De noche, nuestro cuerpo pide descanso, y de día quiere estar activado. Esta es una máxima de la cronobiología, la ciencia que estudia los horarios biológicos a los que nuestro organismo está sometido, pero el modo de vida impulsado por nuestras sociedades basadas en la división del trabajo parece que, en ocasiones, no tienen en cuenta este fenómeno.
Ahora bien… ¿hasta qué punto es un problema “forzar” nuestro reloj biológico debido a las exigencias de nuestro puesto de trabajo?
Son muchos los empleos en los que existen los turnos de noche, como en el sector sanitario y el de la seguridad. Tener que estar despierto de noche y dormir de día puede suponer mucho estrés metabólico en caso de que no se gestione bien y, como resultado de ello, pueden haber alteraciones en nuestra salud.
Hoy vamos a ver cómo afectan los trabajos por turnos a nuestra salud y veremos qué se puede hacer para paliar los efectos de los horarios laborales nocturnos.
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¿Qué pasa cuando forzamos el reloj biológico?
Normalmente, durante las horas de mayor luz solar, nuestro organismo está preparado para mantenerse activo; esto es así porque existen una serie de mecanismos neuroendocrinos que nos predisponen a acercarnos más o menos a un “estado de alerta” y a tener mayor capacidad de concentración en tareas concretas.
Así, durante el día, nuestro sistema nervioso y nuestra red de glándulas segregadoras de hormonas se coordinan para que nuestro estado psicológico nos permita, en la medida de lo posible, aprovechar el potencial de un entorno bañado por la luz solar, en el que hay muchas cosas por hacer.
Esto cambia cuando llega la noche, momento en el que se prepara para descansar. Nuestro ciclo sueño-vigilia viene fuertemente determinado por las horas de sol, siendo la luz del astro rey la que regula la producción de melatonina, una hormona encargada de la propia regulación del sueño y que nos induce a dormir cuando cae la noche.
Sin embargo, suele suceder que en ciertos entornos laborales como es el sanitario no siempre se puede ir uno a dormir cuando es de noche. Especialmente duro es el mundo de los médicos y enfermeras, donde las urgencias no descansan y, por lo tanto, tampoco se lo pueden permitir los sanitarios. Siempre tiene que haber gente que pueda atender a los pacientes y, por ello, en el sector sanitario existen diferentes turnos, siendo el peor de ellos el de noche puesto que se fuerza al organismo a hacer justo lo contrario a lo que debería, trabajar cuando toca dormir.
Pero, en general, las exigencias de un mundo cada vez más orientado hacia la economía global y hacia la especialización de tareas hacen que muchos puestos de trabajo vayan de la mano de la necesidad de adaptarse a turnos, algunos de los cuales tienen lugar en plena madrugada.
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Posibles consecuencias físicas y mentales de trabajar por turnos
Nuestro cuerpo es una máquina biológica que, cuando es forzada, empieza a manifestar alteraciones a causa del estrés metabólico al que lo sometemos, sobre todo porque descansamos y comemos a horas que no se esperaba. Esto desgasta especialmente en caso de que seamos de los que cambia de turno laboral cada dos por tres, puesto que hacemos que nuestro organismo tenga que poner en hora el reloj biológico constantemente.
Todo ello trae consigo varias alteraciones, entre las cuales podemos destacar:
- Estado de ánimo: irritabilidad, mal humor, depresión, ansiedad…
- Problemas de concentración.
- Problemas de sueño: dificultades para conciliar el sueño de día.
- Desgana: falta de motivación, más pereza, anhedonia…
- Problemas de conducta alimentaria: comer a deshoras, más, menos, obesidad…
- Envejecimiento precoz: piel dañada, caída del pelo, arrugas...
Es de especial mención el síndrome de Burnout (o Síndrome del Quemado), alteración psíquica que manifiestan muchos trabajadores agotados física y psicológicamente por su empleo, algo que quienes tienen constantes cambios de turnos laborales tienen todas las papeletas de padecer. Debido a que están agotados en todos los aspectos de su vida, los trabajadores quemados son más propensos a cometer errores, sobre todo de noche que ya de por sí se tiene un menor rendimiento y peores concentración y reflejos.
