Las personas somos muy diversas, y esto queda evidenciado en nuestras opiniones. Cada cual ve el mundo de manera distinta y, como consecuencia de ello, piensa de forma particular, haciendo que absolutamente nadie coincida totalmente en todos los temas que se puedan debatir.
Sin embargo, sí que hay ciertas opiniones e ideas que son concebidas como incuestionables en el seno de una sociedad. Estas ideas en caso de ser contradichas pueden generar mucha controversia, tanto que incluso se llegue a atacar a la persona que se ha mostrado crítica.
La difamación ritual es el ataque que se realiza a alguien que ha expuesto una opinión socialmente cuestionable. Este fenómeno ha ido cobrando especial importancia especialmente ante las críticas de lo políticamente correcto. Profundicemos en esta idea.
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¿Qué es la difamación ritual?
En julio de 2017 un ingeniero llamado James Damore, trabajador en Google, divulgó dentro de la empresa un particular memorando que, puede que sin saberlo, generaría una áspera controversia. El documento, llamado “Google’s Ideological Echo Chamber” (La cámara de eco ideológico de Google) era una crítica a las medidas pro-diversidad de la compañía que, según Damore, representaban un sesgo ideológico hacia la izquierda de la empresa, opinando que repercutía negativamente en el desempeño de la misma.
James Damore indicaba en este texto, originalmente compartido en la plataforma interna de Google+, que las diferencias de género en el sector tecnológico no se debían tanto a la discriminación hacia las mujeres (que él no negaba que existiera) sino más bien a las propias características biológicas de cada sexo, influyendo en los rasgos psicológicos. Damore decía que las mujeres, al ser más empáticas y sensibles al estrés y la ansiedad, no tienden a escoger empleos que requieran mucha responsabilidad, a diferencia de los hombres que son más sistemáticos y resistentes a la tensión.
Como cabría esperar, estas opiniones causaron mucha polémica y motivó el despido de Damore, siendo acusado de violación del código de conducta de Google. El manifiesto acabó trascendiendo a los medios de comunicación, generando un amplio rechazo público y el acoso hacia Damore. También consiguió algunos apoyos e, incluso, consiguió los servicios de la reputada abogada Harmeet Dhillon, acudiendo a los tribunales acusando a Google de que, a través de sus políticas pro-diversidad, en realidad estaba discriminando a ciertos colectivos, sobre todo a blancos, asiáticos, hombres y conservadores.
Al margen de lo controversiales y criticables que puedan ser las opiniones de James Damore, este caso nos sirve para ejemplificar un fenómeno social muy curioso y, a la vez, injusto: la difamación ritual. Su caso es un claro ejemplo de este fenómeno, de cómo los valores, las opiniones y las creencias son controladas en las sociedades. Si alguien no comulga con lo socialmente aceptado, con lo que se establece como “políticamente correcto” en un lugar y momento dados, corre el riesgo de ser rechazado socialmente, sin necesidad de que haya cometido delito o falta moral grave alguna.
Laird Maurice Wilcox, investigador social estadounidense, describe a la difamación ritual como la destrucción o intento de destrucción de la reputación, estatus, carácter o posición en la comunidad de un individuo o grupo por medio de un discurso o publicación indebida, maliciosa o injusta. La difamación se puede usar como represalia por las actitudes, opiniones o creencias (reales o infundadas) de la víctima, con la intención de silenciar o acabar con su influencia y desanimar a los partidarios de esa idea marginal.
La difamación ritual se diferencia de la simple crítica o la opinión contraria hacia algo en naturaleza y grado, debido a que este fenómeno es mucho más agresivo, organizado y hábilmente aplicado por una organización o representante de un grupo de interés especial. La idea es acabar con la opinión disidente, con aquella idea que ha cuestionado un tema tabú en el seno de la sociedad, una postura que, independientemente de si es intrínsecamente buena o mala, es percibida como inaceptable socialmente y quien la ha proferido debe ser atacado.
Características de la difamación ritual
A pesar de su nombre, la difamación ritual no se llama así porque siga una doctrina religiosa o mística ni tampoco porque sea perpetrada únicamente por grupos religiosos o contra otros credos. Se considera que es un fenómeno ritualista en tanto que sigue un patrón predecible y estereotipado que abarca una serie de elementos, al igual que sucedería en un ritual. Estos elementos son los siguientes.
1. Violación de un tabú
Para que se dé la difamación ritual la víctima debe haber transgredido un tabú expresando o identificándose con una actitud, opinión o creencia percibida socialmente como prohibida o políticamente incorrecta. No es necesario que el individuo lleve a cabo una acción en específico, simplemente basta con que participe de alguna forma en la comunicación o expresión de la idea socialmente rechazada.
