Epilepsia infantil: tipos, síntomas, causas y tratamiento

¿Qué es la epilepsia infantil y cuáles son sus síntomas típicos? Repasemos sus características.

Epilepsia infantil
Veamos qué es la epilepsia infantil y qué se puede hacer para tratarla.Unsplash.

La epilepsia infantil es un trastorno neurológico que provoca un mal funcionamiento de la actividad neuronal del cerebro. Esta enfermedad destaca por las crisis epilépticas que provoca en el niño, dando lugar a fuertes convulsiones que afectan a los músculos en una o varias zonas del cuerpo y que, en ocasiones, producen la pérdida del conocimiento y golpes por caídas.

A continuación, te explicamos en qué consiste la epilepsia infantil, qué tipos de crisis epilépticas existen y cuáles son sus síntomas, así como las causas y el tratamiento disponible.

¿Qué es la epilepsia infantil?

La epilepsia infantil es una enfermedad del sistema nervioso que se caracteriza por una descarga anormal de impulsos eléctricos en determinadas áreas del cerebro y la corteza cerebral. Los niños que sufren este trastorno crónico presentan ataques o convulsiones recurrentes, denominadas crisis epilépticas.

Esta enfermedad suele manifestarse de diversas formas, en función de la estructura cerebral afectada y de la región donde se origina la crisis epiléptica. Estas crisis pueden ser simples, sin que el niño pierda la conciencia, o complejas, en las que sí se produce una pérdida de conciencia. Las convulsiones pueden ser cortas y durar apenas unos segundos, o pueden alargarse y durar varios minutos.

Los efectos de la epilepsia infantil en el niño y su entorno varían también dependiendo de factores como la edad, los tipos de convulsiones, la respuesta del niño al tratamiento o si existen otros problemas de salud concomitantes.

La incidencia de la epilepsia infantil se estima entre 40 y 100 casos por cada 100.000 niños y niñas, y afecta a más de 10 millones de niños en todo el mundo. El 40% del total de casos nuevos son detectados en menores de 15 años.

Tipos de crisis epilépticas (y sus síntomas)

Las crisis epilépticas que ocurren en una enfermedad como la epilepsia infantil pueden clasificarse en dos grandes grupos: las que cursan con crisis focales o parciales y las que provocan crisis generalizadas. Dentro de cada categoría, se han descrito hasta 30 tipos de crisis epilépticas.

Focales o parciales

En torno al 60% de las epilepsias infantiles cursan con crisis focales o parciales. Éstas se originan en un solo lado del cerebro y se describen en función del área cerebral en el que se originan (p. ej. del lóbulo frontal o de lóbulo temporal medial). Su duración oscila entre 1 y 2 minutos.

Durante este tipo de crisis, el niño no pierde la conciencia y puede tener sensaciones extrañas, como recuerdos intensos, que pueden expresarse de distintas formas. Los síntomas motores incluyen diversos automatismos, parpadeos, tics, movimientos de la boca, etc. El niño también puede experimentar emociones intensas (de alegría, ira, tristeza, etc.) y alteraciones sensoperceptivas.

En las crisis focales puede haber cierta alteración del nivel de conciencia, lo que genera en el paciente una sensación de estar como en una nube o en un sueño. En algunos casos, los niños siente un “aura” o pródromo, una sensación que les permite anticipar la ocurrencia de una crisis epiléptica inminente.

Los síntomas característicos de las crisis focales pueden confundir a los clínicos y malinterpretarse como signos de otras enfermedades, como la narcolepsia, los desmayos o, incluso, algunas enfermedades mentales. Por eso se requiere realizar un buen diagnóstico diferencial y la aplicación de distintas pruebas.

Generalizadas

En las crisis epilépticas generalizadas, las descargas eléctricas anormales se producen en ambos lados del cerebro. Este tipo de crisis pueden provocar la pérdida de la conciencia, lo que da lugar a caídas y espasmos musculares generalizados. Existen distintos tipos:

  • Crisis de ausencia: el niño parece tener la mirada perdida y fija en un punto concreto. Puede haber presencia de espasmos musculares leves. Provoca problemas de atención y concentración en el niño.
  • Crisis clónicas: provocan movimientos bruscos repetitivos en ambos lados del cuerpo.
  • Crisis tónicas: producen rigidez muscular, sobre todo en la espalda, los brazos y las piernas.
  • Crisis mioclónicas: causan movimientos bruscos de sacudida en la parte superior del cuerpo, principalmente en los brazos y las piernas (y en ocasiones en todo el cuerpo). Su duración es muy breve, de apenas unos segundos.
  • Crisis tónico-clónicas: provocan una mezcla de los síntomas que generan las crisis tónicas y las clónicas, como rigidez muscular y movimientos bruscos en brazos y piernas. Son las crisis más graves.
  • Crisis atónicas: generan una gran hipotonía (disminución del tono muscular), provocando que el niño se caiga repentinamente o golpee su cabeza al caer por su propio peso.

