La infancia no solo es la etapa de la vida caracterizada por la inocencia; también es aquella en la que somos más delicados, más susceptibles al daño psicológico. Esto no es un detalle sin importancia, teniendo en cuenta que hay muchas experiencias o condiciones de vida pueden resultar negativas ante personas vulnerables y sin la capacidad para buscar ayuda fuera de la familia.
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Así pues, las marcas de una infancia complicada pueden seguir notándose cuando ya hemos crecido e ingresamos en la edad adulta. Sin embargo, eso no significa que debamos resignarnos a ello. Por mucho que el malestar y la angustia sean insoportables por momentos, en la mayoría de los casos es posible mejorar significativamente el modo en el que convivimos con ese pasado. Para contribuir a ello, a continuación veremos algunas pautas para superar una infancia difícil, así como una reflexión sobre cómo deberíamos afrontar esta tarea.
Dolor emocional que llega desde el pasado
Algunas personas hablan de esta sensación como si se tratase de una especie de hackeo emocional: el dolor nos llega a través de las vulnerabilidades del pasado, aunque creamos que en caso de no haber pasado por todo aquél sufrimiento hoy seríamos personas totalmente completas y capaces de todo sin dedicar a ello muchos esfuerzos.
Dicho de otro modo, los eventos traumáticos y la angustia vivida durante nuestros primeros años de vida no solo nos robó la infancia, sino también la adultez. La mancha del trauma se extiende constantemente a medida que tratamos de huir hacia el futuro.
Sin embargo, no tenemos por qué ser esclavos de nuestro pasado, aunque este haya tenido lugar durante la infancia, el momento en el que tomamos conciencia de cómo es el mundo. Siempre hay un cambio posible, tal y como veremos.
Cómo superar una infancia difícil
Debes tener en cuenta que cada caso es único, y por ello, si realmente sufres por tu pasado, lo mejor es buscar el trato personalizado que los psicólogos te pueden dar en su consulta. Sin embargo, a corto plazo puedes utilizar estas herramientas que te ofrecemos a continuación.
1. Infórmate sobre los efectos del trauma psicológico
Esto es importante, ya que en la mayoría de los casos se da una concepción del trauma excesivamente determinista y escorada hacia el pesimismo.
Es cierto que los traumas pueden contribuir a que de adultos tengamos varios problemas de gestión emocional y de regulación de la atención, pero eso no significa que las personas que han tenido una infancia difícil desarrollen sistemáticamente TEPT, ni que este tipo de experiencias tenga que dejarnos marcados necesariamente.
De hecho, incluso en casos de grave violencia y de abusos en la infancia, hay muchas personas que maduran hasta llegar a la etapa de la adultez sin problemas mentales significativos y sin una inteligencia más baja de lo esperable.
¿Qué significa esto? Que en muchos casos, las personas con un pasado complicado se enfrentan a estados de malestar generados por unas expectativas de vida pesimistas y basadas en un problema que no está ahí. Es por eso que a la hora de superar una infancia difícil es necesario tener claro que la totalidad o buena parte de ese sentimiento de malestar puede surgir de una ficción.
2. Cambia de círculos sociales
En la medida de lo posible, hay que procurar alejarse de las personas que en el pasado nos hicieron sentir mal y que en el presente no tienen ninguna intención de ayudarnos. De este modo, las situaciones que nos recuerden a los eventos traumáticos aparecerán con menor frecuencia.
3. Lleva una vida social activa
Romper el aislamiento es una buena manera de romper con la rumiación, es decir, la propensión a ceder ante los pensamientos recurrentes que se terminan convirtiendo en obsesiones.
Lo bueno de tener una vida social activa es que contribuye a vivir el presente y alejarse de esos recuerdos que vuelven una y otra vez. Construir vida en el aquí y el ahora es una buena solución para evitar que la mente rellene ese hueco con elementos pertenecientes a los tiempos pasados.
Por otro lado, después de pasar una temporada en compañía de amistades y de seres queridos, no es necesario autoimponerse esta estrategia. Y es que los recuerdos generadores de malestar, por muy intensos que sean en un principio, pueden perder vigor a gran velocidad si nos acostumbramos a no invocarlos con frecuencia durante varios meses seguidos.
4. Cuídate
Muchas veces, el paso por situaciones ultrajantes hace que de manera automática fijemos nuestra idea del Yo a todo el malestar y la vulnerabilidad sufrida en el pasado. Esto puede hacer que actuemos como si no importásemos en absoluto, es decir, nos tratamos del mismo modo en el que nos trató la vida. Si esas situaciones complicadas aparecieron durante la infancia, además, hay posibilidades de que no hayamos conocido otra versión de nosotros mismos que no sea la del rol de víctima.
Para romper este círculo vicioso es necesario obligarnos a tomar en serio nuestro propio bienestar. Esto implica comer bien, hacer ejercicio, llevar una buena higiene personal y dormir bien, entre otras cosas. Dicho de otra forma, hay que dedicar esfuerzos a demostrarnos a nosotros mismos el potencial que hay en uno mismo, aunque en un principio no apetezca.
De este modo, esas creencias ligadas a la propia autoimagen irán cambiando hasta conseguir que la autoestima mejore significativamente y, con ello, nuestras expectativas también lo hagan.
5. Reinterpreta el pasado
No existe una sola interpretación de nuestras vidas: por mucho que lo intentemos, nunca llegamos a alcanzar una percepción objetiva de las cosas. Esto es especialmente cierto cuando además de considerar los hechos, tomamos en cuenta las emociones a los que van asociados.
De hecho, nuestra memoria funciona de un modo tal que los recuerdos cambian constantemente. El simple hecho de recordar algo encontrándonos en un estado emocional intenso puede hacer que los hechos que evocamos sean más congruentes con esas emociones.
Conocer este hecho puede ayudarnos mucho a no creer ciegamente que conservamos esos dolorosos recuerdos de la infancia por el hecho de que es experiencia fue real y nos produjo malestar. A lo mejor, conservamos ese recuerdo porque hemos aprendido a asociarlo a estados de ánimo negativos, llegando incluso a deformar su contenido.
Así pues, siéntete libre de reinterpretar el pasado sin miedo a estar modificándolo de manera inconsciente: esto último es inevitable, pero podemos evitar que nos perjudique emocionalmente.
6. Busca ayuda profesional
Hay casos en los que, por mucho esfuerzo y empeño que se ponga en ello, se avanza muy poco en la superación de los traumas y los problemas vividos en la infancia.
Esto no se debe a que falte fuerza de voluntad, sino a algo mucho más simple: del mismo modo en el que esas alteraciones mentales emergen de la influencia de nuestro entorno, para salir de esa clase de atolladeros emocionales hace falta que alguien nos ayude desde fuera. Y ese alguien debe ser un profesional de la salud mental.
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