Cuando la desnudez forma parte únicamente de nuestra esfera íntima, podemos sentirnos vulnerables al mostrar nuestros cuerpos y genitales delante del otro, haciéndonos más sensibles a posibles miedos en relación a la evaluación que pueda hacer sobre ellos la persona que tengamos delante.
En función de nuestro marco social, cultural y/o histórico, de nuestras experiencias, o de las expectativas propias o depositadas por los demás, se define el vínculo que establecemos con y entre nuestros cuerpos.
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Dinámicas sociales que alimentan los complejos con nuestro cuerpo
La sociedad promueve unos rígidos y poco realistas cánones de belleza que señalan como adecuados y deseables solo a aquellos cuerpos que queden dentro de sus márgenes. En este contexto, no obstante, y pese a todas estas exigencias, podemos buscar y hacer nuestros referentes corporales diversos, en los que vernos reflejados, que salen de estas estructuras rígidas.
Estos cánones estéticos también rigen para los genitales; sin embargo, en este caso existe una complicación añadida, ya que... ¿A dónde podemos acudir para encontrar modelos de referencia diversos?
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Buscando nuevos referentes
La desnudez de los genitales queda en el terreno de lo íntimo, poco expuesto a nivel audiovisual o fotográfico, y reducido casi en exclusividad a la pornografía que, lejos de mostrar la amplia y maravillosa diversidad corporal y genital del ser humano, nos muestra modelos muy reducidos y concretos de cómo deben ser de estas partes del cuerpo.
De esta manera, crecemos sin apenas referentes de esta diversidad, creando un imaginario de lo que es deseable y válido, haciéndonos creer que los genitales solo pueden atender a esos parámetros y que, aquello que no se corresponda con ellos no solo no es bello, sino que tampoco es correcto o adecuado.
Los escasos modelos con los que crecemos muestran solo un resquicio de nuestra gran diversidad genital. El ser humano se caracteriza por su diversidad y, tal y como sucede con otras partes del cuerpo, los genitales también la reflejan.
Aunque en ocasiones se hagan referencias a mayorías o tendencias en términos comparativos, la realidad nos demuestra que todos los cuerpos y genitales están preparados para dar y experimentar placer: no existen tamaños o formas de genitales más apropiadas que otras cuando lo que se busca es el disfrute, de igual forma que existen otras muchas fuentes de placer en nuestros cuerpos más allá de estos (explorando con los cinco sentidos se puede descubrir que el placer, el disfrute y la erótica no dependen únicamente de los genitales).
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Más allá de la falsa homogeneidad
En resumen, la diversidad es la esencia misma del ser humano, lo que se refleja en todas y cada una de las partes de nuestro cuerpo (orejas, manos o dedos) y, por supuesto, también en los genitales (diversos en tamaño, forma, color, olor, etc.) Somos fruto de un proceso de sexuación que siempre dará como resultado un cuerpo preparado para el placer y para las relaciones interpersonales y eróticas.
A veces, los marcos sociales nos conducen a pensar o sentir que esta diversidad no es algo positivo: cuando nos marcan un único modelo como válido o solo nos enseñan un tipo de realidad, se puede llegar a vivenciar esa diferencia como una “desviación de lo que es normal”. Sin embargo, esta es la característica fundamental del ser humano; es la que nos hace únicos.
Lo normal es lo diverso, y es precisamente esa diferencia, lo raro de cada uno de nosotros, lo que nos atrae del resto de personas.
De la misma forma que existen tantas realidades, experiencias y vivencias como seres humanos, existirán tantas formas de cuerpos y genitales como personas. Nuestros cuerpos son irrepetibles, nuestra sexualidad también lo es.