¿Hasta qué punto nuestra conducta consciente es conscientemente decidida? Es decir, ¿somos nosotros mismos dueños de cómo nos comportamos o hay algo que, aunque dentro de nosotros, decide por nosotros?
Muchos pensarían que estas preguntas son absurdas, puesto que cuando queremos hacer algo decidimos hacerlo. Primero pensamos en, por ejemplo, comernos una hamburguesa y, luego, nos la comemos, sin embargo, ¿y si esa decisión no fue más que un aviso?
A continuación trataremos de comprender la ilusión de la voluntad consciente, un concepto con origen en las neurociencias pero que toca aspectos muy discutidos en la historia de la filosofía y la psicología moderna.
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¿Qué es la ilusión de la voluntad consciente?
Los seres humanos hemos discutido largo y tendido sobre el libre albedrío a lo largo de toda la historia de la filosofía, tópico que ha sido heredado por la psicología y las neurociencias. Hay quienes consideran que toda nuestra conducta es el resultado de una serie de acciones que, por medio de relaciones tipo causa-efecto, nos hacen comportarnos de la forma en cómo lo hacemos. Otros opinan justo lo contrario, que como seres racionales y libres que somos tenemos la capacidad de cambiar nuestra conducta a nuestro gusto.
Podríamos decir que tanto quienes defienden el determinismo extremo como los defensores del libre albedrío más liberal están equivocados. Se supone que somos capaces de influir sobre nuestra conducta, lo cual explicaría por qué a veces nos equivocamos ante cosas de las que, en teoría, sabíamos lo que teníamos que hacer, pero también está el hecho de que no estamos aislados de nuestro entorno ni libres de nuestros genes y, por medio de su influencia, nos comportamos de una u otra forma.
Parece ser que, en realidad, no tenemos la capacidad de decidir sobre nuestra conducta de forma consciente, aunque no por ello esté toda ella condicionada a factores ajenos a nuestra mente. De hecho, parece ser que es ella, nuestra mente, la que decide por nosotros sin que nos demos cuenta, pero ella tiene sus propios criterios para decidir qué hacer. Nos da la sensación de que nuestras decisiones son conscientes, pero esto no es más que una ilusión.
La ilusión de la voluntad consciente es una idea expuesta por el doctor Daniel Wegner (1948-2013) en su libro de título homónimo “The Illusion of Conscious Will” (2002), relacionándola con la Teoría de la Causalidad Mental Aparente. En esencia, esta teoría defiende que cuando llevamos a cabo una conducta, nos da la sensación de que hemos decidido de forma consciente hacerla con anterioridad, pero en realidad la decisión ya había sido tomada mucho antes y de forma menos consciente.
La ilusión y la causalidad mental aparente
Todas las personas que tienen un cerebro sano, sin lesión neurológica ni trastorno mental alguno, son conscientes de sus actos, actos de los que cree que él o ella ha decidido de forma plenamente consciente hacerlos o no. Es decir, atribuye a su conducta una voluntad, una libre decisión, en definitiva, cree tener libre albedrío y decide de forma racional (o no) qué hacer y qué no hacer. Las personas creemos tener en el absoluto control de nuestro comportamiento.
Pero una cosa es ser consciente de lo que hacemos y otra es el hecho de conscientemente decidir sobre lo que hacemos. Es decir, no por saber qué estamos haciendo significa que lo hayamos decidido nosotros mismos o, al menos, que hayamos pensado racionalmente sobre ello. Puede ser que la decisión haya sido tomada por nosotros, pero no conscientemente: hay algo escondido en la profundidad de nuestra mente que ha decidido por nosotros.
Según Wegner y relacionándolo con la causalidad mental aparente, la ilusión de la voluntad consciente ocurre porque los seres humanos atribuimos a nuestro pensamiento la causa de la conducta posterior, aunque esto no quiere decir que realmente ambos fenómenos tienen una relación de causa y efecto. Es decir, cuando primero pensamos conscientemente sobre hacer algo y después hacemos esa conducta, pensamos que tal comportamiento es el resultado de ese pensamiento, pero realmente no tiene por qué ser así.
Por ejemplo, si yo empiezo a pensar en fumarme un cigarrillo y luego me fumo uno, es lógico pensar que el acto de fumar ha sido decidido en el momento en que he pensado en fumarme un cigarrillo. Sin embargo, puede que esa decisión ya hubiera sido tomada con anterioridad de forma inconsciente por mi mente. En algún momento, esa idea que se encontraba originalmente en mi inconsciente ha pasado a mi conciencia y yo la he interpretado como que estaba tomando una decisión en ese momento, pero realmente no era más que un aviso de lo que iba a hacer a continuación, fumar.