2. Ataque del carácter de la víctima
En un caso de difamación ritual el método al que se recurre es el ataque sobre el carácter de la víctima, no ofreciendo más que un desafío superficial a las actitudes, opiniones o creencias particulares expresadas.
3. Negación de cualquier debate
Un aspecto fundamental en la difamación ritual es evitar participar en cualquier tipo de debate sobre la veracidad de lo que la víctima ha expresado. El objetivo principal de la difamación es la censura y la represión, condenando directamente al individuo por sus opiniones y no darle la oportunidad de debatir el asunto.
4. Persona pública
La víctima suele ser una persona visible al público y, consecuentemente, vulnerable a la opinión pública. En esta categoría puede entrar cualquier profesión que tenga un mínimo de trabajo cara al público, como escritores, maestros de escuelas, funcionarios, hombres de negocios... aunque también puede darse el caso de que la persona atacada sea un ciudadano sincero que ha dado su opinión dando la cara.
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5. Involucración a otros
A menudo se intenta involucrar a otros en la difamación para ponerlos en su contra, normalmente de su entorno más cercano. Por ejemplo, los trabajadores de una empresa pública en la que uno de sus compañeros ha dicho algo criticable pueden ser invitados a denunciar a su colega o hacerle el vacío.
6. Deshumanización de la víctima
Para que la difamación ritual se cumpla, la víctima debe ser deshumanizada en la medida en que llega un momento en que no se la concibe como una persona sino como una actitud, una opinión o una creencia ofensiva, aquello que ha dicho.
7. Presión entorno de la víctima
Es muy común presionar a personas cercanas a la víctima, acosándolas y humillándolas. Si la víctima tiene hijos, puede que estos sean víctimas de burlas y ridiculizados a causa de las opiniones de su padre o madre. Si se trata de un compañero de trabajo, puede que la organización se vea obligada a despedirlo por presiones a toda la empresa (caso similar al de Damore). Si la víctima es miembro de un club, se acosará al club diciendo que comparte la misma opinión controvertida por no haberlo echado.
8. Rechazo a cualquier explicación por parte de la víctima
En un contexto de difamación ritual se considera irrelevante cualquier explicación que pueda dar la víctima sobre aquello que ha dicho o hecho. El hecho de que intente reclamar la defensa de la verdad para un valor, una opinión o creencia que socialmente no es aceptada se interpreta como un desafío y lo único que conseguirá es agravar más la situación.
Reflexiones finales
A menudo, la difamación ritual no es una cuestión de estar equivocado o acertado, sino de ser visto como una persona que ha proferido una opinión interpretada como “insensible” o de no adherirse a los tabúes sociales. Esta práctica es universal, puesto que no es específica de ningún valor, opinión o creencia concretos, ni tampoco de ningún grupo sociocultural en particular. Esto quiere decir que cualquier persona y cualquier idea puede estar sujeta a una situación de difamación ritual, lo único que marca la diferencia es si la sociedad en la que se ha versado tal opinión la considera como incorrecta o no.
El poder de la difamación ritual se encuentra enteramente en su capacidad de intimidar y aterrorizar a los demás, encontrándose dentro de ella elementos propios de las creencias supersticiosas, como la maldición y los hechizos. Juega con el miedo inconsciente que siente la mayoría de las personas, el miedo de ser rechazados por nuestra comunidad, ser abandonados socialmente y aislados de los sistemas de apoyo. El temor a decir algo que no le guste a los demás puede hacernos callar.
Pero este fenómeno tiene algunas debilidades. Al estar motivado sobre todo por impulsos emocionales, los difamadores pueden acabar evidenciando una gran exageración y evidente maldad hacia la víctima, lo cual hace que fracase su estrategia de hundir a alguien por haber proferido una opinión que no comparten. Esto también puede darse en caso de no haber planeado adecuadamente el ataque contra su víctima, o haber infravalorado la influencia de la misma y los apoyos que tenía.
Como en todas las campañas de propaganda y desinformación, la difamación ritual se realiza manipulando palabras y símbolos. No se usa para persuadir ni convencer de una idea noble, sino para castigar a aquella persona que no la comparte y, por lo tanto, no es una estrategia legítima. Esta estrategia se usa para dañar, intimidar y destruir a un individuo por haber transgredido un tabú, evitar dialogar su punto de vista y condenarlo al ostracismo, una estrategia que no es aceptable en una sociedad plenamente democrática y libre, ni siquiera cuando la opinión atacada es socialmente cuestionable.