En ocasiones se entiende que la compasiónen es una cualidad que nos hace vulnerables, condescendientes con lo que somos, con lo que nos pasa. Algo parecido a “escurrir el bulto”. Por eso, puede que el hecho de pararte a pensar en una persona compasiva te traiga a la mente imágenes de personas que te resultan frágiles o débiles.
En el diccionario podemos encontrar la definición de compasión como un sentimiento de tristeza que produce el ver padecer a alguien y que nos impulsa a aliviar su dolor, sufrimiento o a remediarlo o evitarlo en algún sentido. Pero realmente no solo es esto.
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La imporrancia de la compasión
En realidad, la compasión no es un sentimiento que necesariamente se identifica con la tristeza, sino más bien con sentimientos de valor, de coraje y de respeto hacia nosotros mismos y hacia los demás. Va más allá de nuestros instintos primarios.
De hecho, para una de las pioneras investigadoras de la autocompasión a nivel mundial (Kristin Neff, 2003), la compasión hacia nosotros mismos se basa en:
- Ser conscientes de y estar abiertos a nuestro propio sufrimiento
- Ser amables y no condenarnos a nosotros mismos
- Ser conscientes de compartir las vivencias de sufrimiento con los demás, en vez de avergonzarnos o sentirnos solos, mostrando nuestra común apertura a la humanidad.
Además, la Terapia Centrada en Compasión (CFT) ideada por el psicólogo británico Paul Gilbert, fue diseñada para personas que presentaban problemas mentales complejos y crónicos derivados de la autocrítica, la vergüenza y que además procedían de ambientes conflictivos.
Dicho esto, parece entonces que el hecho de no avergonzarnos de lo que pensamos y sentimos de nosotros mismos, es una de las cosas que nos convierten en personas llenas de coraje y valientes. Pero hay mucho más detrás de la compasión.
Los sistemas de regulación emocional
Existe una investigación que apunta a que nuestro cerebro contiene como mínimo tres sistemas de regulación emocional para reaccionar a las cosas que percibimos desde los siguientes sistemas (Paul Gilbert, 2009):
1. Sistema de amenaza y autoprotección
Este sistema es el que se encarga de detectar y responder rápidamente de luchar, huir, quedarnos paralizados o afrontar una situación, desde la ansiedad, la ira o el disgusto. El miedo a ser dañados en algún sentido sería su principal combustible.
Cuando este sistema está más activado que los otros, solemos relacionarnos con el mundo y las personas que nos rodean buscando protección y seguridad ante posibles amenazas a nuestra integridad física o mental. Como si estuviésemos en peligro.
Para bien o para mal, se trata de un sistema primitivo que prioriza las amenazas por encima de las cosas agradables (Baumeister, Bratlavsky, Finkenauer & Vhons, 2001), y está claro que en la época donde vivíamos rodeados de fieras dispuestas a devorarnos, nos fue de mucha utilidad.
2. Sistema de activación de búsqueda de incentivos y recursos
Este sistema trata de ofrecernos sentimientos que nos impulsen a conseguir recursos para poder sobrevivir, prosperar y satisfacer nuestras necesidades vitales como seres humanos (Depue & Morrone- Strupinsky, 2005)
Es un sistema que busca sentirnos recompensados con cosas como el sexo, la comida, amistades, reconocimiento o comodidad que activa el sistema de amenaza y protección cuando por algún motivo, nos vemos bloqueados a conseguir estas cosas.
Es decir, este sistema nos ayuda y motiva a satisfacer nuestras necesidades vitales básicas como seres sociales, pero a veces un exceso de él puede llevarnos a desear metas que no podemos lograr y desconectarnos de aquello que sí.(Gilbert, 1984; Klinger 1977). En consecuencia, podemos sentirnos frustrados, tristes y abrumados cuando sentimos que nos implicamos al máximo en nuestros trabajos o proyectos y las cosas no nos salen como esperábamos.