Causas

Las causas más comunes de la epilepsia infantil pueden ser de tipo genético y hereditario, por traumatismos, anomalías del desarrollo cerebral, infecciones y enfermedades, trastornos metabólicos, tumores y otros problemas. En realidad, cualquier fenómeno que interrumpa un patrón normal de actividad cerebral puede causar epilepsia.

Los factores genéticos, como las mutaciones, desempeñan un rol importante en algunos tipos de epilepsia que tienen un fuerte componente hereditario. En algunos casos, las alteraciones en los genes pueden ocurrir de forma espontánea y sin que existan antecedentes familiares. Por ejemplo, se han descrito mutaciones que afectan a los canales iónicos, como las del gen SCN1A, responsable de las crisis epilépticas que se dan en la epilepsia mioclónica grave de la infancia o síndrome de Dravet.

El daño cerebral también puede ser un factor determinante en la aparición de la epilepsia infantil. Éste puede originarse en distintas etapas del crecimiento: durante el embarazo, en la primera infancia o la adolescencia. Las malformaciones en los vasos sanguíneos y las enfermedades cerebrovasculares pueden ser, igualmente, factores responsables de producir un trastorno epiléptico.

Otras enfermedades como la parálisis cerebral o los trastornos metabólicos como la fenilcetonuria pueden estar relacionados con la epilepsia infantil. Se cree que un 20% de las crisis epilépticas tienen su origen en trastornos del desarrollo neurológico y las más comunes suelen producirse en niños con trastornos del espectro autista y deficiencia intelectual grave.

Tratamiento

Para tratar una epilepsia infantil se utilizan dosis de fármacos antiepilépticos que suelen administrarse en función del tipo de epilepsia, la edad y el peso del niño afectado, repartidas en dos o tres tomas diarias. El neurólogo se encarga de llevar un seguimiento del tratamiento farmacológico, teniendo en cuenta los posibles efectos secundarios y las interacciones con otros medicamentos. Un diagnóstico correcto es también esencial.

La mayor parte de los tratamientos con un solo fármaco (conocido como monoterapia) son eficaces para reducir y eliminar la incidencia de las crisis epilépticas, sin que haya efectos indeseados significativos. Con todo, se suelen realizar controles periódicos con pruebas como la electroencefalografía, para recoger datos sobre el funcionamiento de la actividad cerebral; y los análisis de sangre, para valorar la tolerancia y los niveles del fármaco en el plasma sanguíneo.

En ocasiones, un número reducido de epilepsias pueden resultar difíciles de controlar y es necesario introducir varios fármacos a la vez, con el consecuente aumento del riesgo por interacciones y efectos secundarios. En los casos en los que el tratamiento farmacológico no funciona y el niño es resistente a sus efectos, se puede plantear la cirugía como alternativa.

La intervención quirúrgica se plantea teniendo en cuenta el área del cerebro donde se originan las crisis (foco epiléptico). Se puede realizar una extirpación de dicha zona; seccionar varias áreas cerebrales para que las crisis no se extiendan; se puede llevar a cabo una callosotomía, que implica seccionar la red de conexiones neuronales entre hemisferios; o realizar una hemisferectomía, en la que se retira la mitad de la corteza o hemisferio cerebral, una técnica drástica y utilizada solo como último recurso.

Referencias bibliográficas:

  • Cerdá, J. M., Argani, M. T., Llerda, J. M., González, F. L., Puig, X. S., & Rieger, J. S. (2016). Guía oficial de la Sociedad Española de Neurología de práctica clínica en epilepsia. Neurología, 31(2), 121 - 129.
  • Travé, T. D., Petri, M. E. Y., & Victoriano, F. G. (2007). Estudio descriptivo de la epilepsia infantil. Revista de neurología, 44(12), 720 - 724.

Psicólogo Sanitario

Psicólogo sanitario por la Universidad del País Vasco y especialista en Neuropsicología. Experto en rehabilitación cognitiva y neuroterapias como biofeedback, neurofeedback y realidad virtual. Redactor de contenidos online sobre psicología y neurociencias.

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