¿Y si me hubiese atrevido? ¿Y si hubiese dicho que sí? Estas y otras mil preguntas más son propias del razonamiento contrafáctico. Consiste en imaginar realidades alternativas a nuestra realidad actual, con todas las implicaciones emocionales que esto conlleva.
Voy a poner un ejemplo. Imagina la típica película en la que una chica (o un chico) está conociendo a dos chicos a la vez. Llega un punto, en que la situación es insostenible y tiene que escoger y apostar por uno de los dos. Piensa, habla con sus amigas, valora y después de mucho reflexionar, al final escoge. Meses más tarde, a pesar de que le vaya muy bien con ese chico, se le pasan por la cabeza pensamientos tipo: “¿y si hubiera escogido al otro, cómo sería mi vida ahora?”. Eso es el pensamiento o razonamiento contrafáctico: pensar sobre lo que podría haber sido y no fue.
Pero… ¿y qué función tiene este pensamiento? Porque, a simple vista, no parece ser muy útil. Rumiar sobre un pasado que ya no está o darle vueltas a decisiones ya tomadas, no parece tener mucho sentido… Sin embargo, hoy sabemos que el razonamiento contrafáctico sí puede resultar útil en ciertas situaciones.
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Por qué el razonamiento contrafáctico es útil
La ciencia ha demostrado que en ciertas situaciones este razonamiento nos puede ayudar a dar sentido a nuestra vida. A continuación resumo en cuatro puntos por qué puede resultar útil este pensamiento.
1. Ayuda a aprender de los errores y a preparar un futuro mejor
Este es uno de los más frecuentes, y es que cuántas veces nos habremos lamentado por nuestros errores… “Si no hubiese salido, hubiera aprobado y ahora no tendría que estudiar para la recuperación”, “Si no hubiese sido tan orgulloso, no llevaríamos tres días sin hablarnos”, “¿Y si hubiese aceptado la oferta? Quizás ahora tendría el doble de sueldo…”.
Aquí no se trata de machacarnos, sino de aprender. No podemos volver atrás, pero sí podemos quedarnos en casa en víspera del próximo examen, tragar el orgullo en la próxima discusión y considerar mejor la próxima oferta que venga.
2. Consuela y alivia
Esta función la realiza frente a situaciones vividas que han sido incómodas, dolorosas, vergonzosas o injustas. Sería el: “bueno, podría haber sido peor”. Por ejemplo, “Los de la aerolínea han tardado dos días en devolvernos el equipaje, pero al menos no han perdido nada” o “La cita ha sido un desastre, aunque menos mal que el que se ha tropezado con el escalón ha sido él y no yo…”. Nos alivia pensar que dentro de lo malo, no ha sido todo lo horrible que podría haber sido.
3. Produce bienestar y satisfacción
¿Cuándo? En situaciones en las que se ha obtenido algún éxito. ¿Cómo? Imaginando lo mal que podría haber ido. Parece un poco masoquista, cierto, pero tiene una explicación detrás.
Y es que pensando en lo mal que podría haber salido algo y comparándolo con lo genial que ha ido, sentimos una tremenda satisfacción, placer y gozo. ¿Por qué? Porque al compararlo, nos sentimos aún más orgullosos de nosotros mismos por haber conseguido ese éxito o logro.
4. Le da una emoción y un significado al pasado
Concretamente, a los recuerdos. Y aquí entran en juego frases como “tenía que ocurrir”, “era el destino” o “las cosas pasan por algo”. Con pensamientos como: “fue el destino… tuve que escoger y si no llego a ir, no hubiese conocido a la que hoy es mi autora favorita”, reforzamos la emoción de ese recuerdo y le damos un sentido: “la conocí porque el destino lo quiso”.
A todos nos gusta guardar en la memoria situaciones emocionantes que experimentamos para así, poderlas recordar. Ah, eso sí, no pongas la mano en el fuego cuando hablas con alguien sobre un hecho pasado y cada uno asegura que fue como lo cuenta él. Está más que demostrado que muchas veces, sin ser conscientes, “editamos” y distorsionamos nuestros recuerdos, de modo que creamos una “nueva versión”.
Vistos estos 4 puntos, hemos aprendido que el razonamiento contrafáctico es útil si lo usamos para estos 4 fines. Para todo lo demás, mejor no hacerle caso, ya que nos traerá sufrimiento, lamentación y malestar. Como dice la canción, pasado pisado.