿Cuáles son los tipos de hormonas del estrés?
Una hormona es una molécula utilizada por nuestro sistema endocrino para desencadenar reacciones en áreas diversas del organismo, mediante la liberación de estas sustancias en nuestro torrente sanguíneo.
Muchas de estas moléculas son también neurotransmisores, en el sentido de que pueden ser utilizadas por nuestras neuronas para comunicarse entre ellas; sin embargo, cuando se comportan como hormonas, sus efectos tardan un poco más en producirse, y los cambios favorecidos por ellas pueden llegar a permanecer más tiempo o incluso quedar “fijados” en el cuerpo (por ejemplo, en el desarrollo de los caracteres sexuales durante la pubertad y la adolescencia).
En este apartado veremos las principales características de los tipos de hormonas del estrés, las moléculas que cumplen un papel fundamental a la hora de llevarnos a un estado de alto estrés psicológico y fisiológico.
1. Catecolaminas
Las catecolaminas incluyen algunas de las hormonas y de los neurotransmisores más famosos. En lo relativo al estrés, dentro de esta categoría cabe destacar la adrenalina y la noradrenalina.
Ambas están involucradas en la respuesta de lucha y huida, acelerando nuestro ritmo cardíaco y de la presión arterial, de manera que el cuerpo tenga una mayor capacidad de extraer energía de sus recursos y de difundirla por el organismo.
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2. Cortisol
El cortisol es segregado fundamentalmente por las glándulas suprarrenales, y conlleva una liberación de la glucosa para que esté disponible en la sangre.
Del mismo modo, ralentiza los procesos biológicos asociados al funcionamiento del sistema inmune para centrar el uso de recursos en otros aspectos más urgentes y cruciales en el corto plazo, y esto conlleva también una reducción de las posibilidades de que surjan inflamaciones a corto plazo, aunque a medio y largo plazo favorece el desgaste de la salud física.
3. Prolactina
La prolactina es otra de las hormonas segregadas en grandes cantidades por nuestro cuerpo cuando estamos estresados. Esta proteína segregada por la glándula pituitaria está ligada a actividades con gran importancia biológica, entre ellas la alimentación y la reproducción.
Uno de sus efectos es la inhibición de la creación de estrógenos, y se cree que esto tiene que ver con que muchas mujeres con problemas por exceso de estrés sufran alteraciones menstruales.
¿Qué hay de la dimensión psicológica?
Hasta ahora hemos visto brevemente varios de los mecanismos biológicos involucrados en la respuesta del estrés, pero el hecho de estar estresados no se queda únicamente en los procesos fisiológicos como la tensión muscular o la sudoración.
Cuando nuestro nivel de estrés sube, eso también implica experimentar cambios a nivel psicológico, tanto en nuestra manera de pensar como en nuestra forma de sentir emociones y de interactuar con el entorno. Y esta relación entre lo fisiológico y lo psicológico funciona en ambas direcciones: a veces, sin darnos cuenta, nosotros mismos favorecemos la aparición de problemas de estrés al haber interiorizado hábitos y patrones de comportamiento disfuncionales, que nos predisponen a entrar una y otra vez esos mecanismos hormonales y cerebrales.
La buena noticia es que del mismo modo en el que nuestros actos pueden reforzar el estrés, también pueden ayudar a mitigarlo, algo de lo que se saca mucho partido en psicoterapia.
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Los problemas de estrés pueden ser abordados eficazmente y superados a través de la psicoterapia; en la actualidad, existen técnicas y tratamientos que permiten a los pacientes aprender a regular mejor sus emociones y a establecer patrones de conducta para mitigar la ansiedad.
Ignacio García Vicente
Ignacio García Vicente
Psicólogo especializado en adultos
Así pues, si te interesa iniciar un proceso de terapia psicológica, ponte en contacto conmigo; soy psicólogo especializado en el modelo cognitivo-conductual y en terapias contextuales; atiendo a adultos y adolescentes tanto en la modalidad presencial como online por videollamada.