¿Alguna vez te han dicho, “tienes que ser más asertivo”? Es probable que lo primero que te hayas preguntado es, ¿pero qué es eso? La asertividad es una manera de comunicarnos con claridad y firmeza siendo fieles a nuestros sentimientos, pensamientos, necesidades, y deseos. Poner en práctica la comunicación asertiva es un acto de amor y respeto hacia uno mismo y hacia los demás, ya que invita a dialogar de manera honesta, cortés, y abierta.
¿Te has encontrado en situaciones donde has querido expresarte con calma y seguridad pero te han ganado el miedo al conflicto, la falta de confianza, y el deseo de complacer a los demás? ¿Cómo te has sentido después? Es probable que te hayas fustigado y que hayas experimentado frustración, tristeza, y rabia. Es normal, no estás solo como te mostraré en un ejemplo de mis clientes.
La buena noticia es que la asertividad es una habilidad que con ayuda podemos desarrollar. Imagínate hablando con tranquilidad, convicción, y precisión. Se siente excelente, ¿verdad? Y esto tiene un beneficio para nuestro interlocutor también ya que entenderá cómo comunicarse con nosotros también.
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7 maneras de poner en práctica la asertividad
Cuando ponemos en práctica la asertividad estamos actuando con responsabilidad porque nos estamos haciendo cargo de nuestras posibilidades, necesidades, y deseos. Cuando somos asertivos dejamos de esperar que los demás adivinen lo que sentimos y los liberamos de la presión de que lean nuestra mente. Por otro lado, es una comunicación razonable y considerada, con lo cual todos nos beneficiamos. Un paso a la vez, podemos aprender.
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Practicar el mindfulness. Esto requiere que nos observemos sin juzgarnos y que le hagamos un espacio a todo el abanico de nuestras emociones. Así podremos identificar nuestros miedos e inseguridades con serenidad y gestionarlos luego.
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Hablarnos a nosotros mismos como le hablaríamos a alguien que amamos, reemplazando a nuestro crítico interno por una voz compasiva que refuerce nuestra auto-estima y nuestra confianza.
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Desafiar las creencias que nos dicen qué no somos merecedores de respeto o de ser escuchados. “¿De verdad? ¿Es tan así?”, “¿Qué cuento me estoy contando que me está trabando?” “¿Cómo puedo recuperar mi poder?” “¿Qué aprendizaje saco de esto?”
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Poner límites saludables, aprender a decir que no cuando algo no nos agrada o no podemos comprometernos a hacerlo. Recordemos que le estamos diciendo que no a la actividad, no a la persona que lo pide. Es importante también ir al punto y no dar tantas explicaciones.
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Dejar de victimizarnos o culpar a los demás expresándonos en primera persona. “Cuando esto sucede, siento que…”, “Me resulta…”, “Entiendo que…”, “Necesito…”, Esto ayuda a que los demás puedan entendernos y que vean lo que nos está pasando sin caer en acusaciones del tipo “tú me has hecho...”, “tú siempre…”
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Practicar la escucha activa mostrando un verdadero interés por lo que la otra persona me está compartiendo y desde ese lugar coger mi turno para hablar respetando ambos puntos de vista.
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Pedir ayuda a un profesional que nos ayude a visualizarnos siendo asertivos, utilizando las herramientas internas correctas, y adoptando la mentalidad adecuada. Un coach es ideal en este rol.
¿Qué puede impedirnos ser asertivos?
La falta de asertividad está íntimamente relacionada con nuestras interacciones de pequeños y/o adolescentes. Si nuestras necesidades y deseos no fueron tenidos en cuenta, es probable que hayamos interpretado que no eran importantes o que molestábamos si las expresábamos. Si hemos crecido sin ser validados por las personas que respetábamos, es probable que nos cueste ponernos de nuestro lado. Si hemos internalizado que para que nos quieran tenemos que agradar a los demás, temeremos desilusionarlos. Es por eso que hay que encontrar los patrones que obstaculizan nuestra capacidad de ser asertivos así podemos revertirlos.
- El miedo a la confrontación.
- El miedo a ser malinterpretados.
- El miedo a parecer agresivos o auto-centrados.
- El miedo a herir o desilusionar a los demás.
- El miedo a perder la pareja, el trabajo, los amigos, etc.
- La necesidad de complacer a los demás a desmedro de nuestras necesidades.
- La incapacidad de poner límites saludables.
- Los mandatos culturales o familiares que nos inculcan priorizar siempre a los demás.
Un ejemplo real para analizar
Un cliente me contó que sus suegros lo habían venido a visitar y que lo pasó fatal. Por empezar éstos no salían con sus hijos, estaban todo el día dentro de la casa, y tampoco colaboraban con los quehaceres cotidianos. Mi cliente y su familia llevan una vida muy activa y esto supuso una ruptura de su eco-sistema. Cuando le pregunté qué era lo que le disparaba su enojo, me dijo que sintió que los suegros no habían sido considerados y que no habían reparado en lo exhaustos que él y su pareja se sentían de tanto servirlos.
Le pregunté por qué no dijo nada. Me confío que temía explotar en vez de hablar, que no quería ser malentendido, y que en un punto se preguntaba si no era egoísta hacer un planteo. Naturalmente, empezamos a trabajar para sanar las causas que le imposibilitaban ser asertivo y luego nos enfocamos en qué hacer al respecto.