El coste emocional de vivir para complacer

El miedo a decepcionar nos hace cargar con una angustia constante.

El coste emocional de vivir para complacer
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Una persona que le da gusto siempre a los demás se rige por el “deber ser”, y al hacer esto deja de ser ella misma y no tiene capacidad para decidir. Ir por la vida así no nos hace “buenas personas”; para que exista esa bondad, a veces tenemos que desobedecer.

Estas personas creen que deben obedecer a toda costa. Los deseos de perfección llegan hasta la angustia por miedo a fallar, a equivocarse. Esta angustia surge por miedo al rechazo, por sentirse diferente.

La trampa de complacer siempre

Por esta situación acumulan mucha ira que nunca expresan por no permitirse ser ellos mismos, lo que puede crear un odio hacia sí mismos que muy bien puede provocar las llamadas enfermedades psicosomáticas.

Es fácil de entender: si yo reprimo la ira o la evito, el cuerpo reacciona para contrarrestar la represión y varios sentimientos inadmisibles, ocultando la verdad de sus emociones. Esto sucede porque no saben lo que desean y se apropian de lo que desea el Otro y lo hacen suyo, y así lo transforman de acuerdo con su deseo.

Por este motivo, estas personas obedecen y se sienten con la obligación de complacer, inclusive aceptando malos tratos. Estos sujetos viven escindidos, ya que se viven por dentro de cierta manera y actúan ante los demás de otra. El sometimiento y la evitación de conflictos es otra característica, el deseo de ser dirigidos por otras personas y que ellos sean los que tomen las decisiones.

Para estas personas, desobedecer significa traicionar. La consecuencia de esta conducta es una insatisfacción con ellos mismos, ya que piensan que no coinciden sus deseos con lo que está pidiendo el Otro, y esa sensación de que siempre falta algo y de no merecerse nada. El peor castigo que puede recibir esta persona que desobedece es el rechazo o abandono, y esto es equivalente a sentirse morir.

El origen en la infancia y el superyó

Todo esto tiene sus comienzos en la infancia. Las personas que vivieron un buen apego, seguro, son las que manejan asertivamente la confianza en sí mismas y en los demás. En cambio, las que no tuvieron un buen apego son aquellas que sienten mucha angustia, individuos que no confían en sí mismos, lo cual puede dar como resultado la dependencia, por ejemplo, con sus parejas.

Estas personas serviciales o exageradamente “buenas” tienen una representación muy devaluada de sí mismas y, a la vez, sus ideales son muy elevados. Esto los hace sentir que no existe el “yo” sin la presencia del Otro.

Hay una voz interior que constantemente los está criticando o rechazando lo que en realidad son. Así, por alguna razón, desde niños no supieron ni sintieron que encajaban en las exigencias externas de su medio ambiente, lo que los condujo a ser “totalmente bondadosos, obedientes, sumisos” para no sentir angustia.

Cabe mencionar que la psique del bondadoso o procurador en exceso está condicionada por lo que llamó S. Freud “superyó”. Así, estos individuos se sienten bien al convertirse en jueces, en cuidadores intachables, reflejando en el fondo sus sentimientos de inferioridad.

El adaptarse demasiado conlleva a no manifestar el deseo propio. Las personas “serviciales, piadosas” suelen atender los mandatos morales; deben ser prudentes con lo que hacen para no sentirse culpables ni avergonzados. Una característica es que suelen vivir siempre de mal humor, ya que nada o casi nada es suficiente, incluyendo para su propia vida.

Autoanulación, angustia e insatisfacción

Una cualidad que tienen es que son excelentes para ponerse en el lugar de los demás, ya que es imprescindible esto para poder deducir lo que están pensando y esperando de ellos. Tienen una tendencia al ideal del Yo, ya que siempre se muestran “buenos y hacen todo bien” para que nada los avergüence ni a los demás.

Así, los ejes principales de la persona de estos sujetos son la “mirada del Otro” y el deseo de ocultarse. Lo que puede ayudar es no tener nada que ocultar y no sentirse expuesto a que lo descubran, si es que tienen algo que ocultar.

Lo importante es el propio autoconocimiento, que puede ayudar a generar la confianza básica. Están acostumbrados a vivir en soledad porque piensan que son molestos y que nadie los va a entender. Al reprimir las emociones, puede provocarse una disociación entre lo que se vive, se siente interiormente y lo que se muestra en el exterior.

Para dejar de ser “tan bueno” es fundamental considerar los aspectos de obediencia versus desobediencia. Desobedecer el mandato de ser obediente angustia mucho; entonces es mejor ser obediente a nuestros propios mandatos.