3. Sistema de confort, satisfacción y seguridad
Este sistema nos ayuda a proveer de tranquilidad y equilibrio nuestras vidas. Cuando los animales no tienen que defenderse de amenazas ni necesariamente conseguir algo, pueden estar satisfechos (Depue & Morrone-Strupinsky, 2005).
Este sistema despierta sentimientos de satisfacción y seguridad por hacernos sentir que no necesitamos luchar por lograr algo. Se trata de una paz interna que genera sentimientos de ausencia de necesidades y aumenta la conexión con los demás.
Entrenarnos en este sistema puede convertirnos en personas compasivas y puede resultar muy eficaz para nuestro bienestar.
La amabilidad, la tranquilidad y la seguridad que podemos percibir de nuestro entorno hacia nosotros mismos actúan en sistemas cerebrales que también están asociados a los sentimientos de satisfacción y alegría que generan unas hormonas llamadas endorfinas.
La oxitocina es otra hormona relacionada (junto a las enforfinas) con sentimientos de seguridad en las relaciones sociales que nos proporciona los sentimientos de sentirnos queridos, deseados y seguros con los demás (Carter, 1998; Wang, 2005).
De hecho, cada vez existe más evidencia de que la oxitocina está relacionada con el apoyo social y que reduce el estrés, y que las personas con bajos niveles de ella presenta altos niveles de respuesta al estrés (Heinrichs, Baumgatner, Kirschbaum, Ehlert, 2003).
¿Por qué ser compasivos requiere coraje y valentía?
Por ello, el ser valientes a la hora de relacionarnos con el mundo que nos rodea, de establecer relaciones, de estar abiertos, de no rechazar o evitar o hacer como si nos importara la vida de otras personas, puede que tenga que ver con sentirnos bien con nosotros mismos y puede evitar además el desarrollar patologías psicológicas en el futuro. Porque queramos o no, somos y seguimos siendo seres sociales. Y es aquí donde entraría la compasión en juego.
Es decir, gracias a este sistema de confortamiento, seguridad y satisfacción, podemos entrenarnos en desarrollar las cualidades de la compasión, y no dejarnos llevar por instintos primarios que buscan satisfacer nuestros deseos y necesidades insatisfechas en todo momento. Pero para esto último, se necesitan grandes dosis de coraje y valentía.
Grandes dosis de coraje y valentía en el sentido de ser capaces de reconocernos a nosotros mismos que en términos de bienestar, más vale renunciar en ocasiones a lo que deseamos (el dejarnos llevar por sistemas basados en la amenaza o el logro), para dar prioridad a lo que valoramos de verdad (sistema de confortamiento, satisfacción y seguridad).
Referencias bibliográficas
- Baumeister, R.F; Bratslavski, E; Finkeneauesr, C. y Vohs, K.D (2001) “Bad is stronger tan Good”, Review of General Psychology, 5: 323-370.
- Carter, C.S. (1998) “Neuroendocrine perspectives on social attachment and love”, Psychoneuroendocrinology, 23: 779-818.
- Depue, R.A y Morrone-Strupinsky, J.V. (2005) “A neurobehavioral model of affiliative bonding”, Behavioral and Brain Sciences , 28: 315-395.
- Gilbert, P. (1984) Depression: From Psychology to Brain State. Londres: Lawrence Erbaum Associates Inc.
- Heinrichs, M.; Baumgartner, T.; Kirschbaum, C. y Ehlert, U. (2003) “Social support and oxytocin interact to supress cortisol and subjetive response to psychosocial stress”, Biological Psychiatry, 54: 1389-1398.
- Wang, S. (2005). “A conceptual framework for integrating research related to the physiology of compassion and the wisdom of Buddhist teachings” en P.Gilbert (Ed.), Compassion: Conceptualisations, Research and Use in Psychotherapy (pp. 75-120). Londres: Bruner. Routledge.