Uno de los motivos de consulta que nos encontramos recurrentemente en las terapias es la toma de decisiones. Las personas atravesamos a lo largo de nuestra vida diferentes períodos de dudas. Cuando estas dudas aparecen en temas significativos, el proceso de salir de esas dudas y tomar una decisión se puede convertir en tedioso y complejo.
Algunos ejemplos son: iniciar o dejar una relación, cambiar de pareja, iniciar, dejar o cambiar un trabajo, romper una relación o vínculo con un familiar o amig@, tener hijos, cambiar de casa, de ciudad, de estilo de vida, etc. Es en este tipo de decisiones donde la persona puede verse bloqueada o embotada y necesitar ayuda.
Los problemas en la toma de decisiones pueden hacer que nos sintamos bloqueados
Existen personas más propensas a la indecisión y al sufrimiento en estos procesos de dudas, por sus características personales. Este es el caso de las personas inseguras, que suelen ser indecisas. Con frecuencia piensan que se pueden equivocar con facilidad, o bien que no podrán gestionar adecuadamente las consecuencias de sus decisiones. Afrontan el proceso de toma de decisiones desde la ansiedad y el miedo, lo que dificulta que ésta sea reflexiva. Además, tienden a pedir consejo en exceso, sentirse dependientes de las opiniones de los demás, que pueden ser muy variadas al ser totalmente subjetivas, por lo que entran en una espiral de indecisión de la que cada vez les cuesta más salir, cuanto más preguntan a las personas de su entorno “qué harían ellos”.
Las personas muy perfeccionistas también suelen enrocarse más en la toma de decisiones. Esto es porque no suelen permitirse dudar. Se exigen tener siempre las ideas claras, en ocasiones tienen una visión “en extremos” de las cosas. Por lo tanto dudar les genera mucha frustración, queriendo salir de ese estado cuanto antes. Además, se plantean que lo que intenten ha de salirles bien, por lo que la toma de decisiones se convierte en algo muy ansiógeno cuando se exigen que la decisión que tomen sea la más correcta, o incluso la “perfecta”. Temen equivocarse, lo que puede hacer que se sientan ahogados en el proceso de toma de decisiones.
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¿Qué hacer para tomar mejores decisiones en el día a día?
Tendemos a sentirnos más seguros en la certeza y la estabilidad, por lo que nuestro cerebro tiende a interpretar como amenazantes los cambios significativos en nuestra vida. Así que las decisiones complejas, sobre temas importantes para la persona, suelen venir acompañadas de emociones como incertidumbre, malestar, inseguridad, dudas, e incluso cierta ansiedad y miedo.
Por ello, te indicamos algunas ideas que solemos trabajar en las terapias, que van a servirte para la gestión de tus dudas durante el proceso hasta que tomes la decisión que vayas a tomar:
1. Asume que decidir es lo normal
A lo largo del día tomamos multitud de decisiones, la mayoría de ellas “automáticas”. Por lo tanto, eres capaz de tomar decisiones. En cada una de ellas que tomas, pierdes algo y ganas algo. Por ejemplo: ¿salgo a correr por la mañana o por la tarde? ¿Voy al cine o con mi amigo el fin de semana?. Si sales a correr por la mañana, puede que al no correr por la tarde te pierdas la posibilidad de ir con tu amigo en vez de solo, porque él te lo habría propuesto unas horas más tarde. Si vas al cine, puede que pierdas dos horas de tu vida viendo una película que no te gusta en vez de haber disfrutado de ese tiempo tomando algo con tu amigo. Así que reduce tu miedo a tomar partido en tus decisiones. Lo haces constantemente, y seguramente en la mayoría de ellas no te planteas las consecuencias o simplemente las asumes.
2. Date cuenta de que no hay una única decisión correcta
Es decir, cualquier decisión conllevará riesgos, y sobre todo, perderás algo tal y como se mencionaba anteriormente. Las decisiones son más fáciles de tomar cuando asumes lo que pierdes, cuando aceptas “pagar el precio” que conlleve tomar esa decisión en vez de otra. Por lo tanto, no existe una forma única de hacer bien (y mal) las cosas, y por supuesto, no existe una forma perfecta.
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3. Valora tu conducta centrándote en el presente
Una vez has eliminado la presión de tener que tomar la decisión “perfecta”, y asumiendo que en toda decisión pierdes y ganas algo, ten en cuenta que la decisión que tomes es la mejor que puedes tomar en este momento, en el presente, con la información que ahora tienes disponible, y siendo tu yo actual. No te juzgues por decidir lo que decides hoy, pues seguro que es lo mejor que puedes decidir desde tu yo de ahora.
4. Ten en cuenta la parte emocional en las decisiones
Es decir, visualízate habiendo tomado una decisión, y observa cómo te sentirás, qué cosas pasarán en ese camino que tomas. Haz lo mismo con la otra decisión. De esa manera, podrás sentirte de una forma similar a como te sentirás en cada escenario, y desde ahí, tomar una decisión en el presente teniendo en cuenta la opción que mejores sensaciones te transmite. O bien porque sea la opción más segura, o la que más calma te aporta, o en la que más sientes que disfrutarás, etc.
5. Aprende de tu propio comportamiento
Piensa en cómo has tomado otras decisiones en tu vida y qué consecuencias han tenido. También, cómo has afrontado dichas consecuencias. Te darás cuenta de que seguro que te sientes más cómodo/a tomando las decisiones bajo un tipo de criterios que, por lo que sea, suelen ser los criterios que tu utilizas. También observarás que sean cuales sean las consecuencias, las has afrontado en otras decisiones de tu vida.
6. Haz un análisis racional de las opciones
Por último, haz un análisis racional de las opciones. Evalúa pros y contras, ventajas y desventajas de cada opción que tengas pensada. Una vez tengas este análisis realizado, observa tus valores, es decir, bajo que criterios, sueles evaluar tu las cosas que te pasan. Es decir, si para ti un valor muy importante es “hacer lo correcto”, la opción que más “pros” relativos a hacer lo correcto tenga, o la opción en donde lo correcto tenga mayor peso, es en la que probablemente más cómodo te vas a sentir. Si por ejemplo, un valor muy importante para ti, es “la diversión y estimulación”, evalúa tus opciones y sus pros y contras bajo ese criterio. Además de que una opción tenga más pros que otra, es necesario evaluar qué pros son más importantes o a qué contras no estoy tan dispuest@ a renunciar acorde a mis valores.
Para terminar...
Recuerda que cuando comienzas a dudar, se abre un camino que tienes que recorrer. No tengas prisa en tener las cosas claras. Probablemente nunca tengas al 100% claro que tu decisión es la mejor opción para ti, pero a medida que recorras, en ocasiones con ayuda profesional, ese camino de las dudas, las irás resolviendo hasta que consigas tener un porcentaje razonable de seguridad más hacia un lado que hacia otro.
El tiempo por si mismo, no suele ayudarte a decidir, pero esto no significa que tengas que tomar una decisión el primer día que tienes dudas. Dudar es inteligente, pararse y reflexionar, es necesario.