La ansiedad y la depresión son dos problemas de salud mundial que requieren, a nivel gubernamental, de un abordaje urgente. No estamos especulando, pues las cifras hablan por sí solas: la depresión es un reto para la sanidad pública, ya que afecta a más de 350 millones de habitantes en todo el mundo y su prevalencia a lo largo de la vida del individuo llega hasta el 15%. Esto se traduce en que, aproximadamente, 15 de cada 100 personas sufrirán en algún momento un episodio depresivo.
La ansiedad no se queda corta: más de 265 millones de personas la sufren, tal y como indica la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esta puede ser de naturaleza esporádica o cronificarse, pero, en ambos casos, puede llegar a causar problemas fisiológicos y psicológicos cuantificables en el paciente.
En base a estos datos, no nos sorprende conocer que, en unos 17 años, el consumo de benzodiacepinas ha aumentado en un 67% en Estados Unidos. Esto se traduce en unos 13,5 millones de estadounidenses consumiendo estos fármacos o, en su defecto, 3,6 kilogramos de lorazepam por cada 100.000 habitantes adultos. Debido al uso (y abuso) de estos fármacos, vemos de interés dilucidar las diferencias entre diazepam y trankimazin, dos de los medicamentos más utilizados para los problemas antes citados.
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¿Cuáles son las diferencias entre el diazepam y el trankimazin?
En primer lugar, debemos equiparar ambos términos para comenzar en un punto de equidistancia. Tanto el diazepam como el trankimazin son benzodiacepinas, es decir, fármacos psicotrópicos (que actúan sobre el sistema nervioso central) con efectos sedantes, hipnóticos, ansiolíticos, anticonvulsivos y relajantes musculares.
De todas formas, es necesario realizar una distinción inicial: diazepam es el nombre del fármaco, mientras que trankimazin es el nombre con el que se conoce de forma comercial a otro medicamento: alprazolam. El diazepam, por su parte, se conoce de forma comercial como valium.
Así pues, destacamos que vamos a comparar al diazepam con el alprazolam, aunque el segundo se conozca como trankimazin, xanax, tafil o niravam en farmacias. Como ya hemos dicho, el diazepam se conoce en la sociedad como valium. Una vez esclarecidos estos puntos, acudimos a los prospectos de los fármacos y a asociaciones médicas para mostrarte las diferencias entre ellos.
1. Diferencias en biodisponibilidad
La biodisponibilidad se define como la velocidad a la cual la dosis administrada de un fármaco alcanza su diana terapéutica. Normalmente, los fármacos intravenosos alcanzan un valor de biodisponibilidad del 100% (máxima eficacia), mientras que los comprimidos oscilan un valor del 70%, ya que el medicamento debe ser absorbido primero a nivel intestinal.
El alprazolam (trankimazin) presenta una biodisponibilidad del 80-90%. Por otro lado, el diazepam (valium) oscila en unos valores del 93-100% en su modo de administración oral. Esto quiere decir que, a nivel teórico, el diazepam es un poco más efectivo y rápido a la hora de generar los efectos deseados. Desde luego, esto no significa que en todos los casos se deba elegir uno sobre el otro: como veremos en líneas posteriores, cada uno de estos medicamentos tiene su razón de ser.
2. Diferentes usos
Ambos medicamentos pertenecen al grupo de las benzodiacepinas, así que su funcionamiento es relativamente similar. El fundamento de sendos compuestos es potenciar o facilitar la acción inhibitoria del neurotransmisor ácido gamma aminobutírico (GABA), causando así una depresión del eje hipotalámico-hiposfisario-adrenal, explicado a grandes rasgos. Aunque la premisa sea muy similar, sus efectos no son exactamente iguales.
El diazepam destaca sobre el resto por sus efectos como relajante muscular, así que se utiliza en el tratamiento de espasmos musculares reflejos debidos a traumas locales, como heridas e inflamaciones. También puede indicarse en cuadros clínicos como la tortícolis e, incluso, por vía intravenosa sirve como sedante previo a intervenciones (biopsias, fracturas o endoscopias). El diazepam realiza correctamente las labores del resto de benzodiacepinas, pero sobresale en estos frentes.
Por otro lado, el alprazolam (trankimazin) tiene un uso un poco más “corriente”, abordando con eficacia trastornos de ansiedad simple: tensión, trastorno de pánico, temores, aprehensión, dificultad de concentración, insomnio, hiperactividad autonómica e irritabilidad. También se contempla su uso en otros cuadros clínicos, como podría ser el alivio de los síntomas en pacientes con el Síndrome del Intestino Irritable (SII).
