Depresión maníaca: este concepto, apenas utilizado hoy en día, hace referencia a uno de los trastornos del estado del ánimo más comunes y conocidos después de la depresión.
Se trata de una de las antiguas denominaciones que tiene el actualmente conocido como trastorno bipolar. Aunque para algunos esta denominación pueda tener connotaciones incluso románticas, lo cierto es que se trata de un trastorno que genera un elevado sufrimiento y que puede provocar graves alteraciones en la vida diaria de quien lo padece, siendo imprescindible su tratamiento.
En este artículo veremos qué es la depresión maníaca, qué causas se le atribuyen y algunos de los principales tratamientos aplicados.
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¿Qué es la depresión maníaca?
La depresión maníaca, la psicosis maníaco-depresiva o el trastorno bipolar. Estas distintas denominaciones han surgido en contextos históricos diferentes en los que también prevalecían orientaciones y corrientes de pensamiento distintas, si bien en la práctica hacen referencia al mismo trastorno.
Concretamente, en todos los casos se está haciendo referencia a un trastorno mental categorizado dentro de los trastornos del estado del ánimo y que se caracteriza por la presencia de uno o más episodios de manía y/o hipomanía en alternancia o en ausencia de episodios depresivos.
Así, en este trastorno el estado de ánimo puede pasar de episodio de máxima exaltación y aumento de la actividad y la energía a un estado de profunda tristeza, desesperanza y pasividad. Dicha fluctuación puede darse seguida o separada por un período asintomático, y el paso de uno a otro polo puede darse en cortos períodos de tiempo.
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Tipos de trastorno bipolar o depresión maníaca
Existen dos tipos básicos de trastorno bipolar: en el tipo 1 se presenta como mínimo un episodio maníaco o mixto, que puede producirse venir precedido o seguido por un episodio depresivo mayor. Sin embargo esto último no es imprescindible para el diagnóstico. En lo que respecta al trastorno bipolar tipo 2, se exige para su diagnóstico la presencia de uno o más episodios depresivos mayores junto con al menos un episodio hipomaníaco, sin que se dé en ningún caso un episodio maníaco o mixto.
En los episodios maníacos aparece un estado de ánimo expansivo, eufórico o incluso irritable en que se da un gran nivel de agitación y actividad durante casi todo el día durante al menos una semana. En este estado suele aparecer sensación de grandiosidad (pudiendo llegar al delirio), logorrea, fuga de ideas o sensación de que se pierde el hilo del pensamiento, taquipsiquia, distraibilidad, desinhibición, agresividad, alucinaciones y tendencia al riesgo y a no valorar las consecuencias de los propios actos. Los síntomas hipomaníacos son semejantes, pero no tienen tanta gravedad, no pueden darse síntomas como alucinaciones y delirios y se dan durante al menos cuatro días.
En los episodios depresivos se da un estado de ánimo bajo y/o pérdida de interés y de la capacidad de sentir placer junto a otros síntomas como desesperanza, falta de energía y pasividad, alteraciones de la alimentación y el sueño, fatiga o pensamientos de muerte o suicidio durante al menos dos semanas.
Efectos de los síntomas
Los síntomas antes referidos, se alternen o no episodios maníacos y depresivos, generan una gran cantidad de repercusiones en el sujeto que pueden alterar y limitar una gran variedad de elementos y dominios vitales.
A nivel académico y laboral la existencia de episodios puede afectar a la capacidad de elaborar y seguir planes, disminuir el rendimiento o generar conductas conflictivas o improductivas, así como disminuir la capacidad de concentración del sujeto. También es posible que tenga dificultades a la hora de valorar aspectos como el valor y uso del dinero debido a la extrema impulsividad que puede llegar a presentarse.
La esfera social también puede verse afectada. En fase maníaca el sujeto puede mostrar una sexualidad desinhibida y/o ser irritable e incluso agresivo, presentar delirios de grandeza y conductas antisociales, a la par que en fases depresivas es posible que pierda el interés por relacionarse.
En cualquier caso uno de los aspectos con los que mayor cuidado debe tenerse es con la posibilidad de suicidio. De hecho, la depresión maníaca es uno de los trastornos mentales en los que se presenta un mayor riesgo de suicidio.
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Posibles causas
Si bien el origen de la depresión maníaca no está totalmente claro, las explicaciones propuestas parten por lo general de factores de origen biológico muy semejantes a los de la depresión. Se propone la existencia de desequilibrios en la síntesis y recaptación de neurotransmisores.
Concretamente se ha observado que los niveles de noradrenalina disminuyen durante los episodios depresivos y aumenta en los maníacos. Ocurre lo mismo con la dopamina. En lo que respecta a la serotonina se encuentra en proporciones más bajas de lo habitual en ambos tipos de episodios.
Estructuras como la amígdala se encuentran alteradas, y también se observa una hipoperfusión en diferentes áreas cerebrales en los distintos tipos de episodios (llega menos sangre de la que debería al frontotemporal en manía y al prefrontal izquierdo en la depresión). Asimismo, se ha propuesto que la sintomatología bipolar o maníaco-depresiva puede estar relacionada con problemas en el transporte de la señal nerviosa.
El ambiente también participa en su génesis, desestabilizando los acontecimientos estresantes el ritmo biológico. Además, también se propone al igual que en la depresión la existencia e influencia de distorsiones cognitivas que generan esquemas disfuncionales. La tríada cognitiva de pensamientos respecto a uno mismo, el mundo y el propio futuro oscilaría entre los pensamientos negativos depresógenos y otros expansivos y glorificados.
Tratamientos
El tratamiento de la depresión maníaca o trastorno bipolar exige un enfoque multidisciplinar. El principal objetivo del tratamiento es conseguir mantener estable el ánimo. Para ello a nivel farmacológico se usan estabilizadores del ánimo, siendo el principal de ellos las sales de litio. Esta sustancia tiene un mecanismo de acción poco conocido pero por norma general de gran eficacia, basado en su modulación de la transmisión sináptica. Una vez estabilizado el sujeto es necesario establecer una dosis de mantenimiento que permite prevenir nuevas crisis.
Sin embargo el tratamiento farmacológico puede conllevar efectos secundarios molestos. Es por ello necesario aplicar estrategias como la psicoeducación de cara favorecer la adherencia. También se puede enseñar estrategias de autoevaluación del estado y los síntomas que pueden avisar de la llegada de una crisis y evitar que estas se produzcan.
El trabajo con el entorno también es esencial, de cara a que los familiares del afectado conozcan el porqué de determinadas actitudes y conductas, se resuelvan problemas relacionales y puedan contribuir a ayudar al afectado y que sepan identificar posibles síntomas. El sujeto con depresión maníaca puede beneficiarse de otros tratamientos psicológicos empleados en la depresión, como la terapia cognitiva de Beck.
Asimismo, existe la terapia interpersonal y del ritmo social como un tratamiento basado en la regulación de los biorritmos y las relaciones personales que puede resultar de ayuda para los sujetos con este trastorno.
En algunos casos especialmente graves, y especialmente en los casos en que existen síntomas maníacos severos, síntomas psicóticos o riesgo de suicidio inminente, se ha aplicado con éxito la terapia electroconvulsiva (que en la actualidad se aplica de forma controlada, con sedación y monitorización).
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Referencias bibliográficas:
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- Welch, C.A. (2016). Electroconvulsive therapy. In: Stern TA, Fava M, Wilens TE, Rosenbaum JF, eds. Massachusetts General Hospital Comprehensive Clinical Psychiatry. 2nd ed. Philadelphia, PA: Elsevier
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