Tanto si se produce de forma transitoria o mantenida, la respuesta fisiológica de estrés altera la memoria, provocando dificultades para retener nueva información y para recuperar recuerdos ya consolidados.
No obstante, los efectos del estrés en la memoria pueden ser algo contradictorios y difieren en función de si hablamos de estrés agudo o crónico.
Relación entre el estrés y la pérdida de memoria
Cuando las exigencias de la situación en la que nos encontramos superan nuestras capacidades físicas y/o cognitivas, nuestro organismo activa la respuesta de estrés. Ésta consiste en la liberación de glucocorticoides, las hormonas del estrés, en el torrente sanguíneo.
Los glucocorticoides provocan distintos efectos en el organismo, entre los que destacan el incremento de la frecuencia cardiaca y de la respiratoria, la reducción de la actividad gastrointestinal y la liberación de las reservas de glucosa almacenadas por tal de utilizarlas como fuente de energía.
Si su concentración es excesiva los glucocorticoides, entre los que destaca el cortisol, pueden tener un efecto negativo en las funciones del hipocampo, estructura cerebral que se asocia a la formación y recuperación de recuerdos. Esto se debe en parte a que los glucocorticoides redirigen la glucosa desde el hipocampo a los músculos cercanos.
Se han descrito dos tipos de estrés en función de su origen: el extrínseco y el intrínseco. El estrés extrínseco es provocado por factores no cognitivos, como los que provienen de una situación determinada, mientras que el intrínseco se relaciona con el nivel de desafío intelectual que requiere una tarea. Algunas personas presentan estrés intrínseco crónico.
El estrés interfiere tanto en nuestra capacidad para retener información nueva como para recuperar recuerdos y conocimientos, provocando pérdidas de memoria. Además el estrés extrínseco parece afectar al aprendizaje espacial. En los siguientes apartados describiremos de forma más detallada estos efectos.
Ley de Yerkes-Dodson: la U invertida
La ley de Yerkes-Dodson afirma que el estrés no siempre interfiere de forma negativa en la cognición, sino que un grado moderado de activación cerebral mejora la memoria y el rendimiento en tareas intelectuales. En cambio, el aumento excesivo de los niveles de estrés empeora las funciones cognitivas.
Esto da lugar al denominado “efecto de la U invertida”: si nuestro organismo responde a las demandas ambientales con respuestas leves o moderadas de estrés la eficacia de nuestra productividad se incrementa hasta que llega a un umbral (el punto ideal de activación) a partir del cual el rendimiento desciende progresivamente y se producen pérdidas de memoria.
Las respuestas de estrés demasiado intensas interfieren con la realización de tareas intelectuales porque se asocian a síntomas físicos y cognitivos como dificultades de concentración, taquicardias, sudoración, mareos o hiperventilación.
Efectos del estrés agudo o transitorio
Cuando nos encontramos en una situación de estrés nuestra atención se focaliza en los estímulos más salientes, mientras que nos fijamos en menor medida en el resto; este fenómeno es conocido como “visión en túnel” y facilita la consolidación de algunos recuerdos a la vez que interfiere con la de otros, causando pérdidas de memoria.
El estrés agudo puede tener efectos beneficiosos en algunos tipos de memoria pero sólo en determinadas condiciones. En este sentido cabe volver a mencionar la ley de Yerkes-Dodson; por otra parte, algunos estudios han mostrado que los glucocorticoides mejoran la formación de recuerdos nuevos pero empeoran la recuperación de otros ya existentes.
Además se recuerdan mejor los estímulos emocionalmente relevantes si la respuesta de estrés se ha producido con anterioridad, si la recuperación de la información se lleva a cabo poco después de la codificación y si la situación de recuerdo es similar a la de aprendizaje.
Otras investigaciones sugieren que, bajo condiciones de estrés, aprendemos y recordamos en mayor medida informaciones y situaciones que nos provocan malestar emocional. Este hecho se asocia al efecto de congruencia del estado de ánimo descrito por Gordon H. Bower, que describe resultados similares en relación a la depresión.
Consecuencias del estrés crónico
La respuesta de estrés no sólo comporta cambios en la memoria en el momento en que se produce sino que si se mantiene de forma crónica puede provocar daños a largo plazo en el cerebro. Dado que el organismo consume muchos recursos y reservas en la activación de estos procesos fisiológicos, el estrés crónico resulta notablemente más perjudicial que el agudo.
Tras las situaciones de estrés agudo o transitorio nuestro cuerpo recupera la homeostasis, es decir, el equilibrio fisiológico; en cambio, el estrés crónico impide que el organismo vuelva a alcanzar la homeostasis. Por tanto, si el estrés se mantiene desequilibra las respuestas del organismo.
Desde un punto de vista fisiológico, esto facilita que aparezcan síntomas como dolores abdominales, de espalda y de cabeza, dificultades crónicas para concentrarse y para conciliar o mantener el sueño, crisis de angustia, etc. Además el estrés continuado se asocia al aislamiento social, a la depresión y al desarrollo de enfermedades cardiovasculares.
En cuanto a la pérdida de memoria, el estrés crónico incrementa el riesgo de sufrir demencia en personas de edad avanzada. Estos efectos probablemente se relacionan con la actividad de los glucocorticoides en el hipocampo y en otras regiones del cerebro de las que dependen la memoria y la cognición en general.
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