Nos dan una mala noticia, nos levantamos demasiado rápido, hacemos demasiado ejercicio, sufrimos un golpe de calor o sentimos un dolor tan extremo que nos lleva a perder la conciencia. Son todas situaciones que pueden llevar a que suframos un desmayo, el cual se entiende como una pérdida de conciencia que ocurre de manera transitoria y que resulta extremadamente habitual.
A nadie o casi nadie le gusta desmayarse, dado que eso implica una sensación de malestar antes y tras la pérdida de conciencia y nos pone en una situación de vulnerabilidad; pero para algunas personas, la mera idea de que puedan llegar a hacerlo les genera un pánico intenso que les dificulta en gran medida su día a día. Se trata de la astenofobia, trastorno sobre el que vamos a hablar a lo largo de estas líneas.
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¿Qué es la astenofobia?
Se entiende por astenofobia al miedo extremo o fobia a desmayarse. Se trata de una fobia específica, la cual supone la existencia de un elevado nivel de pánico y angustia ante la presencia o la exposición de un estímulo o situación determinada.
Esta alteración está clasificada dentro del grupo de fobias a sangre-inyecciones-daño o SID. Esta problemática puede aparecer de manera única y sin que se presenten otros problemas, pero también suele estar vinculada a otras alteraciones psiquiátricas como la agorafobia, en la que se teme sufrir algún tipo de percance en situaciones en las que resulta difícil recibir auxilio (como en espacios abiertos en los que haya grandes multitudes o en los que haya muy poca gente, o en lugares cerrados y atestados como el transporte público).
Asimismo también puede estar relacionada con el trastorno por pánico. Y es que la ansiedad anticipatoria típica de este trastorno facilita síntomas que pueden asociarse al mareo y la debilidad o incluso en algunos casos a provocar desmayos.
Síntomas
Curiosamente, las fobias vinculadas a los daños y a la sangre pueden tener una respuesta fisiológica que puede llevar al desmayo o a sensaciones vinculadas a la debilitación y a la presencia de daños, algo que hace que la propia fobia favorezca la llegada de la situación generadora de pánico.
Las sensaciones físicas como sudor, mareos o sensación de debilidad son frecuentes en la ansiedad, pero también son habituales poco antes del desmayo. De este modo la propia ansiedad se retroalmenta a sí misma, algo que hace de esta problemática algo que genera mucho sufrimiento a quien lo experimenta.
Este pánico y angustia puede llegar a generar una fuerte activación fisiológica, provocando taquicardia, hiperventilación, sudores, temblores, hormigueos… e incluso crisis de ansiedad.
El miedo a que ocurra suele generar una ansiedad anticipatoria, que lleva a la persona a evitar toda aquella situación en que pueda aparecer aquello que es temido o que se encuentre vinculado a ello.
Afectación en la vida diaria
La astenofobia es una condición muy habitual en múltiples afecciones como la citada agorafobia, y puede provocar una gran afectación en las personas que lo sufren. Hay que tener en cuenta que las sensaciones de debilidad y mareo pueden llegar por múltiples motivos.
Así, el ejercicio, el calor intenso o el nerviosismo pueden llegar a despertar ansiedad en estas personas si llegan a considerar que son un riesgo o lo asocian a la posibilidad de desmayarse, especialmente si ya ha ocurrido con anterioridad. También pueden llegar a evitar las multitudes o los transportes públicos, si además padecen o acaban padeciendo agorafobia. Ello puede dificultar su tiempo de ocio o incluso provocar alteraciones en su desempeño laboral dependiendo del ámbito ocupacional en el que ejerzan.
Asimismo, problemas de salud como hipotensión, episodios febriles o que produzcan debilidad o mareos pueden ser vividos como algo traumático dado que pueden llegar a asociarse a la posibilidad de desmayarse. También el embarazo puede suponer una etapa altamente angustiante, debido a los cambios hormonales y al riesgo de que un desmayo también pueda generar daños el bebé.
Además de ello, el miedo a desmayarse hará que se eviten acciones que puedan suponer un riesgo en caso de que se perdiese la conciencia. entre ellos podemos encontrar por ejemplo conducir o manejar maquinaria pesada. También puede conducir hacia situaciones de dependencia hacia los demás, no siendo capaces de salir del hogar en soledad por miedo al desmayo.
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Posibles causas de este trastorno
No se conocen las causas exactas de esta u otras fobias, pero por lo general podemos hablar de la interacción de una gran diversidad de factores y existen numerosas teorías el respecto.
En primer lugar hay que tener en cuenta que esta fobia puede tener un sentido evolutivo: desmayarse supone perder la conciencia y quedar en un estado de vulnerabilidad que, en la naturaleza, podría significar la muerte. En este sentido podría ser un tipo de fobia para el que existe cierta predisposición heredada, dado que nos previene del daño.
Otra explicación habitual puede encontrarse en la vivencia de experiencias aversivas e incluso traumáticas que se han asociado al desmayo. Por ejemplo, haberse desmayado en público y haber recibido burlas y acoso por ello, haber sufrido o presenciado algún tipo de evento traumático en el que la inconsciencia acabó por tener repercusiones dolorosas. Incluso es posible que el suceso aversivo con el que se ha asociado el desmayo le haya ocurrido a otra persona.
También es posible que la fobia haya nacido por la adquisición de esquemas cognitivos en los que se vincula el desmayo con la debilidad. Esto es especialmente relevante en ambientes rígidos en que no se permite y se castiga la vulnerabilidad. Así, puede existir afectación a nivel de patrones educativos que se hayan recibido a lo largo de la vida.
Tratamiento
La astenofobia puede ser un problema invalidante, pero afortunadamente resulta posible tratarla desde la psicoterapia. Al igual que en el resto de fobias, la que más éxito presenta es la terapia de exposición.
Este tipo de terapia implica elaborar entre paciente y terapeuta una jerarquía de situaciones ansiógenas que puedan ordenarse según el nivel de malestar que generan, para posteriormente y empezando por las de nivel medio ir realizando una exposición a los estímulos temidos, hasta que la ansiedad baje por sí misma (o, si se usa otro procedimiento conocido como desensibilización sistemática, hasta que se consiga rebajar mediante una actividad incompatible con la ansiedad).
Poco a poco y según el sujeto consiga rebajar su nivel de ansiedad (mínimo hasta la mitad), se irá ascendiendo en la jerarquía.
En el caso de la astenofobia, puede hacerse una exposición a las situaciones evitadas por el miedo a desmayarse con el fin de reducir la afectación en el día a día. Pero también resulta recomendable, para tratarla verdaderamente, realizar una exposición interoceptiva. Esto es, exponer al sujeto a sensaciones semejantes a las que experimentaría cuando está cercano al desmayo.
También es necesario trabajar a nivel cognitivo: hay que discutir el porqué de este miedo, que implica para el sujeto o cuanto lo limita, además de reestructurar posibles sesgos y creencias desadaptativas. Puede ser de utilidad cuestionar el riesgo y la probabilidad real de desmayarse, o en el caso de que existan eventos traumáticos (una violación o un accidente de coche por ejemplo) deberá trabajarse este factor con cuidado y contribuir a reprocesar el suceso de una manera que no limite la vida del paciente.
Finalmente, puede ser de utilidad el uso de técnicas de relajación, o incluso en casos extremos podría llegar a preescribirse algún ansiolítico con el fin de poder trabajar el problema con mayor facilidad (si bien no suele ser recomendable).
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