Realmente, tanto la idea consciente de querer fumar (B) como el acto de fumar en sí (C) son consecuencia de una decisión inconsciente de querer fumar (A), es decir, no es que B cause C, sino que A causa B y C, pero como A es bastante misterioso y da la casualidad que B se da antes que C y tienen relación temática (fumar), pensamos que hay una relación causal entre ellos, la cual es en realidad ficticia.
En resumidas cuentas, lo que sucedería según la idea de la ilusión de la voluntad consciente es que nuestras decisiones son tomadas por medio de procesos inconscientes de los cuales no podemos saber cómo funcionan exactamente. La idea de que pensemos en la conducta que vamos a hacer antes de hacerla no sería la decisión en sí misma, puesto que esta ya habría sido tomada, sino más bien una especie de preaviso de lo que va a pasar. Por ejemplo, como he decidido inconscientemente fumar, mi mente me avisa antes de fumar que voy a hacerlo y por eso empiezo a pensar en que me apetece un cigarrillo.
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Mente inconsciente, hipnotizadores y neurociencia
Si bien no se podría decir que hubiera hablado explícitamente de la ilusión de la voluntad consciente, no son para nada ignorables los trabajos de Sigmund Freud sobre la hipnosis que bien pueden relacionarse con la investigación de Wegner. La hipnosis alentó a Freud a intuir que había procesos inconscientes movilizando la conducta de las personas, comportamientos que nuestra especie piensa que son conscientemente controlados.
Esta “voluntad”, como hemos indicado, no sería más que una ilusión, y la racionalización post-hipnótica es un claro ejemplo de esto. Entendemos por racionalización al mecanismo de defensa en donde el individuo da razones convincentes, pero falsas, sobre la acción que él ha hecho. Aplicado al campo de la hipnosis, la racionalización post-hipnótica es la explicación que da el individuo sugestionado tras haber hecho un comportamiento durante el trance hipnótico, comportamiento que le ha mandado hacer el hipnotizador tras darle una señal.
Pensemos en una sesión de hipnotismo prototípica donde el hipnotizador le dice al voluntario, que se encuentra en pleno trance, que cuando cuente hasta tres (señal) tendrá que rascarse la barbilla (acción). El hipnotizador cuenta hasta tres y el sujeto se rasca la barbilla como se le había dicho. Al preguntarle porqué lo ha hecho, el sujeto dice que lo hizo porque le picaba la barbilla, una explicación que tiene sentido, pero que es falsa. No ha sido él quien voluntariamente ha decidido rascarse ahí, sino que el hipnotizador ha decidido por él, y le ha hecho comportarse así al darle la señal.
Si bien la mayoría de nuestra conducta viene decidida por nuestra mente, aunque de forma inconsciente, el ejemplo del hipnotizador y la racionalización post-hipnótica vienen a ejemplificar muy bien cuál es nuestra relación entre nuestro inconsciente, nuestro pensamiento consciente y nuestra conducta. El hipnotizador bien podría ser una metáfora de nuestros procesos inconscientes y la explicación de porque le picaba la barbilla bien sirve para explicar esos preavisos de que se va a hacer algo.
Para acabar, no se puede hablar de decisiones tomadas antes de que creamos haberlas tomado sin hablar de quien ha encontrado evidencia neurofisiológica para ello. Benjamin Libet (1916-2007) halló que el impulso nervioso para llevar a cabo una acción surge 300 milisegundos antes de que ocurra un registro consciente de tal decisión, es decir, nuestro cerebro decide cómo va a actuar antes de que nosotros mismos sepamos qué vamos a hacer.
Resumiendo
Parece ser que nuestro comportamiento es decidido por nosotros, pero no conscientemente. Hagamos lo que hagamos, nuestra mente inconsciente parece ser quien ha tomado la decisión. El hecho de que justo antes de hacer algo pensemos en ese algo no es más que un aviso, una advertencia de que vamos a realizar una conducta determinada. No es que pensemos en fumarnos un cigarrillo y fumemos, o queramos comernos una hamburguesa y luego nos la comamos, sino que nuestra mente lo ha decidido con anterioridad.
Nuestra creencia de que somos seres totalmente libres y racionales, dueños de nuestra propia conducta, unida con la necesidad de encontrar relaciones causales a nuestro pensamiento y conducta, nos hace caer en la ilusión de la voluntad consciente. Tiene su sentido puesto que, al fin y al cabo, que primero venga la idea y luego se haga el acto es algo que nos hace casi imposible atribuirles una relación de causa y efecto. Lo que vamos a hacer ya está decidido, nosotros solo lo justificamos “racionalmente”.
Referencias bibliográficas:
- Carruthers, P. (2007). The illusion of conscious will. Synthese 159, 197–213 (2007). https://doi.org/10.1007/s11229-007-9204-7
- Wegner, D.M. (2002). The illusion of conscious will. MIT Press.