Algo que enseña la experiencia es que las relaciones de pareja no se basan tanto en encontrar a la persona adecuada como con aprender a relacionarse de un modo sano con quien nos quiere. Es poco realista pensar que aquellos noviazgos que funcionan son los que están formados por enamorados que encajan en todos los aspectos (el mito de la media naranja); lo que ocurre, en realidad, es que sus hábitos refuerzan día a día ese vínculo emocional.
No se trata de la esencia de cada uno, se trata de la manera en la que interactuamos. Por ejemplo, hasta el amor más intenso se apaga si no es comunicado, y si la convivencia no sirve para expresar ese afecto.
Así pues, todo depende de nuestras acciones, no de nuestra identidad. Pero… ¿cuáles son esos hábitos que definen a las parejas fuertes? Veámoslo en las próximas líneas.
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Del amor platónico al amor real
Aquello que tenemos que hacer para llevar una vida de pareja fluida y sin complicaciones necesarias pasa, justamente, por no confundir a nuestra pareja con ese amor platónico con el que llevamos años fantaseando (muchas veces, incluso desde la infancia). Tener claro esto, y huir de esencialismos, es el primer paso para construir una relación que valga la pena. Al fin y al cabo, utilizar a alguien como representación de algo que queremos amar incluso aunque no exista, nos daña a ambos.
Esto parece muy evidente si lo vemos escrito, pero en la vida real cuesta más discernir esas situaciones en las que caemos en este error. Por ejemplo, querer salir preferentemente con personas que tengan rasgos físicos muy concretos es un ejemplo de amor platónico en una versión débil: nos gusta tanto la idea de salir con alguien con rastas que incluso utilizamos esto como mecanismo de filtrado.
Sin embargo, una vez hemos comprendido que lo importante está en las acciones y no en las etiquetas, aún queda trabajo por hacer. Falta, de hecho, lo más importante: saber cuáles son esos hábitos que fortalecen las relaciones de pareja. En ocasiones, estas costumbres ya aparecerán de manera natural en algunas relaciones, mientras que en otras es necesario hacer algunos esfuerzos para implementarlas.
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Los hábitos de las relaciones de pareja fuertes
Para exprimir al máximo las posibilidades de desarrollo de una relación de pareja, y a la vez permitir que esta eche raíces profundas, te puede ser útil seguir las pautas que verás a continuación.
1. La simetría en las conversaciones
Para que una relación fluya bien es necesario conversar con regularidad, dado que esto ofrece la posibilidad de asomarnos por una ventana a los pensamientos del otro y, en definitiva, de conocer en tiempo real sus opiniones, miedos y esperanzas, y empatizar mejor. Sin embargo, este diálogo debe ser simétrico. Es decir, no vale solo con hablar o escuchar, hay que hacer ambas cosas.
Está claro que el encaje exacto no existe, y siempre habrá una persona que sea más propensa a hablar que la otra; lo importante es evitar situaciones en las que el rol de uno de los miembros de la pareja queda reducido al de oyente pasivo, un simple medio para desahogarse.
2. No renunciéis a la vida social
Olvidarse de los viejos amigos cuando se tiene pareja es algo habitual, pero eso no significa que sea positivo. Salir y divertirse en círculos de amistades de toda la vida es una manera perfecta de enriquecer las relaciones, dado que nos permite conocer facetas de la persona a la que amamos que no se revelaban en el contexto del noviazgo o del matrimonio.
Por otro lado, encerrarse en una relación de pareja tampoco es positivo, ya que facilita que se cree una dependencia mutua: como ambas personas han roto los vínculos que las unían a sus amigos, el miedo a que la relación termine puede tomar el control de la situación, ya que en esa caso se estaría en una situación de aislamiento social.
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3. Expresar el amor
Esto es básico. Hay personas que, a causa de su manera de aprender a comportarse o por la cultura en la que han vivido durante la mayor parte de su vida, tienden a evitar expresar lo que sienten.
En estos casos es habitual que justifiquen esta postura pensando que lo importante es que el amor es algo que se lleva por dentro y que no se enseña, ya que hacer eso sería considerado banalizar. Sin embargo, se trata de un error, ya que la otra persona no tiene acceso a esas “profundidades” de la mente del ser al que ama, por mucho que esté enamorada.
4. Practicar constantemente el respeto mutuo
Otro de los hábitos de las relaciones de pareja fuertes y consolidadas tiene que ver con actuar en consecuencia con el nivel de respeto que se siente por el otro; ni el humor ni los “juegos” justifican, por ejemplo, la costumbre de gastarle siempre bromas a la otra persona, o ridiculizar su manera de expresar las emociones.
Las relaciones de pareja deberían ser un contexto en el que poder comunicar emociones y sentimientos sin miedo a ser juzgados, y por mucho que estas puedan disfrazarse de “broma” o de honestidad cruda, eso no quita que a la práctica sirvan como escarmiento.
5. Cambiar de aires
Todo lo anterior no sirve de nada si el cuerpo pide romper con la monotonía y el hecho de estar con alguien nos ancla en el mismo lugar. Aunque decidamos sacrificar esa posibilidad para hacer que la relación siga por sus cauces habituales, al final la frustración puede llegar a desbordarnos.
Es por eso que es saludable asumir que una relación no es el sitio habitual en el que dos personas interactúan; es la interacción misma, independientemente de donde transcurra. Rechazar ese mito según el cual la vida de pareja consiste en tener casa, coche, perro e hijos (como si fuesen elementos de un paisaje) es el primer paso; el segundo es vivir aventuras juntos de vez en cuando y, sobre todo, moverse.
6. Repartirse las tareas del hogar
Este detalle parece banal en comparación al resto, pero no lo es. La creencia en la igualdad de los miembros de la pareja se demuestra apostando por un reparto igualitario de las tareas del hogar, que en el caso de las relaciones heterosexuales, suelen consistir en que la mujer se encarga de hacer la mayor parte de ellas.