La llegada de un nuevo bebé puede despertar fuertes celos en el hermano mayor, generando inseguridad, rabietas o rechazo hacia el recién nacido. Un verdadero terremoto emocional. Comprender por qué ocurren estos sentimientos en el hijo o hija mayor y cómo actuar con sensibilidad es clave para fortalecer el vínculo entre hermanos y proteger el bienestar emocional de toda la familia.
“Para nosotros ha sido un problema enorme”, admite Christian, padre de un niño de cuatro años y también de una bebé de un año. “Cuando llegó Aina tomamos recaudos, fuimos pacientes con Alan, se lo explicamos todo, lo acompañamos mucho, pero no ha habido caso: tiene unos celos terribles -cuenta-. Es doloroso ver que el niño no tiene nunca un gesto cariñoso con su hermana y se queja constantemente de su presencia”, admite este padre.
Preparar al hermano mayor
Los celos en los niños son una respuesta natural ante cambios en su entorno familiar. Según el psicólogo británico Donald Winnicott, pionero en el estudio del desarrollo infantil, los niños necesitan sentir que su espacio emocional y su identidad están seguros.
La llegada de un hermanito puede poner en peligro esta seguridad, generando sentimientos de competencia o desplazamiento. “Antes dormíamos con él y con la llegada de Aina lo pasamos a otra habitación. Es duro ver que se siente marginado, pero le explicamos que es mayor y que no entramos todos en la habitación”, cuenta Christian.
Para la psicóloga infantil Sara Tarrés, la llegada de un hermano supone “una auténtica sacudida emocional”. “Puede haber ilusión, sí, pero también miedo, enfado y sensación de pérdida. El mayor, de golpe, deja de ser el único, y eso se vive como un cambio profundo. Es lo que se conoce como el síndrome del príncipe destronado, una respuesta completamente normal, que requiere ser acompañada con presencia, empatía y mucha paciencia”, explica esta profesional a Psicología y Mente.
La situación depende mucho de la edad del hermano mayor. “No es lo mismo vivir la llegada de un bebé con dos, tres o cuatro años —cuando aún se está consolidando el sentido de identidad y el vínculo de apego con las figuras de referencia— que hacerlo con 10 o 12, cuando ya ha transitado otras etapas madurativas y tiene más recursos para comprender y elaborar emocionalmente lo que ocurre”, explica Tarrés, creadora del blog Mamá Psicóloga Infantil.
Según avanza el embarazo, padres y madres intentan ir preparando el terreno. Pero esto no significa únicamente hablar del bebé que viene o mostrarle ecografías, señala Tarrés. “Es, sobre todo, una cuestión emocional: hacer sentir al hijo o hija mayor que su lugar en la familia sigue siendo único e irremplazable”.
Cómo gestionar las emociones (¡de todos!)
En general, funciona bien incluirlo en pequeños gestos cotidianos —preparar juntos algunas cosas del bebé, recordar cómo era él o ella cuando nació, leer cuentos sobre hermanos— pero sin forzar el entusiasmo. Acompañar implica validar emociones como el miedo, el enfado o la tristeza, sin intentar sustituirlas por “alegría” o “ilusión”, señala Tarrés.
También es fundamental no hacerle “mayor de golpe”. Aunque tenga 4 o 5 años, sigue siendo pequeño y necesita seguir siendo cuidado, atendido y tenido en cuenta según su etapa evolutiva. Es importante anticipar que los adultos a cargo estarán más cansados y ocupados con el bebé, pero eso no significa que el mayor deje de ser importante. “Al contrario: necesita saber y sentir que sigue siendo esencial”, explica Tarrés.
Y no solo hay que preparar al niño. También los adultos debemos prepararnos para los celos, que invariablemente aparecerán. “Pensar que esto no nos pasará solo alimenta una idealización de la familia feliz que, cuando se rompe, genera frustración y culpa”. Por eso, para la psicóloga Sara Tarrés, dar espacio a estas emociones universales nos ayuda a vivir el proceso con más serenidad y menos exigencia.
Como nos explica Tarrés, los celos en sí mismos no son un fallo, ni un problema a eliminar. Son una emoción compleja, que surge de la combinación de varias emociones primarias: miedo a perder el amor y la atención de los padres, rabia por sentir que sus derechos son vulnerados y tristeza ante la posibilidad de perder ese vínculo único y especial.
La llegada inminente
Según las recomendaciones de la Asociación Española de Pediatría, no es buena idea alejar al niño de casa los días previos al nacimiento. De alguna manera, apuntan, es como advertirle de que quien está llegando ya lo echa de casa. Si se necesita ayuda, es mejor que un familiar vaya a la casa.
También aconsejan que, salvo complicaciones, el hermano o hermana mayor acuda a ver al recién nacido y la madre el mismo día del nacimiento. Lo ideal, según apuntan las guías de acompañamiento oficiales, es que sea el padre quien acompañe al hijo mayor y que se respeten unos momentos de intimidad, evitando la presencia de terceras personas más allá del núcleo familiar.
Los psicólogos expertos en este tema coinciden también en la importancia de validar los sentimientos, sean los que sean, del hermano mayor, sin minimizarlos o castigarlos, y apoyando con frases como “entiendo que te moleste” o “es difícil compartir a mamá”.
Los pequeños no intentan manipular a los padres, se trata de una expresión de necesidades emocionales no cubiertas. Evitar comparaciones también es otro punto clave en esta fase. Por último, estar atentos a los signos de malestar prolongado, si los celos se intensifican, o hay comportamientos de rechazo, hostilidad o agresión, siempre es mejor buscar ayuda profesional.
¿Te interesa este contenido?
¡Suscríbete a “La vida con hijos”!
Nuevo newsletter de contenido exclusivo sobre crianza, educación y pareja.
Al unirte, aceptas recibir comunicaciones vía email y aceptas los Términos y Condiciones.

