Conocemos como “epilepsia” a un conjunto de trastornos del sistema nervioso que se caracteriza por la predisposición a sufrir episodios de actividad eléctrica cerebral anormal que provocan convulsiones y otros síntomas. En ocasiones aparecen también otras alteraciones cerebrales asociadas a la epilepsia, como retraso en el desarrollo cognitivo.
En este artículo describiremos las causas, los síntomas y el tratamiento de la epilepsia focal o parcial, el subtipo más frecuente de esta enfermedad, que se define por la alteración de la actividad eléctrica en regiones limitadas del cerebro.
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¿Qué es la epilepsia focal?
Los distintos tipos de epilepsia se diferencian entre ellos por distintas dimensiones clínicas. Una de las más relevantes es el grado de generalización de la disfunción electroquímica desde un punto de vista cerebral; en este sentido la divergencia fundamental es la que se da entre la epilepsia focal o parcial y la epilepsia generalizada.
Hablamos de epilepsia parcial cuando se da un predominio claro de las crisis parciales. Esto significa que los episodios de disfunción de la actividad cerebral, causa de las convulsiones, empiezan en un área concreta del cerebro, si bien posteriormente puede extenderse a todo este órgano. Cuando se produce este fenómeno hablamos de “generalización secundaria”.
Por contra, las crisis epilépticas generalizadas o de “gran mal” afectan a todo el cerebro, o a gran parte de éste, desde el momento en que se inician. La epilepsia de tipo generalizado se asocia en mayor medida que la focal a la aparición del aura epiléptica, un conjunto de pródromos que incluyen alteraciones en la percepción sensorial o confusión psicológica.
En la literatura podemos encontrar también referencias a la afectación de uno de los hemisferios o a ambos al distinguir entre la epilepsia focal y la generalizada. La pérdida de conciencia y el aura epiléptica son más característicos de las crisis generalizadas, si bien también pueden darse en las parciales, sobre todo si afectan a una región cerebral amplia.
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Síntomas de las crisis parciales
En ocasiones las crisis epilépticas focales afectan al nivel de alerta, a la conciencia y a la memoria, pudiendo influir también en el comportamiento observable. En estos casos hablamos de crisis focales o parciales complejas, mientras que si no hay alteraciones en la memoria y se mantiene la conciencia son consideradas crisis focales simples.
Otra diferencia relevante es que el aura epiléptica es más frecuente en las crisis complejas que en las simples. Los síntomas y signos de la epilepsia focal también pueden variar en gran medida en función de las regiones del cerebro que se vean afectadas.
Los fenómenos asociados a las crisis parciales de forma más habitual son los siguientes:
- Aparición súbita de emociones intensas
- Sensación de náusea
- Sensación de moverse o de caer al suelo, percepción distorsionada del espacio
- Alteraciones sensoriales y alucinaciones olfativas, auditivas, táctiles, gustativas y visuales
- Fenómenos disociativos: despersonalización y desrealización
- Contracciones musculares anormales
- Automatismos conductuales, por ejemplo caminar o masticar
- Movimientos laterales de los ojos, dilatación pupilar
- Aumento de la frecuencia cardiaca
- Sudoración
- Dolor y molestias abdominales
- Dificultad para o incapacidad de hablar
Además los síntomas dependen de los lóbulos cerebrales afectados. Si la crisis se da en el lóbulo frontal pueden aparecer movimientos extraños y dificultades para hablar; si en el temporal, miedo, automatismos y déjà vu; si en el parietal, sensaciones táctiles y distorsiones en la percepción; y si se dan en el occipital, disfunciones y sensaciones en los ojos.
Como hemos dicho con anterioridad, algunas crisis parciales se extienden al resto del cerebro tras iniciarse en una región específica de éste; es este último aspecto lo que les da la consideración de focales. El tamaño del área cerebral afectada por la alteración eléctrica influye en el grado de significación de los síntomas.
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Causas de este tipo de epilepsia
La epilepsia parcial es el tipo más frecuente de esta enfermedad. Es especialmente común en personas de edad avanzada (alrededor de los 65 años o mayores), y la presencia de trastornos cerebrovasculares o de tumores cerebrales es un factor de riesgo muy relevante.
Es habitual que la epilepsia focal, sobre todo cuando se inicia en la edad adulta, aparezca como consecuencia de distintos factores que lesionan el cerebro. Entre estos destacan los accidentes cerebrovasculares isquémicos, los traumatismos craneoencefálicos, los tumores y las infecciones cerebrales. En otros casos la causa de la epilepsia focal es desconocida.
En niños es más común que la causa no se produzca como consecuencia de factores como estos, sino que sea de carácter primario; en estos casos hablamos de “epilepsia idiopática”. Cabe mencionar la existencia de la epilepsia focal benigna infantil, que se caracteriza por la presencia de crisis focales, por su relativa levedad y por desaparecer durante la adolescencia.
Tratamiento de esta alteración
Generalmente la epilepsia, tanto la de tipo focal como la generalizada, se maneja mediante tratamientos farmacológicos. Los medicamentos antiepilépticos más habituales incluyen la gabapentina, la lamotrigina, el topiramato, el valproato y la oxcarbazepina. También puede ser muy útil la adopción de una dieta cetogénica (baja en hidratos de carbono y rica en proteínas).
En lgunos casos graves de epilepsia focal puede ser recomendable llevar a cabo una intervención quirúrgica para prevenir riesgos mayores o disminuir la interferencia en la vida. Este tipo de cirugía consiste en extirpar la parte del cerebro a la que se asocia la epilepsia de modo que desaparezcan los episodios de disregulación de la actividad eléctrica cerebral.
Sin embargo, la variabilidad de los tratamientos es elevada; cuando su manifestación es particularmente benigna, los trastornos del espectro de la epilepsia pueden no tener consecuencias significativas ni requerir ningún tipo de tratamiento.