¿Cuántas veces nos hemos enfadado y nos ha dado la sensación de que no se nos iba a pasar? Pero, claro, acabamos tranquilizándonos. No podemos estar enfadados todo el rato, porque además de ser agotador, podemos cometer el error de hacer algo de lo que nos arrepintamos.
Todo lo que sube acaba bajando, y el enfado no se libra de esta máxima universal. Los seres humanos experimentamos algo a lo que se le ha llamado la curva de la agresividad, un proceso de varias fases en las que vivimos la escalada y desescalada de nuestras emociones de ira, hostilidad y agresividad
Conocer cómo se da este proceso es útil no solo para comprender el comportamiento humano, sino también para evitar incrementar más la ira la próxima vez que nos encontremos en una situación de alta tensión emocional. Veamos el por qué.
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¿Qué es la Curva de la Agresividad?
Todos nos hemos enfadado en más de una ocasión. Y quien diga que no, por lo menos habrá presenciado una pelea entre amigos. Cuando uno se enfada, empieza a estarlo más y más. El enfado va aumentando, pero no infinitamente. Llega un punto en el que la hostilidad alcanza su máximo pico y, después, va cayendo hasta llegar a la calma. A esto se lo conoce como la curva de la agresividad.
Nadie permanece constantemente enfadado, aunque cierto es que hay personas que se cabrean cada dos por tres y esa puede ser la sensación que den. El enfado y las emociones asociadas siguen la lógica de la gravedad, es decir, de que todo lo que sube tiene que volver a bajar. O si se prefiere otra metáfora, que después de la tormenta viene la calma. Es cuestión de tiempo que el enfado se apague y venga el relax.
Se dice que la agresividad es un estado emocional motivado por el odio. Realmente no es del todo así, pero desde luego este, junto con el desagrado y los malentendidos juegan un rol importante en la manifestación de esta emoción. Ser agresivo puede servir para conseguir algo, para invertir energías en lograr un objetivo ambicioso y defenderse de cualquiera que nos lo quiera arrebatar. Sin embargo, en un mundo civilizado y social, la agresividad rara vez resulta del todo efectiva, pues acaba haciendo daño a alguien, sea otra persona o seamos nosotros mismos.
Vamos a ver cómo se da la curva de la agresividad, analizando sus fases y qué conductas las caracterizan.
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¿Qué es la agresividad?
La agresividad humana se manifiesta en un conjunto de conductas que se caracterizan por el uso de la fuerza con la intención de provocar daños y perjuicios a otras personas, animales u objetos. En el caso de la agresividad con las personas, el daño puede ser tanto físico como psicológico. Se trata de un estado emocional que como bien hemos comentado previamente suele venir acompañado de sentimientos de odio.
La agresividad puede manifestarse de forma física o verbal, tanto por separado como combinadas. La agresividad física se refiere a un ataque de un individuo a otro mediante armas o elementos corporales, realizando por lo tanto conductas motoras y acciones físicas para provocar daños corporales. En cambio, la agresividad verbal es la emisión de palabras que resulten ofensivas para el receptor, en forma de insultos o comentarios de amenaza y rechazo.
El continuo AHI
En el lenguaje popular las palabras “agresividad”, “hostilidad” e “ira” son usadas indistintamente. Realmente tienen sus matices, algo que se observa en la propuesta de Charles D. Spielberger, Susan S. Krasner y Eldra P. Solomon quienes usaron estos tres términos en su continuo agresividad-hostilidad-ira o AHI (en inglés AHA, de anger-hostility.-aggression).
En este modelo confluyen emociones y afectos (ira), cogniciones y actitudes (hostilidad) y conductas y comportamientos manifestados (agresividad). La ira y la hostilidad son factores que pueden predisponer a la agresividad.
La ira puede entenderse como una reacción de irritación, cólera o furia provocada por sentir que se han vulnerado nuestros derechos. Esta emoción puede surgir también ante la dificultad o imposibilidad de conseguir un determinado objetivo. Es considerada una emoción moral, en tanto que puede surgir a través de la traición a la confianza, la falta de respeto y consideración por los demás o una acumulación de experiencias sentidas como injustas.
La hostilidad es la actitud de resentimiento hacia alguien. Suele tener como consecuencia la comisión de respuestas verbales o motoras implícitas. Es una emoción negativa, que se caracteriza por expresiones de ira e irritabilidad.
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La Curva de la Agresividad y sus fases
La curva de la agresividad o de la hostilidad es una representación gráfica de cómo se produce la escalada y desescalada de la conducta hostil.
Como hemos comentado, es un fenómeno en el que primero hay un aumento de la agresividad pero, después, acaba bajando y haciendo que la persona que se sentía emocionalmente tensa acabe entrando en un estado de relajación. Principalmente son seis las fases de esta curva y, conocerlas, nos van a servir para saber cuándo y cómo intervenir para evitar que una situación agresiva, como lo es una pelea entre amigos, vaya a más.
1. Fase racional
La mayoría de las personas suelen encontrarse en la fase racional la mayoría del tiempo. Es eso de ser razonables la mayor parte del día, de estar no necesariamente de muy buen humor pero sí no estar de malas, y poder mantener una conversación calmada y civilizada. Es el estado emocional adecuado para discutir o debatir sin que se produzca una escalada.
Con frecuencia somos capaces de parar cuando notamos que de seguir así vamos a enfadarnos. Sin embargo, a veces pasa que no es así, que la conversación sigue y si se dicen cosas que no le gusta a ninguna de las partes, empieza a haber tensión y se pasa a la siguiente fase.