A largo plazo, los turnos nocturnos largos traen consigo mayores repercusiones. De acuerdo con una investigación llevada a cabo por la doctora Eva Schernhammer y colegas con 75.000 enfermeras y llevado a cabo durante 22 años, parece ser que los trabajadores a turnos, durante más de 5 años, tenían entre un 10% y 19% más de probabilidades de morir por cualquier cosa, variando según la enfermedad. Lo que vino a decir esta investigación es que había un riesgo significativamente aumentado de fallecer por enfermedades como cardiopatías, cáncer, obesidad y cualquier otra condición médica en este tipo de población.
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¿Qué se puede hacer para evitar estos efectos?
Las medidas a tomar para evitar que los trabajos por turnos afecten a nuestra salud dependen del tipo de turnos nocturnos y la frecuencia con la que los hagamos. Cabe decir que lo preferible es que los turnos nocturnos sean cortos y tenerlos solamente un día a la semana.
En estos casos lo mejor que se puede hacer es seguir adaptado al ritmo de vida diurno, evitando que, nada más al acabar el turno nocturno, ir directamente a dormir. Es mejor aguantar un poco y mantenerse despierto hasta que caiga la noche, yéndose a dormir a primera hora de la noche y así manteniendo mejor los biorritmos.
En caso de tener siempre el turno de noche (por ejemplo, guardia nocturno) lo mejor es tratar de mantener ese horario incluso en los posibles días de fiesta. Lo suyo es intentar hacer que tres o cuatro horas de sueño coincidan con las que solemos hacer el resto de la semana, a fin de poder descansar y no notar tanto cansancio las horas del día que vayamos a estar despiertos. Así se puede conseguir cierto equilibrio entre la vida personal y la laboral, aunque cabe decir que trabajando todos los días de noche es difícil.
La peor de las opciones es tener dos turnos de día, dos de tarde y dos de noche. En este caso se vive una situación laboral a medio camino entre el día y la noche, siendo muy complicado. Aún así, hay que intentar vivir con el horario diurno lo máximo posible. En caso de disponerse de dos noches seguidas, debemos tratar de irnos a dormir por la mañana, al acabar el primer turno nocturno, o sino empezaremos muy cansados el siguiente turno nocturno. Para descansar será necesario habilitar un espacio en el que estemos bien aislados del sol, con las persianas bajadas o usando un antifaz.
Sea cual sea nuestro caso, cabe mencionar la importancia del ejercicio, un gran estabilizador del ritmo biológico y que de tan eficaz que es se llega a recomendar para los casos de jet lag. Si nos movemos mientras hacemos el turno nocturno conseguiremos mantenernos despiertos y no perder la concentración, teniendo un efecto más activador que las bebidas cafeinadas.
También debemos vigilar nuestra alimentación, puesto que mantener una dieta saludable no solo es un factor de protección frente a los problemas de salud mental y física, sino también nos ayudará a gestionar mejor los efectos de los turnos de noche. Un ejemplo de ello son los alimentos con tirosina, un aminoácido presente en el queso, el jamón, los huevos y el pan integral y que contribuye a fabricar dos importantes neurotransmisores para mantenernos despiertos: la dopamina y la noradrenalina.
Otros alimentos ideales para regular nuestro sueño, especialmente para conciliarlo, son aquellos que contienen triptófano. Este es un aminoácido que ayuda a producir serotonina y melatonina, los neurotransmisores que nos preparan para el sueño y que nuestro cuerpo segrega de forma natural al atardecer. Algunos alimentos que contienen triptófano son frutas como el plátano, los frutos secos, el pollo, el pavo, el pescado y las verduras de hoja.
Por otro lado, es muy importante modificar lo menos posible nuestros horarios de comida. De este modo minimizaremos el impacto que el trabajo con horarios por turnos tendrá en nuestros procesos fisiológicos y psicofísicos. Puede serte útil tener preparada comida para casos en los que no te dé tiempo a cocinar respetando tu horario, aunque lo ideal es que los alimentos sean lo más frescos dentro de lo posible.