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3. Diversidad en la dosificación
El diazepam y alprazolam (trankimazin) se diferencian notablemente en su forma de consumo. Debes tener en cuenta que el alprazolam tiene una biodisponibilidad y vida media más corta que otras benzodiacepinas, así que debe administrarse varias veces al día en muchos casos para conseguir que la acción se prolongue durante todo el día. El prospecto apoya esta idea con los siguientes datos:
- En los tratamientos de ansiedad generalizada se recomienda empezar con una dosis de 0,25 mg a 0,5 mg, 3 veces al día.
- El rango habitual oscila los 0,5 mg- 4 mg repartidos en 3-4 tomas diferentes al día.
- Para trastornos de angustia, no se debe superar la toma de 1 mg a la hora de acostarse cada 3-4 días.
El caso del diazepam es un poco diferente, pues se contempla más su consumo en trastornos de intensidad y otras patologías incapacitantes y prolongadas. Ante síntomas severos de ansiedad, síndrome de abstinencia, como relajante muscular y en terapia anticonvulsiva se pueden llegar a recetar hasta 10 mg al día (con un mínimo de 2 mg), repartidos en 3 o 4 tomas al día. Como podrás observar, la dosis de fármaco que se contempla es mucho más alta que en el caso del alprazolam (trankimazin).
De todas formas, debes tener en cuenta el siguiente dato: 1 mg de alprazolam es equiparable a 5-10 mg de diazepam.
4. Diferencias en las sensaciones por parte del paciente
Fuentes psiquiátricas argumentan que, para los trastornos de ansiedad que no sean incapacitantes, es mejor acudir al alprazolam (trankimazin). Como hemos visto hasta ahora, este tiene una vida media más corta, su efecto es menor y produce menos fatiga y sensaciones atípicas en los pacientes.
Por otro lado, el diazepam tiene una vida media de 20-30 horas y algunos de sus compuestos activos muestran actividad por hasta 100 horas. Por ello, muchos pacientes experimentan cansancio, ligera confusión y fatiga por hasta 2 días enteros tras su consumo. Se trata de un fármaco que se contempla en situaciones que requieren de un abordaje más “agresivo” y, por tanto, sus efectos secundarios son más intensos.
5. Efecto rebote y otros efectos secundarios
Al durar menos tiempo en el organismo, el alprazolam (trankimazin) puede presentar un efecto rebote o insomnio más acusado. Horas después de su administración, el paciente puede percibir cuadros de ansiedad que no deberían estar ahí teóricamente. En estos casos, es necesario contactar al psiquiatra con urgencia, pues es un signo claro de que el paciente está generando algún tipo de dependencia al fármaco antes de lo previsto.
Para evitar este efecto indeseable, se puede recurrir a la variante del trankimazin de liberación retardada (Alprazolam retard) o cambiar por una benzodiacepina de vida media más larga. Como puedes ver, uno de los mayores problemas del trankimazin es que su vida media puede ser demasiado corta para las necesidades del paciente, así que a veces toca cambiarlo por otro.
Resumen
No podemos finalizar este espacio sin realizar una serie de consideraciones finales. Tal y como indica el National Institute on Drug Abuse (NIH), aproximadamente mueren más de 136 estadounidenses al día tras una intoxicación por el consumo de opioides, evento que se ve muy favorecido por el uso simultáneo de benzodiacepinas. Según estudios médicos, las probabilidades de muerte tras una sobredosis es 10 veces mayor en aquellos que consumen benzos y opioides a la vez, en comparación con los que solo usan la segunda droga de forma aislada.
Las benzodiacepinas están causando problemas de adicción importantes tanto en jóvenes como en adultos a nivel social y médico, pues es fácil desarrollar dependencia emocional a ellas y se pueden conseguir sin mucha dificultad (aunque se necesite receta médica). El efecto rebote y la dependencia de estos fármacos son más que conocidos en el ámbito médico.
Por ello, los prospectos de los fármacos antes citados son claros: no se recomienda la administración continuada de ellos por más de 12 semanas en casi ningún caso, a menos que el profesional médico lo considere indispensable. Si hay que prolongar el tratamiento por más tiempo del estipulado, esto se hará de forma limitada y con un seguimiento frecuente del estado de salud general del paciente.
Referencias bibliográficas:
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