Antropología psicológica: qué es y qué estudia esta disciplina

Veamos las ideas, los focos de investigación y los representantes de la antropología psicológica.

Antropología psicológica

A grandes rasgos, la antropología es la ciencia que estudia al ser humano dentro de una comunidad. Surgió a finales del siglo XIX y, como sucede con la mayoría de las disciplinas que abarcan un área muy amplia de conocimiento, pronto se escindió en diversas ramas que buscaban perfeccionar el objeto de su estudio.

Hoy vamos a hablar de la antropología psicológica, la rama más reciente de los estudios antropológicos.

¿Qué es la antropología psicológica?

La antropología psicológica es la rama de la antropología que estudia la relación existente entre la psicología humana y la conducta del individuo dentro de unas estructuras socioculturales.

Su objetivo principal es descubrir las conductas comunes en todos los seres humanos, más allá de las realidades culturales que los envuelven. Para ello, la antropología psicológica combina elementos de la antropología propiamente dicha con elementos provenientes de los estudios de psicología, como, por ejemplo, el psicoanálisis.

Es necesario establecer cuáles son las diferencias principales entre antropología y psicología. A grandes rasgos, podemos decir que, mientras que la primera se dedica al estudio del ser humano como elemento inserto en una comunidad, la psicología suele centrarse en el estudio del ser humano en tanto que individuo.

Sin embargo, a principios del siglo XX algunos antropólogos se dieron cuenta de las posibilidades que ofrecía la combinación de los estudios de antropología con las novedosas teorías del psicoanálisis, desarrolladas por un tal Sigmund Freud. Veámoslo a continuación.

El origen de la antropología psicológica: la crítica a Sigmund Freud

En 1913 aparece Tótem y tabú, una de las primeras obras de Sigmund Freud, cuyo impactante subtítulo Algunas concordancias en la vida anímica de los salvajes y de los neuróticos revolucionó el panorama de la antropología, al incluir el psicoanálisis en el estudio de las culturas. La idea central de este ensayo (en la actualidad, ampliamente superada) es que se podía aplicar una especie de analogía entre el desarrollo de las comunidades primitivas y el desarrollo psíquico del individuo.

Sigmund Freud

La tesis principal de la obra gira en torno al surgimiento del tótem y el tabú, cuyo origen sitúa Freud en la tiranía de un “macho alfa” al que el resto de hombres de la comunidad odiarían y al que, finalmente, asesinarían, con el sentimiento de culpa que el acto conllevaría a posteriori.

Semejante teoría era altamente revolucionaria para la época (estamos hablando de 1913), y no tardaron en aparecer críticas a los postulados freudianos. En estas críticas debemos situar el origen de la antropología psicológica.

Por ejemplo, Franz Boas (1858-1942), insigne antropólogo estadounidense de origen judeo-alemán, fue extraordinariamente crítico con el psicoanálisis freudiano, a pesar de que él mismo se interesó por la psicología. No menos crítico fue Bronislaw Malinowski (1884-1942) quien, en su trabajo La vida sexual de los salvajes del noroeste de la Melanesia (1929), criticó la universalidad del complejo de Edipo, que Freud tanto había reivindicado.

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A través de datos extraídos mediante estudios de campo, Malinowski demostró que este complejo, según el cual el niño desea la “muerte” del padre para poder acceder a la madre, no se daba en todas las culturas. La base de la crítica de este antropólogo británico es que el complejo de Edipo, tal y como lo planteaba Freud, necesitaba una estructura de familia monogámica patrilineal para desarrollarse, cosa que, obviamente, no se da en todas las culturas del mundo.

De cualquier manera, no se puede concluir que Malinowski, así como otros antropólogos que se mostraron críticos con el psicoanálisis, estuvieran completamente en contra de su uso en el campo antropológico; más bien lo que pretendían es que se tuvieran en cuenta las realidades sociales y culturales de las distintas comunidades humanas. Ellos tenían claro que el psicoanálisis podía ser muy útil para la antropología; el error de Freud había sido, principalmente, partir de una visión estricta y esencialmente europea y hacerla extensible al resto del mundo.

En definitiva, podemos concluir que, a pesar de que ya existían ciertas corrientes pre-freudianas que reivindicaban la unión entre psicología y antropología, no fue hasta la aparición y difusión de las ideas de Freud que se generalizó esta corriente, precisamente a través de la crítica hacia sus obras.

Los principios universales… ¿existen?

Ya hemos comentado al principio que uno de los objetivos de la antropología psicológica es descubrir conductas comunes en los seres humanos, sea cual sea la cultura en la que están inmersos. A lo largo del siglo XX, muchos antropólogos investigaron y realizaron numerosos estudios de campo para desentrañar si, efectivamente, podían extraerse ciertos comportamientos comunes que eran producto de la psique humana más que de la cultura en la que se movía el individuo.

