Solemos asociar los eventos traumáticos o difíciles como algo negativo y tendemos a sentir compadecimiento o lástima con las personas que las están atravesando, pero me gustaría poder ofrecer la otra cara de la moneda. Podemos aprender de ellos y crecer en varios aspectos de nuestra vida gracias las malas rachas o a momentos que nos han causado un gran impacto psicológico. No por ello debemos restar importancia ni gravedad al suceso, sino que hay que valorar el hecho de que tiene tanto aspectos negativos como positivos y centrarnos en estos últimos.
Seguramente te venga a la mente algún acontecimiento que desde que ocurrió, tu vida nunca volvió a ser lo mismo, y es común que creas que las cosas ahora son mejores que antes. Porque, al fin y al cabo, la mayoría de personas somos capaces de ir pasando página a estos malos momentos.
Esto es precisamente de lo que quiero hablar hoy, de la resiliencia.
¿Qué es la resiliencia?
La resiliencia es la capacidad para hacer frente a las adversidades de la vida saliendo fortalecido de ellas. Es el resultado de un proceso dinámico que varía según las circunstancias, la naturaleza de la situación, el contexto y la etapa de la vida del individuo, que se puede expresar de diferente manera según la cultura (Manciaux et al., 2001).
Cómo proceso que es, no es tanto la persona en sí, sino si evolución y el proceso de vertebración de su propia historia vital (Cynulnik, 2001).
¿Cómo son las personas resilientes?
Para conocer cómo son las personas resilientes, nada mejor que leer el artículo de Bertrand Regader titulado “La personalidad resistente: ¿eres una persona fuerte?“, donde podrás tener una visión más extensa sobre esta cuestión. Las características fundamentales de la personalidad resiliente, resumidas, son las siguientes:
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Tienen seguridad en sí mismos y en su capacidad de afrontamiento.
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Disponen de apoyo social.
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Tienen un propósito significativo en la vida.
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Creen que pueden influir en lo que sucede a su alrededor.
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Saben que se puede aprender de las experiencias positivas así como de las negativas.
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Conciben y afrontan la vida de un modo más optimista, entusiasta y energético.
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Son personas curiosas y abiertas a nuevas experiencias.
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Poseen altos niveles de emocionalidad positiva.
Hacen frente a las experiencias difíciles utilizando el humor, la exploración creativa y el pensamiento optimista (Fredickson y Tugade, 2003). Éste cambio positivo que experimentan resultado del proceso de lucha les lleva a una situación mejor respecto en la que se encontraba antes de ocurrir el suceso (Calhoun y Tedechi, 1999). Los cambios pueden ser en uno mismo (a nivel individual), en las relaciones interpersonales (con otras personas) y en la filosofía de vida.
Cambios en uno mismo: aumenta la confianza en las propias capacidades para afrontar las adversidades que nos presente el futuro. Es común en personas que se han visto sometidas a normas muy estrictas en el pasado y a partir de su lucha, han conseguido redireccionar su vida.
Cambios en las relaciones personales: la vivencia traumática puede fortalecer la unión de las relaciones con las personas que han estado en estos momentos tan duros.
Cambios en la filosofía de vida: las experiencias duras tienen a sacudir las ideas sobre las que se construye nuestra visión del mundo (Janoff-Bulman, 1992). Cambian las escalas de valores y se suele apreciar más el valor de las cosas que antes se obviaban o daban por supuestas.
¿Quiere decir eso que no hay sufrimiento?
Por supuesto que se experimentan emociones negativas y estrés, de hecho**, sin ello no sería posible el crecimiento personal** a través de ellas, no elimina el dolor, sino que coexiste con él.
Tampoco quiere decir que se crezca en todos los aspectos de la vida de la persona, sino que puede que se experimenta cambios positivos en unas áreas pero no en otras.
Entre los eventos vitales más estudiados están el divorcio de los padres y estresores traumáticos como el abuso, el abandono y la guerra (Grarmezy y Masten, 1994).
De los casos más conocidos sobre la resiliencia es el de Tim Guenard y lo explica en su libro: “Más fuerte que el odio”.
Cuando tenía 3 años su madre le abandonó en un poste de electricidad. A los 5 su padre le dio una paliza que le hizo permanecer en el hospital hasta los 7. El resto de su infancia lo pasó de casa de acogida en casa de acogida. Sufrió maltrato de las personas encargadas de su cuidado y acabó en un hospital psiquiátrico por un error administrativo y de allí a un reformatorio, donde aprendió a odiar al mundo entero y solo las ganas de matar a su padre le mantuvieron en pie.
El circulo vicioso siguió con más huidas, maltratos físicos, vivencias en la calle, una violación y las mafias de la prostitución.
A partir de los 16 su vida empezó a cambiar y ahora Tim es un hombre de casi 50 años felizmente casado con 4 hijos. Acoge en su propia casa personas con problemas a las que orienta y da ánimos para que encuentren nuevos motivos para vivir ofreciéndoles un techo y una mano amiga. Así cumple su promesa que hizo en la adolescencia: acoger a otros con las mismas necesidades que él sufrió.
¿Podemos hacer algo para desarrollar la resiliencia?
Según la Asociación Sociológica Americana hay 8 cosas que está en nuestras manos y podemos hacer para ser más resilientes:
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Establecer relaciones: en estos momentos tenemos que dejar ayudarnos más que nunca y establecer vínculos afectivos con familiares, amigos y personas que para nosotros sean importantes. Ayudar a otros también puede ser beneficioso para fortalecer la resiliencia.
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Evitar ver los sucesos como obstáculos: no se puede evitar que ciertos acontecimientos que nos hacen daño aparezcan pero si la manera que las interpretamos y reaccionamos ante ellos. Piensa en el futuro y mantén la esperanza que todo, tarde o temprano, cambiará.
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Haz actividades que te hagan sentir mejor respecto a la situación mientras ésta perdure: si te sientes mejor caminando, hablando con un amigo, abrazando a tu mascota, hazlo frecuentemente.
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Lleva a cabo acciones decisivas: en situaciones adversas busca soluciones y actúa de la mejor manera que puedas según tu situación. Sentirás que estás haciendo algo productivo para cambiar tu situación.
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Busca oportunidades para descubrirte: piensa en aquellas cosas que gracias a esto has aprendido y en qué aspectos has mejorado. Verás que el sufrimiento no ha sido en vano y que has crecido en este proceso, mira todas las cosas que has ganado y no las que has dejado en el camino.
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Cultiva una visión positiva sobre ti mismo: Confía en tus capacidades para resolver los conflictos por los que estas atravesando y lo válido que eres.
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No pierdas la esperanza: por más negro que esté el cielo siempre saldrá el sol. Visualízate en la situación en la que quiere estar y no en aquello que temes.
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Cuida de ti mismo: Presta atención a tus necesidades y deseos. Te ayudará para poder mantener tu cuerpo y mente sanos y listos para afrontar la situación que estas viviendo.
Referencias bibliográficas:
- Poseck, V., Carbelo, B., Vecina, M. (2006). La experiencia traumática desde la psicología positiva: resiliencia y crecimiento postraumático. Papeles del Psicólogo. Vol. 27 (1). 40-49.
- Gómez Campos, A. M. (2008). Diez acciones para desarrollar resiliencia. Portafolio. Recuperado el 12 de noviembre desde: http://search.proquest.com/docview/334389604?accountid=15299