La mayoría de nosotros sabe que durante el embarazo, la madre va transmitiendo diferentes sustancias tales como alimento y oxígeno al feto. Permiten que este último se nutra y sobreviva. En dicha transmisión el feto recibe células provenientes de la madre, que participan en su supervivencia, crecimiento y maduración.
Pero desde finales de los años noventa se ha detectado que la transmisión de información genética no es unidireccional, sino que es posible encontrar que las células del bebé también pasan e interactúan con las de la madre en el cuerpo de esta. Dicho de otro modo, se produce algo llamado microquimerismo.
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Microquimerismo: células en uncuerpo ajeno
El concepto de microquimerismo hace referencia a aquella situación en que una persona o criatura tiene en su organismo células de otros individuos, disponiendo en su interior de un pequeño porcentaje de ADN diferente al suyo propio. Estas células establecen relación con las genéticamente propias del sujeto, pudiéndose crear un vínculo entre ambos tipos de célula, lo cual da pie a consecuencias tanto positivas como negativas.
El microquimerismo ocurre tanto en el ser humano como en otras especies animales, como roedores o perros. Se trata de un mecanismo probablemente existente desde hace millones de años, si bien fue descubierto a finales del siglo pasado.
El microquimerismo natural
Si bien los primeros indicios de este fenómeno se descubrieron a través de la realización de trasplantes en animales, el microquimerismo que con mayor frecuencia se da en la naturaleza entre dos organismo multicelulares es el que se produce durante el embarazo.
Durante la gestación madre e hijo están conectados por el cordón umbilical y la placenta, y a través de dicha conexión intercambian algunas células que pasan al organismo del otro y se integran en él. Se sospecha que tiene una incidencia mayor de lo pensado e incluso algunos expertos consideran que se da en todos los embarazos. Concretamente, se han encontrado que a partir de la cuarta semana de gestación ya pueden hallarse células fetales en el organismo materno, y en general se considera que a partir de la séptima semana puede ser identificado en todos los embarazos.
Esta relación las células de madre e hijo no es pasajera y se pierde tras unos pocos meses o años tras el parto: se ha observado la presencia de células del hijo en el cuerpo de la madre hasta más de una veintena de años tras dar a luz. Dichas células se expanden por todo el organismo, hallándose en corazón, hígado o incluso cerebro y interactuando con las células propias del sujeto.
Las células procedentes del otro organismo llegan a integrarse en las propias estructuras y tejidos, incluido el sistema nervioso. Diferentes expertos se han preguntado sobre el efecto que estas células pueden llegar a tener sobre el comportamiento, siendo posible que también se asocie al surgimiento de afecto entre madre e hijo. Se podría especular sobre el hecho de que parte del propio ADN esté en el otro puede implicar una mayor tasa de protección a nivel conductual, generando mayor nivel de vinculación y la percepción de mayor semejanza.
Es relevante el hecho de que ni siquiera es necesario que el embarazo llegue a buen puerto para que se produzca dicho intercambio de células: incluso en mujeres que han perdido el bebé se ha hallado la existencia de células con un ADN distinto, que parece corresponder con el del bebé.
Los estudios realizados por el momento se han llevado a cabo generalmente en madres que han dado a luz a niños varones. No es que el microquimerismo no suceda entre madre e hija, pero resulta mucho más sencillo localizar células con el cromosoma sexual Y en un cuerpo femenino en vez de intentar diferenciar dos células XX.
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Efectos en la madre
Puede ser lógico pensar que en la interacción que se produce entre madre e hijo van a ser las células de la madre la que aporten efectos beneficiosos al bebé, al estar el organismo de la madre ya formado y el del bebé en pleno proceso de formación. Pero lo cierto es que la transmisión de células por parte del bebé hacia su madre también puede tener grandes efectos sobre su salud.
Se ha comprobado, por ejemplo, que las células fetales suelen contribuir a curar heridas y lesiones internas, así como a participar en la reducción de síntomas de trastornos como el dolor en la artrosis tanto en el momento del embarazo como a largo plazo. También mejora el sistema inmune y facilita el desarrollo de futuros embarazos.
Se ha propuesta asimismo que la presencia de estas células pueden contribuir a explicar el porqué la mujer tiene una mayor capacidad de resistencia y una mayor esperanza de vida, observándose que muchas mujeres que habían dado a luz y poseían dichas células microquiméricas suelen tener mejor esperanza de vida (posiblemente por una mejora del sistema autoinmune, aunque esto es mera especulación por el momento). También se ha detectado que reduce la probabilidad de cáncer y que tienden a participar en la regeneración de tejidos, observándose su implicación en la recuperación de enfermedades cardíacas o hepáticas.
Sin embargo, el microquimerismo también puede llegar a afectar de forma negativa. Se ha observado que el sistema inmune de algunas mujeres reaccionan a estas células como si se tratara de invasoras, vinculándose al surgimiento de algunas enfermedades autoinmunes. Estas son más comunes en la madre que en el feto. También podrían vincularse a algunos tipos de cáncer, pese a que su existencia en sí es un factor protector contra este tipo de enfermedad.
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Efectos en el bebé
La transmisión de células de la madre hace el organismo del futuro bebé tiene una gran importancia para este. Curiosamente, se trata del microquimerismo que menor atención ha recibido, centrándose más en los efectos que tiene esta transmisión con la madre. Una explicación probable para esto es la dificultad de establecer diferencias entre lo que el propio organismo y células del sujeto logran per se y la influencia concreta de las células maternas.
Se ha detectado que la presencia de células maternas en el organismo del hijo o hija ayudan por ejemplo a niños diabéticos a luchar contra su afección. Por otro lado, también se ha vinculado dicha transmisión al surgimiento de enfermedades tales como inmunodeficiencia severa, síndrome de lupus neonatal, dermatomiositis y atresia biliar.
Microquimerismo adquirido
Como hemos indicado el microquimerismo se da de forma natural durante el embarazo, siendo esta la principal forma de microquimerismo existente pero además de durante este proceso es posible encontrar este fenómeno en otro tipo de situaciones, pudiéndose hablar de un microquimerismo adquirido.
Estamos hablando de la realización de transplantes de órganos y tejidos o de transfusiones de sangre, en que se procede a insertar una parte o un producto de determinado organismo en otro. El órgano o sangre donado contiene el ADN del donante, que entra e interactúa con el cuerpo del sujeto que lo recibe dicho órgano. En este caso la relación no es simbiótica entre individuos, ya que es quien recibe la donación quien recibe las ventajas y desventajas de este fenómeno.
Sin embargo, este tipo de microquimerismo tiene sus riesgos, ya que el cuerpo puede reconocer el ADN ajeno como algo externo que lo está invadiendo y reaccionar atacando, lo que llevaría al rechazo del órgano, tejido o sangre. Es por ello que es importante tener en cuenta el tipo de sangre y la compatibilidad entre donante y receptor, así como el uso de medicación que permita que no se produzca tal rechazo.
Para ello debería emplearse la administración de fármacos que redujeran el papel de las células T alorreactivas (es decir los linfocitos que reaccionan a la presencia de ADN distinto al propio), de manera que se facilitara el surgimiento de tolerancia al injerto. Una manera habitual de hacerlo es inhibir la replicación de estos linfocitos.
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