El daño cerebral provoca con frecuencia alteraciones en la cognición que se manifiestan de modos muy diversos. La reserva cognitiva, que nos protege de este tipo de síntomas, se define como la resistencia de nuestra mente a las lesiones y al deterioro.
En este artículo examinaremos el concepto de reserva cognitiva, particularmente en el marco en que se suele utilizar de forma más habitual: la demencia. Asimismo describiremos los factores que influyen en la presencia de una mayor reserva cognitiva y la preservación de la memoria.
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Definiendo la reserva cognitiva
El concepto “reserva cognitiva” se utiliza para hacer referencia a la capacidad de resistir el deterioro cerebral sin presentar síntomas. En ocasiones, incluso si existe daño objetivo en el sistema nervioso central que justificaría un diagnóstico de demencia, en la evaluación neuropsicológica no se detecta una afectación cognitiva de la persona con deterioro.
Una vez empiezan a desarrollar enfermedades neurodegenerativas, las personas con una alta reserva cognitiva tardan más en mostrar síntomas que aquellas con una reserva menor. Estos efectos se han relacionado con la presencia de mayores habilidades cognitivas quepermiten suplir los déficits conductuales y neuropsicológicos propios de la demencia.
Sin embargo, en estos casos habitualmente los síntomas aparecen de forma brusca, en contraste con la progresión típica de este tipo de enfermedades. Esto se ha asociado al fallo conjunto de las estrategias utilizadas para afrontar el deterioro; alcanzado un cierto grado de daño cerebral la persona se vería incapaz de poner en marcha estas habilidades compensatorias.
A diferencia del término “reserva cerebral”, que enfatiza la resistencia del sistema nervioso, la reserva cognitiva se refiere más bien a la optimización de los recursos cerebrales a través de estrategias diversas que permiten que el rendimiento disminuya en menor medida ante la presencia de daño neurológico. Así, se trata de un concepto funcional, no sólo estructural.
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Reserva cognitiva y demencia
En un estudio de 1988, Katzman y sus colaboradores encontraron que algunas personas con la enfermedad de Alzheimer no mostraban síntomas de demencia, o bien estos eran muy leves en comparación con el daño neurológico que presentaban. Estas personas tenían también un mayor número de neuronas y su cerebro pesaba más de lo esperable.
Los resultados de este y otros estudios se han atribuido a la existencia de una reserva cognitiva, es decir, de un mayor número de neuronas y sinapsis antes del desarrollo de la enfermedad. Se cree que la reserva cognitiva depende del grado de estimulación física y mental de la persona; por ejemplo, la educación y el empleo reducen el riesgo de demencia.
El 25% de personas mayores en quienes no se detecta deterioro cognitivo antes de su muerte cumplen los criterios diagnósticos de la enfermedad de Alzheimer (Ince, 2001). De este modo, incluso aunque alguien presente un cuadro clínico de demencia a nivel neuroanatómico, si su reserva cognitiva es elevada es posible que los síntomas no lleguen a manifestarse.
Aunque normalmente se habla de la reserva cognitiva en relación con la demencia, en realidad se puede aplicar a cualquier alteración de las funciones cerebrales; por ejemplo, se ha encontrado que una mayor reserva previene las manifestaciones cognitivas de los traumatismos craneoencefálicos, la esquizofrenia, el trastorno bipolar o la depresión.
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Factores que previenen el deterioro
Existen distintos tipos de factores que contribuyen al incremento de la reserva cognitiva y que, por tanto, ayudan a prevenir los síntomas psicológicos de la demencia y de otros trastornos que afectan al cerebro.
Como veremos, estas variables se relacionan fundamentalmente con el nivel de actividad y de estimulación, tanto a nivel físico como mental.
1. Estimulación cognitiva
Diversos estudios han encontrado que la estimulación cognitiva continuada aumenta la reserva cognitiva cerebral. Un factor muy importante en este sentido es el nivel educativo, que se asocia con mayor conectividad y crecimiento neuronales durante toda la vida, pero especialmente en edades tempranas.
Por otra parte, las profesiones que resultan más estimulantes a nivel cognitivo también son muy beneficiosas. Estos efectos se han detectado sobre todo en los trabajos que requieren un uso complejo del lenguaje, las matemáticas y el razonamiento, y probablemente se relacionen con una menor atrofia en el hipocampo, una estructura implicada en la memoria.
2. Actividad física
Las investigaciones sobre la influencia de la actividad física en la reserva cognitiva son menos concluyentes que las que estudian la estimulación mental. Se cree que el ejercicio aeróbico puede mejorar el riego sanguíneo cerebral, así como el funcionamiento de los neurotransmisores y el crecimiento de las neuronas.
3. Ocio y tiempo libre
Este factor se relaciona con los dos anteriores, así como con la interacción social, que también estimula el funcionamiento del cerebro. Rodríguez-Álvarez y Sánchez-Rodríguez (2004) afirman que las personas ancianas que realizan más actividades de ocio muestran una reducción del 38% en la probabilidad de desarrollar síntomas de demencia.
No obstante, las investigaciones correlacionales conllevan un riesgo de inversión de la causalidad; así, podría suceder simplemente que las personas con menor deterioro cognitivo se impliquen en más actividades de ocio, y no que éstas prevengan la progresión de la demencia.
4. Bilingüismo
Según una investigación de Bialystok, Craik y Freedman (2007), las personas que utilizan al menos dos lenguas de forma muy habitual durante sus vidas tardan de media 4 años más que las monolingües en presentar síntomas de demencia, una vez empieza a deteriorarse el encéfalo.
La hipótesis que proponen estos autores es que la competición entre idiomas favorece el desarrollo de un mecanismo de control atencional. Esto no sólo explicaría los beneficios del bilingüismo para la reserva cognitiva, sino también la mejora en el funcionamiento cognitivo de los niños y adultos que dominan varios idiomas.
Referencias bibliográficas:
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Bialystok, E., Craik, E. I. & Freedman, M. (2007). Bilingualism as a protection against the onset of symptoms of dementia. Neuropsychologia, 45: 459-464.
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Ince, P. G (2001). Pathological correlates of late-onset dementia in a multicenter community-based population in England and Wales. Lancet, 357: 169–175.
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Katzman, R., Terry, R., DeTeresa, R., Brown, T., Davies, P., Fuld, P., Renbing, X. & Peck, A. (1988). Clinical, pathological, and neurochemical changes in dementia: a subgroup with preserved mental status and numerous neocortical plaques. Annals of Neurology, 23(2): 138–44.
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Rodríguez-Álvarez, M. & Sánchez-Rodríguez, J. L. (2004). Reserva cognitiva y demencia. Anales de psicología, 20: 175-186.
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Stern, Y. (2009). Cognitive Reserve. Neuropsychologia, 47(10): 2015-2028.
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