Analizar tus exigencias que se esconden tras portarte “bien” o como lo esperan los demás, y sobre todo comenzar a perder el miedo a hacer lo que piensas, recuperar el sentido de tus deseos y asumir la responsabilidad de tu propia vida, es lo que te va a brindar tranquilidad y felicidad.

También es indispensable no colocar el juicio propio en la inferioridad que provoca autoodio. Así pensamos que somos inadecuados e inútiles; esto puede llevar incluso a la autodestrucción. Quizás también atreverse a sentir la angustia, que puede ser la anticipación del disgusto, miedo a equivocarse y el dolor que podemos generar al enfrentarnos al Otro.

Los individuos que sienten la necesidad de hacer todo lo que se les pide padecen una angustia sobre su propia identidad. Al sentir constantemente que “no son nadie”, sienten una angustia de soledad al creer que no se merecen ser queridos.

Así, la sumisión es una medida que utilizan para evitar la angustia, y que a veces se confunde con una capacidad de adaptación. Y acaban siendo muy dependientes.

Surgen angustias narcisistas, es decir, sensaciones de inferioridad, de insatisfacción, vacío, aburrimiento e impotencia. La mayoría de estas personas se vuelven rígidos consigo mismos, a veces al grado de volverse obsesivos, desarrollan una capacidad enorme para perjudicarse y se vuelven incapaces de resolver sus conflictos. Esta rigidez está relacionada con alguna herida de injusticia sufrida en la niñez; por ejemplo, la muerte de un padre.

Sanar para dejar de ser “el bueno”

Para concluir, podemos decir que es importante aprender sobre la necesidad de establecer y negociar límites, evitar dejarse invadir y dejar de invadir a los demás. Aprender, con ayuda profesional, a respetar tus necesidades y deseos, a reclamar todo aquello que consideras tu derecho.

Además, vivir con asertividad y empatía, sin obligaciones y exigencias fuera de lugar. Acuérdate de que según cómo te trates y te ames, así tratarás a los demás y a la vida. Resolver el miedo al rechazo, adaptarse a los demás sin importar si decepcionamos a los demás si es necesario para lograr cumplir mis expectativas y sueños.

Entender que “ser bueno”, creyendo que hacemos todo por los demás, en realidad lo hacemos para que los demás nos quieran. Pero hay otras maneras de lograrlo, como dar y hacer lo que deseamos sin tener expectativas de gratitud.

Hacer el bien o ser buenos no siempre es hacer lo que los demás esperan o quieren, sino lo que uno cree que es lo mejor para sí mismo y para los demás.

Muchas personas lo hacen por temor al otro, para no ser castigadas, temen la ira del otro, los conflictos. Tampoco desean causar malestar o que los demás sufran, y así renuncian a lo suyo para que los demás estén contentos.

En realidad, todo depende de cómo decidimos interpretar y los límites que ponemos a nuestros propios condicionamientos. Las personas sufren porque no disponen de la fluidez necesaria para adaptarse o decidir cómo quieren vivir. ¿Necesitamos dejar de estar atrapados por esa forma de pensar del “deber ser” o el “qué dirán”? Estas palabras deben ir acordes a los hechos. Ser coherente entonces no significa ser rígido, significa hacerse cargo de sus propios deseos y pensamientos.

Conclusiones

Los límites son indispensables para dejar de ser “esa buena persona”. Descubrir que puedes vivir sin “ese otro”; por ejemplo, para dejar de ser “el salvador” debe existir “la víctima”. Entonces, la solución es despreocuparnos del “qué dirán”, no tomarse las cosas tan personalmente y alejar angustias y culpas que no nos corresponden.

Si las circunstancias no pueden cambiar, cambia tú y verás que todo cambiará. Es importante recuperar la capacidad de sentir, de desear. Ser “demasiado bueno” no hace que te amen, sino que te usen.

Hay que recordar que si adoptamos el papel de “salvador”, en la gran mayoría de los casos no debemos esperar ser gratificados, o tener en cuenta que si no se te ha pedido ayuda puedes caer en una insatisfacción y sensación de vacío.

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Regina Wohlmuth. (2025, junio 6). El coste emocional de vivir para complacer. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/psicologia/el-coste-emocional-de-vivir-para-complacer

Psicóloga

Ciudad de México

Regina Wohlmuth Abraham es Doctora en psicoterapia desde el paradigma psicoanalítico, con consulta en Ciudad de México.

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