Según la Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia (ACAB), un 11% de los jóvenes españoles está en riesgo de sufrir algún tipo de trastorno alimentario. Se trata de un problema de salud que afecta de forma especial a las chicas, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
A esto hay que añadirle otro factor que entra dentro del problema: los contenidos de Internet que animar a seguir con dinámicas alimentarias dañinas o patológicas.
Los trastornos alimentarios y su huella en Internet
En el informe anual que realizó la ACAB en colaboración con la Agencia de Calidad de Internet (IQUA) que analiza el aumento de contenidos en Internet relacionados graves trastornos alimentarios, se refleja que el grupo más propenso a sufrir estas enfermedades son las mujeres jóvenes y adolescentes (en una edad comprendida entre los 12 y 24 años). Además, se estima que existe una elevada vulnerabilidad entre aquellas personas que visitan estas páginas web, ya que en la mayoría de los casos (un 75%) se trata de menores de edad.
En síntesis, el mal uso de las redes sociales y su relación con los trastornos alimentarios son un problema que afecta especialmente a las jóvenes menores de edad con una prevalencia preocupante.
'Hashtags' patológicos
En un estudio de la Agencia de Calidad de Internet (IQUA) realizado en 2010 para la Fundación Imagen y Autoestima se desveló que existían cerca de 2.500.000 de publicaciones etiquetadas con el hashtag #anorexia y casi 4.000.0000 detrás de #ana y #mia.
Por ello, en 2012 la popular red expositora de imágenes y de “adictos al like”, Instagram, tomó medidas e incluyó en su lista de etiquetas prohibidas, (es decir, que no obtendrían resultados de búsqueda): #probulimia, #proanorexia, #loseweight, #thinspo, #thinspiration (thin “delgadez” e “inspiración), etc.
Lamentablemente, esa medida no erradicó el problema. Prueba de ello fueron los resultados del estudio Hashtags peligrosos en las redes sociales que Laura Martín-Pérez, lingüista de DAIL, publicó el verano del 2015. En él descubrió nuevas técnicas de las internautas que hacían más difícil de rastrear los hashtags.
Un problema que se resiste
Hasta 1.005 combinaciones de etiquetas que aparecían junto a #ana y #mia, como #skinny (flaca) o recientemente, #thinspiration, la abreviatura de “thin” e “inspiration” (delgada/inspiración), además de otras etiquetas que todos los psicólogos recomendaríamos monitorizar y que van más allá del tema alimentario, como #sue (suicidio), #deb (depresión) o #cat (autolesión; suicidio).
Internet como un entorno de riesgo
En un estudio más reciente realizado en 2016, la Mesa de Diálogo para la Prevención de Trastornos Alimentarios de Cataluña examinó además nuestros hábitos de búsqueda, concluyendo que un 31,6% va buscar “cómo adelgazar rápido”, el 11.6% “dietas extremas para bajar peso”, el 10,8% blogs y foros pro-ana y pro-mia y un 5,2% “cómo vomitar”.
Además, se puso énfasis en que frecuentar las redes sociales y pasar horas conectados está relacionado con un aumento del riesgo de padecer trastornos alimenticios y preocupaciones respecto a la imagen corporal.
La conclusión que se puede extraer es que nuestros hábitos de búsqueda en internet reflejan hasta qué punto no somos inmunes a la presión cultural por los cánones de belleza. Las jóvenes adolescentes son todavía más sensibles y propensas a verse afectadas negativamente a estos contenidos y, por lo tanto, el uso de las redes sociales se convierte en una práctica de riesgo para este perfil de usuario de Internet (lo cual no quiere decir que la web vaya a resultar dañina en todos los casos).
El poder de las influencers
El 2015, la modelo y estrella de Instagram Essena O'Neill, de 18 años, reveló al mundo que detrás de cada foto suya había una gran cantidad de sufrimiento emocional y restricción alimentaria y creó una página web para ayudar a otros adolescentes y jóvenes a desengancharse de los follows y los likes. Ella era una influencer, una de las personas más populares de Instagram, y contaba con más de 700.000 seguidores, dato que sirve para hacerse una idea sobre el poder de influencia con el que contaba Essena.
El peso que tienen estas jóvenes modelos en la red es abrumador, dado que el 88% de las mujeres jóvenes declara que sigue a influencers a través de redes sociales, según el Estudio Anual de Redes Sociales 2016,de la IAB Spain. El hecho de que este tipo de role models de la red puedan estar involucradas en dinámicas alimentarias potencialmente patológicas hace saltar las alarmas de varios sectores relacionados con la sanidad.
Usar la red social para combatir la patología
El precedente que generó la joven instagramer ha llevado a otras personas a combatir la patología alimentaria en la red. Se trata de iniciativas en las que se hace uso de Internet para propagar el espíritu crítico y el empoderamiento dirigido a prevenir los posibles efectos nocivos de Internet relacionados con los trastornos alimentarios.
Siguiendo el camino de Essenia O’Neill, una joven ha ido documentando su recuperación en Instagram bajo el hashtag #anorexiarecovery. Es decir, ha invertido el uso pro-patológico de la red social para dar ejemplo y promover un modo de vida alejado de los trastornos alimenticios. En 2016 ya existen varios casos de nuevas influencers que han seguido los pasos de Essena O'Neill, y también hay reivindicaciones puntuales de famosas que critican las presiones sociales que mantienen a muchas jóvenes fuera de los hábitos saludables.
Las redes sociales siguen siendo potencialmente peligrosas
No obstante, aún hoy podemos considerar potencialmente peligrosas las redes sociales, al menos para ese grupo de riesgo conformado por niñas y adolescentes.
Laura Martin-Pérez considera bastante fácil llevar un registro de dichas etiquetas patológicas, al parecer las administraciones no aplican medidas que vayan por esta línea, por lo que no existen suficientes medidas de control sobre los contenidos que pueden incidir negativamente y de forma nociva en los menores de edad. Los contenidos en los que se hace apología de la anorexia o la bulimia de manera más o menos velada siguen siendo una realidad en Internet.
Así que debemos dar un paso más para luchar contra estas publicaciones, denunciando como usuarios adultos. Recordemos que los menores aún no disponen de esa mirada crítica que nos permite discernir entre salud y extremismo o patología.
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