Ante el cambio, es probable que se generen distintos resultados. Y en caso de producirse en un entorno extenso y complejo, que afecta a gran número de personas, es probable que aparezcan consecuencias negativas; esta situación es la que plantea la ley de las consecuencias imprevistas.
Este pensamiento de que el cambio comporta resultados negativos es habitualmente defendido por posturas conservadoras. Pero la verdad es que las consecuencias conseguidas también pueden ser positivas, y como tales debemos considerar la posibilidad de que estos resultados beneficiosos se produzcan.
En este artículo conocerás qué se entiende por ley de las consecuencias imprevistas, qué tipos de consecuencias inesperadas existen, así como qué estrategias pueden ser útiles para disminuirla o controlarla.
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¿Qué es la Ley de las Consecuencias Imprevistas?
La ley de las consecuencias imprevistas se refiere a la falta de previsión o anticipación de los resultados o consecuencias sobre todo cuando estos surgen en un entorno extenso, es decir, uno en el que intervienen más personas. En concreto, señala que las acciones humanas tienden a generar consecuencias en las que no se había reparado, especialmente si estos comportamientos se solapan entre sí al ser emitidos por varios individuos.
Es obvio pensar que si participan o se ven afectados más sujetos será más difícil predecir las consecuencias. Ahora bien, también hay mayor tendencia a contemplar los posibles resultados negativos. De este modo, se entiende que ante una situación compleja, si algo puede ir mal irá mal.
Dado el planteamiento de esta ley, se justifica o se refuerza la idea que es mejor no arriesgarse al cambio y mantener una actitud conservadora. Pero de manera contraria, esta creencia no siempre se cumple, ya que los cambios pueden comportar progresos, pudiendo generar también consecuencias positivas.
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¿Cómo se pueden generar situaciones de consecuencias imprevistas?
Hemos visto que las situaciones que se vinculan con la ley de las consecuencias imprevistas se caracterizan por ser poco precisas y por la posibilidad de derivar en distintos resultados. Así, existen diferentes acontecimientos o situaciones donde es más probable que aparezcan consecuencias imprevistas.
Ejemplos de estas situaciones podrían ser: la imposibilidad de predecir los efectos a largo plazo que puede conllevar un cambio; no definir bien el cambio que se desea lograr; la aparición de una nueva situación que comporta modificación en el entorno; o incluso la propia resistencia a que se produzca el cambio puede derivar en consecuencias no previstas.
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Los distintos tipos de consecuencias imprevistas
Como hemos mencionado, las consecuencias imprevistas pueden ser múltiples, pudiéndose observar resultados positivos o negativos. A continuación veremos las distintas consecuencias no previstas que se han observado. En la mayoría de ocasiones se deben al resultado obtenido de la aprobación de una ley por parte del país, en situaciones donde se ve implicada mucha gente.
1. Consecuencias imprevistas positivas
Los resultados imprevistos positivos son también conocidos como serendipia. Una serendipia es un descubrimiento realizado de manera incidental sin estar buscando tal resultado; en muchas ocasiones el sujeto tenía otro propósito y dio sin buscarlo con una consecuencia imprevista positiva.
Ejemplos conocidos de serendipia que han supuesto en distintas ocasiones un gran avance para la humanidad son: la penicilina, descubierta por Alenxader Fleming (y que resultó combatir un tipo de bacterias, siendo considerada el primer antibiótico), o los rayos X, descubiertos por Wilhelm Conrad Rontgen, que actualmente permiten la realización de técnicas tan importantes como la tomografía computerizada (TAC).
Del mismo modo, aprobar el cambio no siempre genera consecuencias negativas, a veces lleva a la obtención de una situación más positiva. Por ejemplo, en un estudio realizado en Estados Unidos sobre los efectos que había comportado la legalización de la ley del aborto se observó que los países donde el aborto estaba aceptado la tasa de criminalidad disminuía. Regular una actuación en vez de prohibirla a veces es mejor decisión para conseguir consecuencias positivas.
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2. Consecuencias imprevistas negativas
Las consecuencias imprevistas negativas pueden aparecer como resultado de una acción que en primera instancia pretendía obtener consecuencias positivas, es decir, que se producía un cambio con la esperanza que la situación resultante fuera mejor. Pero como ya hemos dicho y como nos indica la propia ley de las consecuencias imprevistas, los resultados obtenidos pueden ser muy diferentes a los esperados y como tal no podemos estar seguros de qué lograremos finalmente aunque nuestra intención sea buena.