Margaret Mead (1901-1978), en su estudio Coming of age in Samoa, intentó aclarar si la famosa rebeldía adolescente era común en todas las culturas o si, por el contrario, se trataba de un fenómeno particularmente occidental. El resultado fue sorprendente: los adolescentes samoanos no vivían este periodo de forma tan traumática, entre otras cosas, porque desde pequeños se les hablaba abiertamente sobre la muerte o el sexo. Al parecer, esta relación más “natural” con el mundo evitaba que se crearan en el niño inhibiciones y dudas o, al menos, que no se formaran en la misma cantidad que un adolescente occidental. El estudio de Mead, que se preguntaba sobre la universalidad de la adolescencia, es un ejemplo clarísimo de hacia dónde pretende dirigirse la antropología psicológica.

En general, los primeros antropólogos psicológicos estuvieron de acuerdo con las propuestas freudianas que sostenían que las bases del desarrollo psíquico se dan en la infancia. A esto añadieron la importancia capital que la cultura tiene en todo el proceso. Así, a lo largo del siglo XX se realizaron estudios que analizaron concienzudamente todas las etapas de este periodo humano (el amamantamiento, el destete, la rivalidad entre hermanos…) y, sobre todo, cómo se desarrollaban en las diversas manifestaciones culturales.

Antropología y psicología se dan finalmente la mano

La aparente rivalidad entre antropología y psicología y los desencuentros que habían protagonizado en las primeras décadas del siglo XX tuvieron un “final feliz” en 1937, cuando, en la Universidad de Columbia (EUA), se empezaron a impartir seminarios interdisciplinarios que trataban de unir ambas ciencias para una colaboración efectiva. Abraham Kardiner (1891-1981), que combinaba en su haber nociones de psiquiatría y antropología, tuvo un gran papel en este encuentro.

Kardiner había conocido personalmente a Sigmund Freud en Viena en la década de 1920, por lo que su contacto con el psicoanálisis había sido intenso. Se interesó vivamente en cómo se construía la personalidad humana y, sobre todo, en cómo se relacionaban la cultura y la personalidad. Consciente de la necesidad de unir ambas disciplinas, en 1937 creó el seminario antes mencionado, con el objetivo de que se llegara a conclusiones de forma conjunta. Algunos antropólogos que trabajaron conjuntamente con Kardiner fueron Ruth Bunzel (1898-1990), que realizó, entre otros, un estudio comparativo del alcoholismo en Guatemala y México, Cora du Bois (1903-1991) y Ralph Linton (1893-1953).

Lo esencial en la obra de Abraham Kardiner es que aplica la técnica del psicoanálisis a los resultados obtenidos mediante trabajos de campo antropológicos. Kardiner distinguía entre las “instituciones primarias” de las “secundarias”; las primeras serían, por ejemplo, las técnicas de subsistencia y la organización familiar, mientras que las segundas estarían conformadas por elementos como la religión o el arte. Tanto unas como otras influirían profundamente en el niño y marcarían el desarrollo de su personalidad, y los cambios ejercidos en las instituciones primarias significarían un cambio en las secundarias.

La nueva era de la antropología psicológica

En la década de 1950 algo estaba cambiando. La metodología utilizada por los seguidores de Abraham Kardiner se sometió a una serie de críticas, y autores como John Whiting e Irvin Child ampliaron la teoría de las instituciones de Kardiner.

En este periodo se discute la idea de que la cultura “fabrique” personalidades homogéneas; por ejemplo, según el antropólogo Anthony Wallace (1923-2015), el sistema cultural solo organiza las diferentes personalidades que la configuran. Así, los hombres y mujeres que conforman una realidad cultural no tendrían por qué compartir ideas, creencias y estructuras emocionales, y lo único que se comparte, pues, es lo que él llama “contrato institucional”.

Actualmente, y a pesar de ser la rama más reciente de la antropología, la antropología psicológica está en auge y ofrece grandes posibilidades de estudio. Los antropólogos de hoy en día están ya muy lejos de pensar que el fenómeno cultural puede ser desligado de aspectos individuales como la psique humana, y esto, que en su momento pudo parecer complejo, oscuro e incluso contradictorio, ahora es un fascinante futuro lleno de posibilidades.

  • Haefner, C.A. (1986). Algunos alcances sobre el desarrollo y consolidación científica de la Antropología Psicológica, dentro de la Revista Chilena de Antropología, núm. 5, Univ. De Chile.
  • Freud, S. (2018). Tótem y tabú. Madrid: Akal.
  • Malinowski, B. (1975). La vida sexual de los salvajes del noroeste de la Melanesia, Ed. Morata.
  • Mead, M. (2014), Coming in Age in Samoa, ed. Ishi Press.
  • VV. AA. (2000). Diccionario de antropología, Siglo XXI editores.

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