Con la popularización del uso de la electricidad en el siglo XIX aparecieron un gran número de aplicaciones de este fenómeno. Una de ellas fue el tratamiento de enfermedades físicas y mentales mediante el electroshock; no obstante, la terapia electroconvulsiva como tal no surgió hasta la primera mitad del siglo pasado.
A pesar de su mala fama, la terapia electroconvulsiva o electroshock tiene varias aplicaciones que han sido validadas por la investigación científica. Aunque a día de hoy sigue conllevando algunos efectos secundarios y riesgos, estos son mucho menos graves de lo que se suele creer.
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¿En qué consiste la terapia electroconvulsiva?
La terapia de electroshock consiste en aplicar corrientes eléctricas de baja intensidad en el cerebro con el objetivo de provocar una convulsión leve. Esto a su vez produce cambios químicos en el sistema nervioso central, lo cual puede aliviar los síntomas de determinados trastornos psicológicos.
No se conoce exactamente cuál es el mecanismo de acción de la terapia electroconvulsiva, si bien se cree que a corto plazo tiene un efecto anticonvulsivo en los lóbulos frontales y a largo plazo favorece el riego sanguíneo y el metabolismo en los lóbulos temporales. Además parece aumentar el volumen del hipocampo.
Este tipo de intervención se lleva a cabo bajo los efectos de anestesia y sedantes musculares; además suelen utilizarse protectores bucales para evitar daños en la lengua y en los dientes. Se colocan pequeños electrodos en uno de los lados de la cabeza o bien en ambos; a través de ellos se recibirán las descargas.
Las convulsiones inducidas mediante el equipo de electroshock duran normalmente menos de un minuto. Aunque la persona sigue inconsciente y físicamente relajada, la actividad electroencefalográfica se dispara durante este periodo; posteriormente el cerebro recupera su función normal.
Las intervenciones mediante terapia electroconvulsiva constan de varias sesiones, generalmente entre 6 y 12, que se reparten en un periodo de 3 o 4 semanas, de modo que se deja que pase al menos un par de días entre cada aplicación del electroshock. El tratamiento se adapta en función del trastorno concreto y de la gravedad de los síntomas.
Aplicaciones de este tratamiento
La terapia electroconvulsiva se utiliza normalmente en pacientes con síntomas graves que no responden otros tratamientos, si bien no funciona en todos los casos. Por el momento la investigación ha confirmado la eficacia del electroshock en los siguientes trastornos.
1. Depresión mayor
En el caso de la depresión, el electroshock se usa sobre todo cuando hay síntomas psicóticos o riesgo de suicidio inminente, en especial si se han aplicado otros tratamientos y no se han obtenido resultados.
Se considera que esta terapia es útil en el manejo de la depresión psicógena, pero también de la que aparece como consecuencia de alteraciones biológicas, como pueden ser la enfermedad de Parkinson, la corea de Huntington o la esclerosis múltiple.
La terapia electroconvulsiva tiene un índice de éxito del 50% en este tipo de casos. Los episodios depresivos en el contexto del trastorno bipolar muestran una respuesta similar al electroshock.
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2. Trastorno bipolar
El electroshock es un tratamiento de segunda línea para el trastorno bipolar, tanto en el caso de los episodios depresivos como en el de los de manía, que se caracterizan por un estado prolongado de euforia y activación excesivas. Se aplica particularmente en pacientes bipolares que presentan episodios maníacos de larga duración.
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3. Catatonia
La catatonia es un estado de inmovilidad o desorganización motora que cursa con una disminución de la reactividad a estímulos ambientales. Se produce normalmente en el contexto de la esquizofrenia, aunque también puede darse en la depresión, el trastorno de estrés postraumático o a causa de afectaciones físicas, como la sobredosis de sustancias.
Cuando la catatonia es severa y pone en riesgo la vida de la persona, principalmente por inanición, la terapia electroconvulsiva es considerada el tratamiento de elección. No obstante parece que estos efectos tienen una duración breve, por lo que es necesario combinar el electroshock con otros tratamientos a largo plazo.
4. Esquizofrenia
En ocasiones se aplica la terapia electroconvulsiva en pacientes esquizofrénicos que no responden al tratamiento por fármacos antipsicóticos. Como hemos visto, es especialmente eficaz en los casos de esquizofrenia catatónica, uno de los subtipos más habituales de este trastorno.
Efectos secundarios y riesgos del electroshock
En sus inicios el electroshock se aplicaba sin anestesia y las descargas eléctricas solían ser innecesariamente intensas. Esto hacía que los tratamientos primitivos provocaran efectos secundarios muy serios, entre los cuales los más comunes y llamativos eran la pérdida de memoria y la fractura de dientes y vértebras.
Hoy en día se considera al electroshock un tratamiento seguro. Es cierto que en ocasiones se dan confusión y amnesia retrógrada justo después de la aplicación de descargas, pero la orientación se recupera tras unos días, como máximo, y la pérdida de memoria raramente se mantiene después de uno o dos meses de la finalización del tratamiento.
Durante las semanas de tratamiento es habitual que aparezcan dolores de cabeza, músculos y mandíbulas, así como náuseas. Estos síntomas remiten con el uso de medicamentos ordinarios. En general, los riesgos y los efectos secundarios del electroshock no son mayores que los de cualquier otro procedimiento que implique el uso de anestesia.
Uno de los aspectos más llamativos de la terapia electroconvulsiva es que no se le han descrito contraindicaciones; por ejemplo, es el tratamiento de elección para tratar la depresión severa y resistente a la psicoterapia en embarazadas, ya que no conlleva ningún riesgo para el feto, a diferencia de la mayoría de medicamentos.