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2. Fase de disparo o de salida
La fase de disparo o salida es el punto en el que se abre la caja de Pandora. La irritación se hace presente y empiezan a darse los factores perfectos para que se dispare la agresividad. Si a esto le añadimos alguna que otra conducta por parte de la otra persona que se pueda interpretar como una provocación, es cuando se produce el disparo propiamente dicho.
El resultado es que la racionalidad queda arrinconada junto con la posibilidad de que se calmen los humos de inmediato, y empieza a haber una descarga de hostilidad que lo único que va a hacer es ir en aumento.
3. Fase de enlentecimiento
No podemos estar irritados y enfadados eternamente. La situación va a tener que estabilizarse y calmarse tarde o temprano, pero cabe decir que para que esto ocurra lo antes posible es importante que la persona que ya está enfadada no perciba nuevas provocaciones. En caso de que reciba nuevas provocaciones, se dará una nueva escalada de la agresividad.
4. Fase de afrontamiento
Llegados a este momento, el comportamiento de la otra persona puede condicionar si se da o no un nuevo disparo o que la situación termine por estabilizarse. Si somos nosotros “la otra parte”, lo suyo es tratar de empatizar con al persona que ha sido presa de la ira, aunque sin darle la razón en todo.
Además de que puede que no tenga la razón, si se la damos por que sí puede que lo interprete como que le estamos dando la razón como a los tontos, que nos estamos burlando de él o ella y, básicamente, se van a enfadar más.
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5. Fase de enfriamiento
Si la persona se siente validada, puede que entienda que ha perdido un poco los estribos por algo que no lo merece tanto, y se irá calmando poco a poco.
6. Fase de solución del problema
Una vez ha pasado todo, la persona enfadada es capaz de volver a tomar el control de su pensamiento y conducta, discutir de manera más racional y calmada y buscarle una solución a aquello que ha iniciado el conflicto.
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¿Cuándo es el mejor momento de intervenir?
El mejor momento para hablar con la persona enfadada es durante la fase de afrontamiento. Es en ese instante el momento idóneo para decir algo. Intervenir antes puede llegar a ser interpretado como una nueva provocación que, como hemos comentado, generaría** una nueva escalada de agresividad** y habría que volver a esperar a que se calmaran un poco los humos.
Por ello, se debe evitar intentar calmar o razonar con la persona enfadada antes de la fase de afrontamiento. Si somos nosotros quienes le hemos hecho enfadar, llevemos o no la razón, lo más recomendable es no intentar justificar nuestra conducta. Y, por lo que más quieras, no le interrumpas con tus argumentos a favor.
Lo mejor que podemos hacer antes de la fase de afrontamiento es lo siguiente:
- Asegurarse de estar debidamente protegidos ante un posible ataque físico de la otra persona.
- Vigilar ante la posibilidad de que se dé una conducta autolesiva y avisar a profesionales.
- Esperar hasta ver que la tensión emocional va disminuyendo.
- Escuchar sin juzgar ni sentirse atacado.
- Evitar mostrar incredulidad o falta de atención.
- Mantener la calma.
Añadido a esto, hay tres pasos a seguir para conseguir que la persona enfadada se calme un poco.
1. Controlar el contexto
En la medida de lo que se pueda, debemos intentar controlar el contexto y los estímulos que reciba la persona que está fuera de sí. Si somos nosotros la principal fuente de estrés deberíamos alejarnos, y si es la situación u otras personas los que estresan a la persona debemos tratar de alejarla de ahí. Podemos invitarlo a sentarse si lo prefiere, algo que le puede ayudar a calmar más rápido.
2. Tratar de calmarnos
Es mejor que solo una persona esté enfadada que dos. Debemos tratar de calmarnos, evitando gritar o responder a “provocaciones” de la otra parte con más provocaciones.
3. Dejarle desahogarse
Puede que la persona enfadada no tenga razón en lo más mínimo, pero llevarle la contraria ahora mismo no le va a servir de nada. Lo ideal es dejarle desahogarse, que se desfogue soltando todo lo que necesite soltar y que se exprese. Cuando lo haga, debemos evitar juzgarla o dar consejos, no es el mejor momento y no va a escucharlos.
Una vez se haya calmado, podrá ver y entender las múltiples desventajas de haber obrado así, reflexionando sobre cómo actuar de una manera que suponga más beneficios y menos problemas a nivel social. Cuando esté calmado será el momento perfecto para tratar de hacerle entender cuáles son los sentimientos de la otra parte y empezar a proponer alternativas consensuadas y positivas para solucionar el problema que originó toda esta situación de hostilidad.
La utilidad de conocer la curva de la agresividad
En un mundo idílico y maravilloso no existían los conflictos. Pero vivimos en el mundo real y el hecho de vivir en sociedad implica que se den ciertos conflictos de forma inevitable. No podemos evitar vernos implicados en situaciones estresantes, y a veces nos es casi imposible evitar reaccionar de manera agresiva, aunque no necesariamente incurriendo a conductas físicamente violentas.
Pero es que también debemos comprender que la ira es una emoción humana que ha tenido un papel fundamental a lo largo de nuestra historia evolutiva. En según qué contextos, la agresividad y la ira son respuestas naturales y adaptativas, motivándonos a realizar una conducta de ataque frente a una amenaza que pueda poner en peligro nuestra vida.
En la vida social, conocer cómo se da la curva de agresividad nos puede servir tanto para evitar enfadarnos más y hacer algo de lo que nos arrepintamos después como evitar que, si tenemos delante a una persona que está enfadada, echar más leña al fuego. Conociendo las cinco fases por las que pasamos cuando estamos enfadados nos servirá para evitar cualquier nueva escalada.
Nos compensa controlar la agresividad, no solo para evitar tomar malas decisiones y hacer daño a otras personas, sino que también porque estar enfadado mucho rato, cansa.
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