Como ejemplos de este tipo de consecuencias podemos citar la aparición de plagas, o contrariamente la desaparición de un animal que realizaba una función necesaria para nuestro ecosistema. Estos acontecimientos pueden tener buena intención, pero los efectos en los ecosistemas suele ser negativo. Esto ocurrió con la introducción de conejos que se llevó a cabo en Australia con el propósito de aumentar la caza: lo que se consiguió fue la aparición de una plaga, dado que estos se reprodujeron en exceso al tener pocos depredadores.
Otro suceso parecido, con buena intención, fue la eliminación de gorriones en China para evitar que estos se comieran las plantaciones y se redujera la transmisión de enfermedades. El resultado final fue el aumento de gusanos que devoraban el cultivo, que en primera instancia se tenían controlados porque eran alimento de los gorriones.
3. Resultados perversos
En el caso de los resultados perversos observamos que las consecuencias obtenidas son totalmente contrarias a las pretendidas. Dicho de otro modo, la intención que tenía el sujeto da lugar a un panorama completamente opuesto al esperado o deseado.
Un ejemplo de estos tipos de resultados es el aumento de la incidencia de crímenes graves como consecuencia de aumentar el castigo ante los delitos menores con la intención de disminuir la criminalidad. Los delincuentes aumentaban la gravedad de sus acciones, ya que todos los tipos de crímenes eran castigados de manera intensa.
Otra situación en la que observamos que la implementación de una ley con la intención de reducir el daño produce más daño fue la campaña para reducir el uso de automóviles impulsada por Ciudad de México y por Bogotá; contrariamente a lograr reducir el uso de los coches, los habitantes se compraron otros automóviles, en la mayoría de ocasiones más viejos y contaminantes, para poder seguir moviéndose con su transporte. El resultado fue un aumento de vehículos particulares y en consecuencia un incremento de la contaminación.
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¿Cómo evitar que se cumpla la Ley de las Consecuencias Imprevistas?
Es imposible evitar totalmente la ley de las consecuencias imprevistas, pero sí que podemos realizar algunas estrategias o ser más previsores con la intención de disminuir la probabilidad de obtener resultados negativos. Intentaremos hacer más previsibles los resultados o al menos tener en cuenta y valorar las distintas alternativas.
De este modo, te planteamos distintos consejos que te pueden ser útiles para tal finalidad.
1. Intenta pensar en los efectos a largo plazo
Es normal que cuando nos planteamos un cambio o una actuación que comporta consecuencias nos cueste visualizar los resultados que se pueden producir a largo plazo y nos centremos solo en los que se generarán de manera más reciente. Pero para disminuir el efecto de la ley de las consecuencias imprevistas debemos valorar todas las posibilidades en distintos momentos más o menos cercanos.
Una técnica que puede ser útil consiste en aplicar la regla de los 10-10-10, cuya finalidad es valorar los resultados que pueden acontecer a los 10 días, a los 10 meses y a los 10 años. Esta regla es adaptable según cuál sea la situación, así podremos alargar o disminuir el tiempo establecido.
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2. Multiplica por 4 la peor opción
Esta estrategia consiste en ponernos en la peor situación y valorar si en caso de que se diera podríamos hacerle frente. Es habitual que cuando queremos realizar un cambio nos pesen más los resultados positivos, es decir, tengamos más en cuenta las consecuencias positivas y no valoremos como es debido las negativas, intentando ignorarlas.
De este modo aumentar intensamente los resultados negativos nos ayuda a decidir si vale la pena arriesgarnos o no.
3. Intenta imaginar qué sucedería si no hicieras nada
Esta técnica señala la importancia de valorar cuán necesario es realizar inmediatamente la acción o, por el contrario, si podemos esperar. Cuando no estamos seguros si el cambio es la mejor alternativa o qué consecuencias se pueden producir, si podemos, optaremos por esperarnos un tiempo para ver cómo evoluciona la situación y si es posible alcanzar mayor seguridad antes de ejecutar la acción. Puede que lo más recomendable sea esperar.
4. Ten en cuenta y valora la posibilidad de cada alternativa
Cuando nos planteamos las distintas posibilidades que puede comportar una conducta debemos tener en cuenta no solo la gravedad sino también la posibilidad de cada uno. Es decir, sabemos que las consecuencias son imprevisibles, pero si valoramos cada una observamos que algunas son más probables que otras. Así pues, hay alternativas como por ejemplo sufrir un accidente de avión que son menos probables que tener un accidente de coche y, por tanto, debemos valorar esta diferencia.
5. Puedes remediar la decisión
Un factor que también debemos considerar es si la decisión que tomaremos puede tener solución en caso de no conseguir los resultados esperados o si las consecuencias son negativas. Si es así y puede tener remedio será menos grave o intenso el riesgo de ejecutarla.
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