Migrar es una de las decisiones más significativas en la vida de una persona. No se trata solo de cambiar de lugar, sino de transformar la forma en la que habitamos y vemos el mundo. Detrás de cada maleta, hay historias cargadas de esperanza, sueños y, al mismo tiempo, de incertidumbre. Este proceso implica desafíos emocionales y físicos que muchas veces no se reconocen a simple vista.
Migración como un proceso vital de cambio y adaptación
La migración es mucho más que un movimiento físico. Es un proceso vital de cambio y adaptación que toca todas las dimensiones de la vida: relaciones, identidad, cultura, idioma, proyectos y hasta la manera de ver el futuro. Al dejar atrás lo conocido, surge la oportunidad de crecer y reinventarse, pero también aparece la necesidad de afrontar un duelo silencioso que impacta directamente en la salud mental.
Factores emocionales: esperanza, duelo, incertidumbre
Cada migrante experimenta un torbellino de emociones al emprender su viaje: esperanza ante nuevas oportunidades y mejores condiciones de vida; duelo por los lazos, costumbres y rutinas que se dejan atrás; e incertidumbre frente a lo desconocido, la burocracia y el temor a no adaptarse.
El impacto emocional de la migración
El duelo migratorio es una experiencia única: se pierden cosas importantes, pero de forma parcial y sin la certeza de recuperarlas. No se trata solo de la distancia física, sino también de la pérdida del idioma, la comida, las celebraciones, los paisajes y hasta el sentido de pertenencia.
En muchas ocasiones, antes de la partida, el emigrante suele idealizar el destino; al llegar, no todo es como se lo imaginaba. Se encuentra frecuentemente con condiciones difíciles de vida, con problemas para encontrar trabajo, problemas de regularización, del idioma, dificultades de adaptación, rechazo, exclusión. Esto puede dificultar la aceptación y la integración al nuevo país, activando niveles de estrés que, mantenidos en el tiempo, afectan la salud física y emocional.
El migrante se enfrenta a situaciones de estrés, síntomas de ansiedad, como preocupación constante, dificultades para dormir o sensación de alerta permanente. También la depresión puede manifestarse con tristeza profunda, aislamiento, falta de motivación y sentimientos de soledad. Reconocer estos síntomas es clave para buscar ayuda a tiempo.
A esto, el psiquiatra español Anchotegui lo llamó Síndrome de Ulises, siendo este un estrés crónico y constante.
Según Achotegui, el proceso de duelo involucra la activación de varios mecanismos de defensa. Los más comunes son:
- Negación: El individuo se resiste a aceptar la realidad de los cambios, afirmando que "todo es igual que en mi país" o que "a mí no me afectan estos cambios".
- Proyección: La persona atribuye sus propios sentimientos o características a otros, como en "aquí la gente es muy diferente" o "en mi país no somos tan mal intencionados".
- Idealización: Se exalta la imagen del país de origen o de la nueva situación, con frases como "mi país es el más bonito del mundo" o "aquí sí que se vive bien".
- Formación reactiva: Se actúa de manera opuesta a los impulsos internos. Por ejemplo, en un intento por adaptarse a la nueva cultura, se rechaza la cultura de origen.
- Racionalización: Se busca separar el componente emocional del cognitivo, permitiendo evitar el sufrimiento asociado a la situación.
El impacto del duelo no solo afecta de manera personal y privada en la persona concreta, sino que repercute en su dinámica de pareja y familiar, así como en buena parte de las actividades que éste tiene que llevar a cabo. Se trata de un estado de ánimo, de una presión añadida enorme que no todas las personas que lo viven son capaces de soportar, y no todas las personas que lo presencia (incluidos profesionales) son capaces de entender.
Factores protectores de la salud mental
La buena noticia es que existen recursos que pueden actuar como “amortiguadores emocionales” en el proceso migratorio:
- Redes de apoyo: contar con familia, amigos o comunidades de migrantes es un factor clave para sentirse acompañado y comprendido.
- Acceso a servicios de salud mental: algunos países ofrecen programas gratuitos o a bajo costo para migrantes, y cada vez más instituciones reconocen la importancia del acompañamiento psicológico.
- Resiliencia y propósito: tener metas claras, mantener viva la motivación y recordar el “para qué” de la migración ayuda a darle sentido a los sacrificios y retos del camino.
Estrategias para afrontar estigmas y prejuicios
La clave está en diferenciar lo que dice la sociedad de lo que uno es realmente. Practicar la autoafirmación, rodearse de comunidades seguras y participar en espacios donde la diversidad sea valorada puede ayudar a mitigar el impacto del estigma. Recordemos: el valor de una persona no depende del pasaporte que lleva, sino de su historia, sus capacidades y sus sueños.
Herramientas psicológicas para acompañar el proceso
Migrar es un reto emocional, pero también una oportunidad para fortalecer recursos internos. Algunas herramientas útiles son:
1. Técnicas de regulación emocional
El mindfulness ayuda a calmar la mente en medio de la incertidumbre, la terapia cognitivo-conductual (TCC) permite trabajar pensamientos negativos, y la escritura terapéutica ayuda a procesar emociones a través de palabras.
2. Mantener hábitos
Tener rutinas de sueño, ejercicio y autocuidado aporta estabilidad en un entorno cambiante.
3. Psicoterapia online
En un mundo digitalizado, la terapia en línea se convierte en un recurso accesible y flexible para migrantes que no encuentran servicios presenciales en su idioma o en su zona.
En conclusión
Migrar no significa “empezar de cero”, sino continuar de otra forma. Es construir un nuevo capítulo sin borrar los anteriores, llevando consigo raíces, aprendizajes y fortalezas.
Sin embargo, el acompañamiento es esencial. Gobiernos, instituciones y comunidades deben asumir la responsabilidad de crear políticas inclusivas y redes de apoyo en salud mental que reconozcan la vulnerabilidad de quienes migran.
Cada historia migrante merece ser contada desde la dignidad, la resiliencia y la esperanza. Y, sobre todo, merece recordarnos que el viaje no es solo de un lugar a otro, sino hacia una nueva versión de uno mismo.


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