Aunque parezca mentira, lo cierto es que los síntomas de la depresión a menudo se confunden con la pereza. Querer estar tumbado en la cama sin hacer nada, procrastinar tareas, sentir apatía hacia actividades que anteriormente nos motivaban… ¿Cómo distinguir, pues, la depresión de la pereza?
Para empezar, la depresión es un trastorno de salud mental que nada tiene que ver con ser o no perezoso, por lo que es de suma importancia distinguir entre ambas. Sí es cierto que, como hemos comentado, existen ciertos síntomas que pueden confundirse, pues tanto en un caso como en otro se ve afectada la motivación, la energía y la calidad de las tareas realizadas. Así, a veces una persona de naturaleza perezosa es etiquetada como “depresiva”, mientras que una persona que está padeciendo depresión se la puede tachar de extremadamente perezosa.
Los efectos negativos de confundir pereza con depresión
Un diagnóstico erróneo conlleva una serie de efectos negativos, tales como un tratamiento incorrecto que no hace más que empeorar la situación de la persona que sufre depresión, además de una serie de gastos que no conducen a ninguna parte. En este artículo abordamos las diferencias entre depresión y pereza y los perjuicios de confundirlas, con el objetivo de distinguir correctamente entre ambas.
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¿En qué se diferencian la pereza y la depresión?
Para poder observar las consecuencias negativas de confundir ambas condiciones, es imprescindible conocer cada caso por separado. Veamos en qué consisten sus diferencias.
La depresión, como ya hemos dicho, es un trastorno mental y, por tanto, afecta al bienestar mental y emocional de las personas. Las personas que son perezosas, en cambio, no se sienten motivadas por una serie de elementos que escapan a su control.
En general, la depresión, como trastorno de la salud mental, viene acompañada por una serie de síntomas claros, tales como una elevada susceptibilidad, alteraciones de sueño (insomnio o hipersomnia), uso excesivo de dispositivos (con el objetivo de aislarse socialmente), evitación, cansancio elevado, pérdida de facultades como la concentración o la memoria, libido muy baja, falta de higiene y de interés por actividades que antaño eran atractivas para la persona, etc.
La pereza, en cambio, no presenta casi ninguno de estos síntomas, puesto que es una condición absolutamente situacional.
En otras palabras, puede haber días en que sientas que la pereza te puede, pero en cambio existen otros en que te sientes cargado de energía y de ganas de hacer cosas. Los días en que te sientes perezoso pueden ser, simplemente, una reacción normal de tu cuerpo, que te pide descanso tras unas jornadas de trabajo intenso. Nada fuera de lo normal.
La depresión, sin embargo, es otra cosa. Para empezar, no es situacional, ya que puede alargarse durante semanas, meses o incluso años en los casos más graves. A diferencia de la pereza, su duración no dependerá de cuánto descanso le des a tu cuerpo, puesto que la depresión persistirá tras largos periodos de sueño o “relax”.
Otra característica importante para distinguir ambas situaciones es la sensación de “oscuridad” que experimenta la persona depresiva, mientras que en el caso de la pereza es algo que se vive como pasajero y ocasional. De esta forma, mientras que una persona que se siente perezosa descansará sin más para recargar energía, una persona con depresión se siente incapaz de levantarse de la cama, aún cuando haya dormido o descansado el tiempo suficiente. La depresión, por decirlo de alguna manera, se le “engancha” al cuerpo y al alma.
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¿Cómo distinguir entonces depresión de pereza?
Si crees que puedes estar pasando por una depresión, es de vital importancia que consultes a un profesional. Solo una persona especialista en salud mental podrá darte un diagnóstico adecuado. Aquí te dejamos dos síntomas de la depresión que pueden ayudarte en el discernimiento entre ambas situaciones:
1. Diferencias notables en algunos aspectos de tu vida
Si experimentas cambios notables en tus niveles de energía o en tus pensamientos y conductas, ponte sobre aviso, especialmente si notas que ya no sientes el mismo placer que antes en la realización de ciertas actividades.
2. Dificultad a la hora de llevar a cabo tus tareas y responsabilidades
Si ves que te cuesta o te sientes incapaz de llevar a cabo tus tareas, que en otros momentos no te suponían ningún obstáculo, consulta a un profesional, especialmente si se trata de tareas básicas como tu higiene personal o trabajos cotidianos como hacerte el desayuno o lavarte la ropa.
¿Cuáles son los efectos negativos de confundir pereza con depresión?
Ya hemos comentado que son muchos los síntomas de la depresión que pueden confundirse con la pereza. Se ha demostrado que un alto porcentaje de personas con depresión (más del 90%) sienten cansancio y fatiga, factores que también pueden surgir en momentos de pereza.
La pereza no es algo vinculado a un problema mental y, por tanto, no tiene nada que ver con la depresión. Esto es muy importante, puesto que debemos evitar confundir ambas situaciones; no son pocos los niños y adolescentes que son tachados de “vagos” cuando lo que en realidad están experimentando es un episodio depresivo.
Por tanto, uno de los efectos negativos de confundir pereza con depresión es una “etiquetación” incorrecta, que conlleva dificultades para obtener un diagnóstico adecuado y, por tanto, un tratamiento acorde. Cuanto más tardemos en tratar profesionalmente a alguien deprimido, más le costará salir de su depresión. En casos graves, su estado puede empeorar considerablemente y conducir a situaciones sin salida, como una discapacidad permanente o la muerte.
Hay que tener en cuenta también el impacto que supone para las emociones del paciente y de sus allegados confundir una situación con otra, puesto que un diagnóstico equivocado puede producir estrés, ligado con la sensación de inquietud e incertidumbre.
Javier Ares Arranz
Javier Ares Arranz
Psicólogo especialista en Depresión, Ansiedad y Pareja.
Por tanto, es necesario que los profesionales de la salud mental sepan distinguir claramente entre la pereza y la depresión, con el objetivo de tratar adecuadamente a los pacientes. Por otro lado, en el caso de los afectados y de sus familias, la responsabilidad recae en proporcionar los datos correctos de sus síntomas y actualizarlos cuando sea necesario.